A los que no sois de Jaén os diré que estamos en plena recogida de la aceituna. El olivar ocupa la mayoría de la superficie cultivable de la provincia, el aceite de oliva es el motor económico de muchos pueblos.
Los métodos han cambiado mucho en los últimos tiempos, el campo, como todo, se ha mecanizado, y poco tiene que ver con lo que se hacía no hace tantos años, que yo todavía me acuerdo.
Para ilustraros un poquito sobre el tema, para recuperar esos días de aceituna que viví de chica, os dejo un extracto de mi novela La asesina de los ojos bondadosos.
"Conforme el tren devoraba los kilómetros, alejándola del influjo de Pedro, se sentía libre, como cuando era una niña y corría por las camadas de los olivos, desatendiendo la llamada de su madre, siempre tan protectora. Y oía las risas de su abuelo, que la animaba a seguir corriendo, sus pequeños pies machacaban las aceitunas caídas, dejando un reguero de sangre marchita en los terrones, que enfurecía aún más a su progenitora. Hasta que se detenía delante de la criba, un artilugio similar a un columpio donde se separaba el fruto de las ramas caídas al desprenderlo del árbol, con aquellas varas de almendro que los aceituneros manejaban con destreza, golpeando con estudiada saña a los sufridos árboles. Admiraba la fuerza de su padre, que levantaba la espuerta hasta la altura de la criba, por encima de su pecho, para luego dejar caer las aceitunas que bajaban alborozadas como niños díscolos. Abajo las esperaba la abuela, con sus dedos ágiles, que retiraba presta los tallos que escapaban al cribado, Raquel contemplaba esas manos curtidas, acostumbradas al duro trabajo del campo, morenas y pequeñas, que también sabían acariciar y transmitir calma.
Los días eran largos y pesados incluso para ella, demasiado pequeña para colaborar; pero al final de la tarde, cuando se recogían los aperos y miraban hacia atrás para ver los sacos llenos, que reposaban como animales cansados en mitad del olivar, sentían la satisfacción del trabajo bien hecho, la seguridad de que su esfuerzo no sería en vano, que aprovisionarían de aceite las despensas y de dinero las arcas de la familia, y asegurarían el sustento de la misma. Entonces las dudas no asaltaban su ánimo ni lloraba a escondidas tratando de buscar el motivo de tanta tristeza, las cosas eran más sencillas..."
Los días eran largos y pesados incluso para ella, demasiado pequeña para colaborar; pero al final de la tarde, cuando se recogían los aperos y miraban hacia atrás para ver los sacos llenos, que reposaban como animales cansados en mitad del olivar, sentían la satisfacción del trabajo bien hecho, la seguridad de que su esfuerzo no sería en vano, que aprovisionarían de aceite las despensas y de dinero las arcas de la familia, y asegurarían el sustento de la misma. Entonces las dudas no asaltaban su ánimo ni lloraba a escondidas tratando de buscar el motivo de tanta tristeza, las cosas eran más sencillas..."
Aceite y poesía
ResponderEliminarLos pueblos de poniente, tan acostumbrados a la metáfora, recurren a menudo a la poesía para dar fe de todo lo que tienen y para expresar sus ansias. Utilizan el verso inspirado para referirse a los bienes tangibles y a las quimeras del alma. Cuanto más estimado es el bien que poseen, más intenso es el verso, entonces, convierten al sujeto estimado en canción.
La gente que vive en las tierras más occidentales del Mediterráneo estima el olivo y siempre ha hablado de sus frutos de la forma que mejor sabe hacerlo: la poesía.
Les tierras de Baena, de Jaén, de Córdoba y de todos los territorios que miran al Guadalquivir son ricos en el cultivo del aceituno. Sus habitantes del árbol de Minerva hacen canción.
Ya desde el siglo XV escuchamos la canción de Las tres morillas de Jaén.
¿Quién no se ha enamorado de las “morillas” de Jaén? ¿De aquellas “señoras” que “de mi vida eran robadoras”?
