jueves, 29 de enero de 2009

Las Agencias Literarias


Como ando muy mal de tiempo, pero no quiero dejar abandonado mi blog, he decidido ir publicando por aquí algunos de los post del blog Miserias Literarias que me han parecido más interesantes. Os aconsejo que entreis en el enlace que hay al final y leais también los comentarios.



Las agencias literarias
Tal y como comenté en una entrada anterior, las principales vías a las que puede recurrir un escritor novel para tratar de publicar son básicamente tres: una editorial que apueste por su trabajo, una agencia literaria que haga lo mismo o la participación en certámenes literarios. Hoy es el turno de las agencias literarias.

De entrada y por norma general, se suele albergar un concepto equivocado de la labor que desempeña una agencia literaria. Se tiende a pensar que una agencia literaria es una especie de empresa publicitaria dedicada a la promoción pura y dura de los autores que representa. Y no es que ésta definición sea errónea, al menos en su totalidad, pero sí puede considerarse una definición desvirtuada. Una agencia literaria, en su síntesis, no es más que una empresa cuyo principal patrimonio consiste en la cantidad y la calidad de los contactos que es capaz de mantener a nivel editorial. Dicho patrimonio le permite negociar, a un nivel al que un autor no suele tener acceso dentro del sustrato jerárquico de una editorial, la publicación de un manuscrito. A cambio de dicha gestión, la agencia le cobra al autor un porcentaje —que suele rondar en torno al quince por ciento— sobre los beneficios obtenidos en caso de que dicha negociación fructifique. Como definición formal y a grandes rasgos, en eso consistiría el trabajo de una agencia literaria.

Se tiende a considerar a las agencias literarias como un mal endémico dentro del ámbito editorial. Sin estar completamente en desacuerdo, yo indicaría que son un mal necesario. Necesario para el autor, porque recibe un apoyo que de otra manera es muy complicado alcanzar. Necesario para el editor, porque el recibir los manuscritos a través de una agencia le garantiza que dicho texto ya ha pasado por un mínimo filtro de calidad —obviamente, una agencia, por cuestiones de rentabilidad, jamás tratará de negociar la publicación de textos de ínfima calidad—, condición que le servirá de ayuda en su tarea de evaluar un texto.

El acceso a los servicios de una agencia literaria por parte de un autor novel siempre suele ser más factible que el acceso a una editorial en idénticas condiciones por una razón muy básica: las agencias viven de su cartera de autores. Si no tienen autores, no pueden promocionarlos; si no los promociona, éstos no cobran y si los autores no cobran, las agencias tampoco. Por ese motivo las agencias suelen ser más receptivas que las editoriales de cara a evaluar manuscritos de autores. Siempre andan a la caza de potenciales clientes que les reviertan pingües beneficios —no dejemos de olvidar nunca que las agencias, como las editoriales, son empresas y muchas de sus miras parten de esa premisa— y esa circunstancia nos puede facilitar el acceso a las mismas. Lo cual no quiere decir que sea fácil ser representado por una de ellas —de eso dependerá la calidad y, sobre todo, la comerciabilidad del texto entregado a evaluación. Son famosas las palabras de aquel agente literario que, en una ocasión, harto ya de los textos que un autor le entregaba con ánimo de ser publicados, le espetó: «No me des literatura. Dame algo que pueda vender»— sino que éstas son más accesibles.

