El sueño de las palabras
PÁGINA LITERARIA DE FELISA MORENO
Alcaudete imaginado
sábado, 9 de enero de 2021
Quiero presentaros mi página en Contexto Teatral, y dar mi agradecimiento a los profesionales de Nuevenovenos (Eva Redondo, Dani Ramirez y Marcos Vilariño) que hacen posible esta plataforma de difusión de forma totalmente altruista. Y que pone en contacto a autores/as actuales con los profesionales del teatro (compañías, directores, escuelas de teatro, actores, actrices, etc.) Para mí es un honor estar entre reconocidos dramaturgos y dramaturgas de nuestro país y espero que pronto alguien se interese por mis obras.
jueves, 12 de marzo de 2020
Entrevista por Alberto López Escuer
Es un placer entrevistar a Felisa Moreno Ortega para "Viendo la vida pasar", con ella hablamos de teatro y literatura un binomio que tan bien conoce Felisa no en vano ha escrito varias novelas y obras de teatro. Una escritora que disfruta con la dramaturgia y la narrativa lugares donde la magia se da de formas distintas , una magia llena de belleza.
· Felisa has escrito Cuentos, relatos, novelas ¿Como surgió la idea de escribir teatro?
Fue a raíz de la publicación de un libro de relatos titulado Cuentos Caníbales. Los beneficios de este libro los destiné a la Asociación Española Contra el Cáncer y un grupo de teatro local, relacionado con esta asociación, preparó la adaptación de uno de los relatos y la llevó a escena el día de la presentación. Para mí fue impactante ver a mis personajes cobrando vida y moviéndose por el escenario. A partir de ese día decidí que quería escribir teatro y empecé a prepararme para hacerlo, leyendo manuales de escritura dramática y obras de otros autores.
· ¿Cuántas obras de teatro has escrito hasta ahora?
Me resulta difícil precisar con exactitud, sé que son ocho largas, cuatro comedias y cuatro dramas, y más de treinta entre breves y mínimas. Lo cierto es que he hecho el recuento para esta entrevista y me asombra tener tanta producción, pues solo llevo cinco años escribiendo teatro.
· ¿Qué te resulta más fácil escribir novela o teatro?
Pues, en consonancia con la respuesta que he dado a la pregunta anterior, me resulta más fácil escribir teatro. Una novela me requiere mucho más tiempo, tanto para escribirla como para revisarla, con algunas he estado más de tres años. Una obra de teatro larga puedo acabarla en dos o tres meses, incluidas las revisiones. Disfruto mucho con la dramaturgia, me parece apasionante, más ágil y directa que la narrativa, pero también te permite momentos de calma y belleza estilística.
· ¿Todas se han representado?
No, no todas, pero estoy satisfecha con el nivel de representación de mis obras, pues puedo decir que más del cincuenta por ciento han llegado a los escenarios. Y algunas de ellas han sido reconocidas con premios a nivel nacional e internacional. Me gustaría destacar “La luz prestada de la Luna” un drama sobre la prostitución y la trata de blancas, que obtuvo el premio nacional Martín Recuerda de teatro. Esta obra se estrenará en 2020 en el teatro Isabel La Católica de Granada.
También quisiera incidir en “Alojamiento gratuito”, una comedia sobre la vejez y las relaciones intergeneracionales. Esta obra ha sido publicada por la editorial madrileña Acto Primero y me gustaría que también fuera representada este año. Quizás, por primera vez, me atreva a ser yo la directora de una de mis obras.
· ¿Has experimentado la magia del teatro?
Sí, claro que sí. En cada función, cuando veo a mis personajes en escena y compruebo que el público reacciona como yo quería; cuando se ríe en el momento que había previsto que lo hiciera; cuando los espectadores se acercan a mí a final de la actuación y me dicen que se han emocionado con mi historia. Siempre he pensado que la literatura tiene magia, que se establece una conexión especial entre escritor y lector, en el teatro, esta magia es más inmediata e intensa.
¿Qué dramaturgos han sido tus referentes?
En la comedia he leído, entre otros, a José Luis Alonso de Santos, Jardiel Poncela, y en teatro mínimo destacaría las “pulgas dramáticas” de José Moreno Arenas. Considero imprescindibles a Shakespeare y Calderón de la Barca, aunque aún me quedan lecturas pendientes de ellos. Y en la dramaturgia actual tengo especial debilidad por Alberto Conejero, que consigue trasladar la poesía a la dramaturgia sin caer en el exceso. Al llevar, relativamente, poco tiempo interesándome por este género, aún tengo muchas lecturas pendientes. Reconozco que he de profundizar en el conocimiento de los clásicos, a la vez que investigo dramaturgias nuevas, que me ayuden a encontrar mi propia voz.
· Dice la leyenda que la relación entre los autores y los directores no siempre es fluida ¿Como es la tuya con los directores que llevan al escenario tus obras?
