A mi hija Irene le encantan los cuentos, leerlos, escucharlos, inventarlos… pero no le gusta nada escribirlos. Dice que es muy pesado, y es que cuesta mucho transcribir lo que pensamos a palabras, máxime si sólo tienes siete años. Para animarla he aceptado su reto, mientras ella redactaba un cuento que tenía que llevar como tarea al cole, yo escribía a la vez otra versión, ¡a mano! Ese era el trato, las dos escribiendo sobre papel. Aquí os dejo el resultado. Al cuento de Irene sólo le he hecho unos pequeños arreglos de faltas de ortografía y tildes, el texto está tal como ella lo redactó con sus manitas. Esta niña apunta maneras, ¿no?
El payaso que estaba triste. Versión de Irene
Había una vez un payaso que se llamaba Tristán. Iba vestido con camiseta de rayas de color rojo y amarillo y pantalón negro. Es muy flaquito, tiene los ojos negros y el pelo moreno. Es simpático pero siempre está triste.
Un día se fue a un pueblo y cuando le tocó salir a hacer un número no hizo reír a nadie. Después cuando terminó el espectáculo, el jefe del circo le dijo que si no hacía reír a nadie lo echarían. El payaso no quería peder su trabajo. Entonces practicó con unos niños durante una semana.
Y cuando llegó el día en el que tenía que actuar hizo reír a todo el mundo.
Un día se fue a un pueblo y cuando le tocó salir a hacer un número no hizo reír a nadie. Después cuando terminó el espectáculo, el jefe del circo le dijo que si no hacía reír a nadie lo echarían. El payaso no quería peder su trabajo. Entonces practicó con unos niños durante una semana.
Y cuando llegó el día en el que tenía que actuar hizo reír a todo el mundo.
El payaso que estaba triste. Mi versión
Llorón era un payaso que siempre estaba triste. Tenía el pelo rojo y muy rizado, como una panocha de maíz, la nariz grande y unos ojillos verdes agua, inundados de lágrimas.
Cuando Llorón salía a la pista del circo e intentaba hacer alguna gracia, siempre le salía mal y los niños en vez de reír, lloraban. Lloraban también los leones, el elefante Guacho, los perritos saltadores, el mono Kico, los loros cantantes, hasta el tragador de cuchillos lloraba.
Eran tantas las lágrimas que caían que la arena del circo empezaba a empaparse hasta convertirse en un gran mar salado.
Un día el director del circo le dijo que estaba despedido, pues nadie quería ir al circo a llorar. El payaso cogió su maletita de rayas, metió en ella sus escasas pertenencias y se marchó con los ojos llenos de lágrimas, gordas como puños.
Por el camino se encontró con un una niña. Era la chiquilla más alegre que había visto en su vida. Tenía una sonrisa tan bonita que parecía un sol de primavera. La niña al ver a Llorón tan triste le preguntó:
- ¿Qué te pasa?
- No lo sé, siempre estoy triste por todo.
- Ah, vale. ¿Quieres que te ayude a ser feliz?
- Sí, claro, es lo que más deseo, aprender a sonreír, así como tú.
Sin una palabra más, la niña cogió al payado por la mano y juntos caminaron un rato. Miraron las flores, los ríos, los animales. Hablaron con la gente, incluso Llorón contó un chiste a un granjero, con tanta gracia que el hombre se partía de risa.
Poco a poco, Llorón se dio cuenta que no tenía motivos para estar triste, que la vida era bella, sólo necesitaba una amiga. Desde aquel día, Llorón fue el payaso más divertido del mundo, y la gente lloraba con él… pero de risa.
Cuando Llorón salía a la pista del circo e intentaba hacer alguna gracia, siempre le salía mal y los niños en vez de reír, lloraban. Lloraban también los leones, el elefante Guacho, los perritos saltadores, el mono Kico, los loros cantantes, hasta el tragador de cuchillos lloraba.
Eran tantas las lágrimas que caían que la arena del circo empezaba a empaparse hasta convertirse en un gran mar salado.
Un día el director del circo le dijo que estaba despedido, pues nadie quería ir al circo a llorar. El payaso cogió su maletita de rayas, metió en ella sus escasas pertenencias y se marchó con los ojos llenos de lágrimas, gordas como puños.
Por el camino se encontró con un una niña. Era la chiquilla más alegre que había visto en su vida. Tenía una sonrisa tan bonita que parecía un sol de primavera. La niña al ver a Llorón tan triste le preguntó:
- ¿Qué te pasa?
- No lo sé, siempre estoy triste por todo.
- Ah, vale. ¿Quieres que te ayude a ser feliz?