¿Es interesante para un autor novel el tratar de concertar los servicios de una agencia literaria? Depende cuál y, sobre todo, cómo. Obviamente, cuanto mayor sea el rango de promoción de un autor y su obra, mayores serán las posibilidades de publicar por lo que el acercamiento a una agencia literaria no es ningún dislate pero, para un autor novel, la cuestión no es tan sencilla y tiene su truco. Aunque parezca un contrasentido, a un autor novel le conviene huir de las agencias literarias de gran calado. Suena a despropósito pero no lo es tanto y el planteamiento es evidente. A una agencia literaria le cuesta un trabajo y un dinero mínimos el concertar cuantos más representados mejor. Si los autores obtienen beneficios, ella los obtiene pero si no los obtienen, ella no pierde nada. O muy poco. El quid de la cuestión es que las agencias literarias tienden a adolecer de un problema común a todas las empresas: su tiempo es dinero y sus recursos tienen, como todo, un límite. Si tú resultas ser el representado de menor entidad de una agencia que tiene en su cartera cuatro o cinco estrellas, las posibilidades de que inviertan su tiempo y su esfuerzo en promocionarte a ti son realmente escasas. Las agencias importantes pueden captarte y aceptar representarte pero eso no garantiza que se preocupen como corresponde por un autor novel puesto que tienen sus ingresos cubiertos gestionando y promocionando a autores de mayor factura. Ellas lo negaran siempre pero les aseguro que funciona así. Conozco a gente que recibió la oferta de ser representados por las agencias de C.B. o A.K. —auténticas popes del mundillo—, que vieron el cielo abierto al entender que si alguien como ellos se había fijado en su obra ya estaba todo hecho pero que, a los dos años, enormemente desilusionados, tuvieron que optar por rescindir su contrato con dichas agencias porque no habían realizado la más mínima gestión para promocionar su obra. Ninguna. Cero. Y además perdieron dos preciosos años. Por ese motivo es más adecuado que, en caso de querer solicitar los servicios de una agencia, dirijan sus pasos hacia una agencia de importancia media o bien a una agencia recién instaurada. Los contactos de éstas no tiene porque ser menores ni de menor entidad —por ejemplo, A.G.A. es una agente literaria de escasa relevancia pública que maneja una cartera muy seleccionada, con muy pocos autores y que, en un pasado reciente, fue directora editorial de dos de las editoriales más importantes de este país. Pueden imaginar sus contactos— y las posibilidades de que defiendan tus intereses de una forma más cercana siempre serán mayores.La táctica de aproximación a una agencia literaria es idéntica a la de una editorial. Se prepara un manuscrito, una carta de presentación, se envía todo y se espera respuesta. La diferencia es que, en principio, las agencias tratan con algo más de cortesía a sus potenciales clientes y, bien sea positiva o negativa, casi todas remiten siempre una respuesta rápida —en torno a un mes— a la solicitud. Algunas de ellas solicitan una cantidad —a menudo, simbólica— por evaluar el manuscrito. No vean en ello una intención de lucro insano. Me consta que la cantidad de textos que llegan a una agencia es ingente, casi tantos como a una editorial, y los recursos de las agencias son limitados por lo que tienden a establecer un filtro para que alguien que esa mañana se encontraba en el cuarto de baño y se le ha ocurrido un soneto, como no le cuesta nada, lo envíe a una agencia por la cara «a ver que pasa». Que de esos hay muchos, se lo aseguro. Con ese mínimo cobro —que puede oscilar entre los 30 y los 50 euros—, se aseguran de recibir textos de gente realmente interesada en ser evaluados y, además, muchas de estas agencias entregan a cambio de ese importe un completo informe de lectura del manuscrito aún en el caso de no estar interesados en su representación.

Una vez que la agencia decide representarnos, llega la firma del contrato de representación. Lo más habitual y deseable es que la representación se ciña a una obra en concreto. O a varias, pero siempre especificando los límites de forma concreta. Hay agencias que ofrecen representación completa para todo lo escrito durante un tiempo determinado. Tres o cinco años generalmente. Yo desaconsejo la firma de ese tipo de contratos por el riesgo que conlleva de ver tu obra bloqueada ante algún conflicto que pueda surgir entre el autor y su agencia. También hay agencias que solicitan la representación de las obras en exclusiva y otras no. También es potestad de cada cual el decidir lo que está dispuesto a entregar pero las exclusividades nunca resultaron buenas. El mejor contrato tipo que se puede y se debe firmar con una agencia es aquel en el que se negocia la representación de una obra concreta —o varias—, durante un tiempo determinado y sin exclusividad. La no exclusividad debe ser bien entendida. En ello no debe verse la posibilidad de entregar tu manuscrito a cinco agencias sino la de que, en caso de que, por azares del destino, tu consigas ser el promotor de la publicación de tu obra, la agencia no tenga porque embolsarse ninguna cantidad a costa del resultado de tu propio esfuerzo.

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Para leer los comentarios, que son muy jugosos y explicativos, pincha en este enlace

7 comentarios:

Martikka dijo...

Muy interesante la entrada. Nos ayuda un poco a saber dónde nos metemos si optamos por ellas.
Saludos!

Azpeitia poeta y escritor dijo...

Muy interesante e ilustrativo tu informe...me ha encantado...así que no publicaré nunca...la poesía la hago para mí y mis amigos de la red...¡Ah! se me olvidaba te pareces enormemente a una persona de mi entorno...es increíble...enhorabuena por tu blog...un abrazo de azpeitia

XoseAntón dijo...

Gracias, Felisa; es muy ilustrativo e interesante este tema. Conocer los entresijos y vericuetos por los que ha de pasar el trabajo antes de llegar al público, ayudan mucho a enfrentarse al reto de plasmar los sueños del escritor.

A mí me parece muy difícil, probablemente inalcanzable; una cosa es escribir para desahogarse y, ¿por qué no?, soñar y otra acceder al mercado. Se trata de una afición barata, accesible a cualquiera, quizá por eso somos tantos los llamados y tan pocos los elegidos. Es lógico.

De un modo o de otro, el arte de escribir nos recompensa, si no es con dinero, es con sueños; y culquiera de las dos cosas, a día de hoy, es muy importante.

Bikiños

chenmeinv0 dijo...

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Publicar un libro a través de agencias literarias es abrir las puertas al mundo editorial. Con su experiencia y red de contactos, conectan a los autores con oportunidades únicas en la industria literaria.