Hasta ahora no he tenido demasiados conflictos con los directores de mis obras. Considero que la escritura, al contrario de lo que ocurre en otros géneros, es solo una parte del resultado final, que puede que no llegue ni al cincuenta por ciento. El director, los actores, los técnicos, etc. que intervienen en la puesta en escena tienen mucho que aportar para lograr el éxito de una función, por eso merecen todo mi respeto hacia su trabajo. Si me piden opinión, la doy, pero, normalmente, los dejo trabajar sin inmiscuirme.
· ¿Cómo vives el día del estreno de una de tus obras?
Es un día de nervios, desde que me levanto. Sabes que la obra está muy trabajada, esperas que funcione y que el público disfrute de ella, pero siempre te queda la incertidumbre. Solo hasta que empieza la función y notas que todo fluye, no te quedas tranquila. Después es hermoso: los aplausos, el encuentro con los actores y el director o directora, con el público que se acerca a saludar… Sientes que todo el esfuerzo, que todas esas horas que has dedicado a escribir merecen la pena.
· Nos han dicho que "Cuidado con lo que deseas" se va a llevar al escenario en Navarra ¿Qué te parece?
Estoy muy contenta de que esta comedia se represente en Navarra, creo que es lo más lejos que han llegado mis obras hasta ahora, si exceptuamos una lectura dramatizada que si hizo en Atenas en 2019. Además, me hace especial ilusión que sean un grupo de jóvenes los integrantes del grupo de teatro Valle de Ezcarbarte dirigidos por alguien tan apasionado del teatro como es Alberto López Escuer. Esta fue la segunda obra que escribí, en plena crisis económica, y aborda en clave de humor los problemas de una familia agobiada por la falta de trabajo y dinero. Espero que tenga allí el éxito que tuvo cuando la estrenamos en tierras andaluzas. Y me encantaría asistir, si nada me lo impide, estaré a allí el día del estreno.
· ¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?
Siguen centrados en el teatro. Actualmente me encuentro en el proceso de creación de una obra que ha sido seleccionada para el Primer programa de mentoring con autoras de la Fundación SGAE, y estoy siendo tutorizada por la dramaturga Carmen Losa. La escritura dramática la compagino con artículos de opinión y relatos que publico en diversas revistas, por ahora descarto escribir novela.
Entrevista: Alberto López Escuer
lunes, 24 de febrero de 2020
martes, 1 de octubre de 2019
Excelente acogida en Noguerones a "Ni siquiera sabía su nombre"
Aforo completo en el Salón del Centro Socio Cultural Estrella Amaro en la representación de la comedia de Felisa Moreno "Ni siquiera sabía su nombre". De nuevo acudimos de la mano de la Asociación de Mujeres Las Nogueras, que celebraba su XVI Semana Cultural. Le representación de la obra culminó con un gran aplauso por parte del público que llenaba el salón.
martes, 3 de septiembre de 2019
La luz prestada de la Luna
XVII Premio Nacional de Teatro José Martín Recuerda
Esta obra nos
lleva por un camino de incertidumbre y violencia. El hombre protagonista está
secuestrado, encerrado en una nave y sometido a tortura por parte de dos
mujeres, dos prostitutas que se alternan para atormentarlo. Él no sabe por qué
está allí, no consigue recordar nada de su pasado y eso hace que la tensión sea
mayor. Ellas, entre golpe y golpe, le cuentan como se vieron abocadas a la
prostitución. Conforme avanza la obra, el espectador irá descubriendo que las
cosas no siempre son lo que parecen, los personajes se van transformando y
asoma su verdadera naturaleza.
Puedes adquirirlo en tu librería habitual y también en diversas páginas on line. Este es el enlace a Aamzon:
jueves, 4 de abril de 2019
¡OFERTA!
¡EN ABRIL, LIBROS MIL!
Estamos en un mes especial, el 23 celebramos el Día Internacional del Libro y creo que no hay mejor forma de hacerlo que facilitando la lectura. Por eso he decidido poner en oferta todos mis libros, y ofrecer dos ejemplares por tan solo 15€ más 2€ de gastos de envío.
Proceso de compra: Pulsa sobre el botón Añadir al Carro, puedes pagar con Paypal (Pagar con Paypal) o con tarjeta bancaria (Pagar). Después, enviarme un correo electrónico a felisamorenoortega@gmail.com indicando los dos títulos elegidos. O bien, dejar en el proceso de pago un número de teléfono para que pueda llamarte.
Si prefieres pagar por transferencia bancaria, escríbeme al correo antes indicado.
Si vives en Alcaudete, me lo puedes pagar en mano, escríbeme y quedamos.

miércoles, 17 de enero de 2018
Alcaudete imaginado: Las caballerizas del Castillo
Alcaudete
imaginado: Las caballerizas del Castillo
Aquella cena prometía ser inolvidable, las
caballerizas del Castillo Calatravo se ofrecían como el mejor lugar para pedirte
que te casaras conmigo. Reservamos con suficiente tiempo para una fecha muy
especial, las Fiestas Calatravas, justo en el segundo fin de semana de julio.