Ellas tan “garridas iban a coger olivas”. ¿Quién no ha deseado acompañar a Axa, a Fátima y a Marién por los campos de Jaén?
Y de Jaén son también los “aceituneros altivos” que convierten el sudor y el esfuerzo en verso y aceite.
Jaén fue llamada Auringis por los romanos, nombre que hace referencia al oro. Es evidente que el Imperio se refería al aceite dorado que se extraía del fruto de aquellos árboles, más que al metal que extraían de las minas. Ya sabemos que los topónimos surgen más bien de aquello que entra en nuestro estómago más que de aquello que sale de la tierra.
Y si hablamos de la tierra no podemos dejar de comentar la textura peinada de los campos de Andalucía.
Machado dijo:
¡El campo andaluz, peinado
por el sol canicular,
de loma en loma rayado
de olivar y de olivar!
Los aceitunos del campo andaluz producen un fruto de consistencia suave y lisa, turgente y de la medida de un pezón. Estos olivos dan un aceite fuerte, de sabor acentuado que concuerda con el sol y la “soleá”, con los cuchillos de luna y las paredes encaladas. El campo andaluz es un panorama de troncos retorcidos y de rostros morenos de verde luna.
Cuando sopla el siroco el ramaje pinta un mar movedizo de plata verde y las hojiblancas, las picuales y las lechinas nadan trémulas por sus aguas. Por este mar antiguo aún se encuentran restos de naufragios púnicos o romanos. No hay, sin embargo, cantos de sirenas sino cantos nazaríes.
Sobre la tierra peinada encontramos aún las lágrimas de Boabdil y las huellas de los guerreros que, venidos de más allá de los límites de los olivos, pisaron estos campos y levantaron palacios de esparto sobre la seda de la Alambra.
-Amigo Narváez, el campo de Andalucía sólo será, si es aceite y poesía.
-Ah, irrefutable compañero. Tampoco debemos de ser tan reduccionistas, y hoy menos que nunca. Los pueblos y su gente se levantan sobre “las piedras lunares” y de la poesía hacen progreso y del aceite hacen prosperidad, y no serán jamás “esclavos con todos sus olivares”.
de mi libro "Apografías del aceite"
Salud
Francesc Cornadó
Bien narrado y descrito el sentir, Felisa. Aunque no he visto muchos olivos en mi vida, soy consciente de la importancia de estos árboles no sólo en Jaen, sino en el inconsciente colectivo de todos los españoles. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Felisa.
ResponderEliminarMuy bonito. Mi madre que es natural de Herrera (Sevilla), siempre recuerda cuando trabajaba entre olivos en tierras andaluzas.
Gracias por compartir la cosecha de tus letras.
Besos
Yo ya he recogido mi aceituna (tengo tres olivos), jeje... Recuerdo muy bien la estampa de los olivos cuando fui a Cazorla. Es impresionante.
ResponderEliminarAbrazos.
Habran cambiado los metodos de recoger el fruto , pero seguiran pasando frío . Sobre todo en estas fechas !
ResponderEliminarBesos desde Málaga.
Gracias Francesc, por compartir este ensayo tan hermoso sobre el aceite, aunque me suena rara la palabra "aceituno", nunca lo utilizamos por aquí. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Paco,
ResponderEliminarEl olivar tradicional es más que un cultivo, es una forma de vida, espero que cuando se acaben las ayudas europeas pueda sobrevivir.
Un abrazo.
Hola Maribel, pues yo te gano, que tengo cinco. :-)
ResponderEliminarEn mi huerta, los recogimos el fin de semana pasado.
Un abrazo.
Gracias María, los olivos son difíciles de olvidar, no sólo poeticamente, el trabajo es muy duro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué razón llevas Annick, sigue siendo un trabajo muy duro, hay que soportar heladas, lluvia,... y requiere un gran esfuerzo.
ResponderEliminarBesos.
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