- Sí, claro, es lo que más deseo, aprender a sonreír, así como tú.
Sin una palabra más, la niña cogió al payado por la mano y juntos caminaron un rato. Miraron las flores, los ríos, los animales. Hablaron con la gente, incluso Llorón contó un chiste a un granjero, con tanta gracia que el hombre se partía de risa.
Poco a poco, Llorón se dio cuenta que no tenía motivos para estar triste, que la vida era bella, sólo necesitaba una amiga. Desde aquel día, Llorón fue el payaso más divertido del mundo, y la gente lloraba con él… pero de risa.
23 comentarios:
muy tierno!! ambas versiones me gustaron muchisimo!!
Un gran abrazo!
Me ha gustado Felisa, pero me ha recordado a un trauma (que no es sólo mío, sino de muchos niños y no tan niños) me dan miedo los payasos, bastante miedo diría yo. Así que para mí era fácil encontrar la lágrima al verlos, jaja.
Irene es una niña muy lista, ¿para qué escrirlos, cuando ya puedes imaginarlos? qué lista, pero qué lista..!!!
Pues las dos versiones son válidas.
"Llorón se dio cuenta que no tenía motivos para estar triste, que la vida era bella, sólo necesitaba una amiga..."
Tu hija tiene una gran madre, escritora y seguro que una gran amiga.
Un beso sin tristeza añadida...
(para las dos)
Enhorabuena a las dos, son dos cuentos magníficos. Felisa tienes una dura rival en tu hija, dile de mi parte que se anime que puede llegar a ser tanbuena escritora como tú.
Un beso para las dos.
Hermosisimo.
Que bueno ,una madre como vos.
Que suerte tu hija.
Me gusta que el payaso ría.
Mi primer cuadro fue un payaso,sin risas,pero no
lo recuerdo triste.Mis saludos desde Argentina.Liliana
Si es que no hay nada como los retos!
Muy bonito Felisa. Y cuidadín con tu hija, que apunta algo más que maneras, creo yo. Felicidades!
Dile a la niña que siga inventando, que los vaya retocando, y verás la sorpresa cuando tenga la edad que tu tienes ahora.
Creo que no nacemos como somos, nos hacemos, y eso sirve para todas las prácticas.
Hazla escritora; prometéis.
La verdad que la historia que ha escrito Irene, se parece bastante a la forma en que escribía yo de pequea, jeje. Me ha recordado a mis míticos textos de entonces!
Besos!
Sin duda alguna, para una niña de siete años tiene un mérito inusitado. Verdaderamente apunta y mucho.
Ese payaso está en el circo, en mi vecino y en mi mismo muchas veces; gracias a Dios siempre hay una mano amiga que nos muestra los muchos motivos que tenemos para reir, y a tí te imagino con una inmensa sonrisa de satisfacción con una hija como la que tienes.
Un beso para ambas.
Muchas gracias por vuestros comentarios, Irene también los leerá mañana. Le encanta entrar en mi blog y leer todo lo que escribo y los comentarios, es un poco cotilla la niña.
Lo cierto, es que ha sido divertido, las dos escribiendo a la vez, sin saber lo que hacía la otra y coincidiendo bastante en la historia. No pude evitar presumir de hija en el blog, lo siento.
Un abrazo, sois geniales.
Pues tu hija apunta maneras, eh?
Auuum !
Singamaraja reading your blog
Me ha gustado ese experimento.
Mi hijo colaboró en mi blog en un sentido distinto. Hizo un dibujo y me lo regaló para que lo metiera en el ordenador. Y ahí lo tengo, como el mejor de los adornos
Qué importante es valorar y apreciar sus esfuerzos, ¿verdad?
Hay algo en el relato de Irene que me gusta, me gusta mucho: para reir los mayores deben de aprender de los niños. Creo que es un buen consejo, digno de tener en cuenta.
Enhorabuena a las dos.
Bikiños
Vaya, vaya. Ahora va a resultar que tengo dos escritoras en casa.
¡Y yo de ciencias! Jejejeje.
Quiero que sepáis que estoy muy orgulloso de mi niñita y de su mamaita.
Espero que esta experiencia solo sea el inicio de una gran ...
Un beso muy fuerte a las dos.
Manolo el de ciencias.
Hola soy Irene,
Muchas gracias a todos por leer mi cuento.
Además de ser escritora también quiero ser: ciclista para ir a los juegos olímpicos, arqueóloga, científica y ya está.
Adios, un abrazo
Esto me recuerda a una canción que me contaba mi madre de chica, en vez de dormir, me hacia llorar. La recuerdo muy bien: Era Bruno un payaso.....
un beso.
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