Buscaría el momento adecuado, cuando el hipocrás, el vino con especias que
servían en la comida medieval, me diera el último empuje para pedirte que dejaras
a tu marido y que ligaras tu destino al mío de forma definitiva. Con la excusa
de un mareo repentino, saldríamos fuera y, con la Torre del Homenaje de fondo, te
suplicaría que me hicieras la persona más feliz del mundo aceptando mi
proposición.
Nuestra relación clandestina no ha sido
fácil, supongo que tampoco lo sería la vida de los monjes en aquel castillo,
siempre asediado; envuelto en luchas por defender una frontera que pasaba de un
bando a otro una y otra vez. Estas guerras fronterizas dejaban tras de sí cientos de víctimas,
personas inocentes que tan solo querían vivir, más bien sobrevivir, en un mundo
hostil. Así me he sentido muchas veces en mi vida, dentro de una lucha
continua, ganando algunas batallas, perdiendo otras. Al otro lado de una
frontera invisible más infranqueable que los muros del Castillo. ¿No te parece
a ti, Sofía, que hemos combatido como verdaderos soldados?
Llegó el día. Estabas preciosa con aquel
traje de época, verde como tus ojos de gata salvaje. Marcaba el cuerpo que yo
tanto deseaba, el que soñaba cada noche. Él te llevaba de la mano, pero yo sabía
que solo tenías ojos para mí. Bajo aquellos techos abovedados impregnados de
historias no siempre amables, me sentía con la fuerza suficiente para
enfrentarme a todos. Mi brazo sujetaba la espada que haría trizas la
incomprensión con la que el resto del mundo vería nuestra relación. Una espada
forjada en noches de insomnio, en las que solo podía pensar en ti. No me
resultaba fácil regresar a mi cama tras nuestros encuentros, fría como una
noche de enero, donde otro cuerpo ocupaba el que yo quisiera que fuera tu lugar.
Heladas deberían ser, también, las
madrugadas a la falda del castillo, a la espera de una rendición que, a veces,
tardaba meses. Nunca, nadie, consiguió entrar por la fuerza en el Castillo de
Alcaudete. Nunca, nadie, logrará romper las murallas que protegen nuestro amor.
Tendremos que luchar como los monjes
calatravos, aunque tengo la seguridad de que ellos nunca habrían peleado por
nuestra causa. A aquellas caballerizas que ahora nos acogen con la luz tenue de
las antorchas, regresaban los caballos, exhaustos por esfuerzo realizado. En
las mesas, los manjares medievales nos trasladan a otra época. Entre risas,
disfrutamos tomando los alimentos con las manos: no hay cubiertos. Unos actores
interpretan la leyenda de la Fuente Zaide, narran las desgracias de un amor
clandestino, como el nuestro. Te prometo que no acabaremos igual. No habrá
muertes ni llantos, quizás algún grito, una discusión, insultos que no nos harán
daño. Nadie decide de quién se enamora, no se elige, no se escoge. El amor
crece hasta en los campos más baldíos. En nuestra boda estarán prohibidas las
lágrimas, y no invitaremos a la gente que nos señale con el dedo. Solo sonrisas y pétalos de rosa nos acompañaran en
el paseo nupcial.
Ha llegado el momento. La luna se ha
vestido de plata para la ocasión. Encerradas tras la puerta de las
caballerizas, han quedado las voces de nuestras parejas y del resto de los asistentes
a la cena. En mi mano derecha tiembla la cajita del anillo. No me pongo de
rodillas, sería muy engorroso con esta ropa. Acaricio tu pelo y digo las
palabras que tantas veces he soñado:
-
Sofía, ¿te
quieres casar conmigo?
Y tu voz, que se ha vuelto de seda, que
ha transformado tus palabras en mariposas que recorren el espacio y el tiempo
con una terrible lentitud, me responde.
-
Es lo que más
deseo en esta vida, María José.
Cogidas de la mano regresamos a las
caballerizas, donde nos esperan los postres y nuestros maridos, con los que, antes
o después, tendremos que hablar.
martes, 16 de enero de 2018
Alcaudete Imaginado: La Semana Santa
Alcaudete imaginado: La Semana Santa
Cada año, desde hacía más de
diez, esperaba con ilusión que llegara la Semana Santa.
Maldecía las veces en las que se retrasaba y tenía que aguardar hasta bien
avanzado abril. No era por vestirme de nazareno ni por ver procesionar las
hermosas imágenes que albergaban las iglesias y conventos de Alcaudete. Los
días previos, sentía la necesidad de salir a correr, de perderme por los
carriles de la Sierra
Ahillos mientras trataba de recordar cómo era su rostro. No
me había atrevido a sacarle ninguna fotografía, ni mucho menos a pedírsela. Tan
solo el azul intenso de sus ojos permanecía con fuerza en mi memoria, me traía
el recuerdo del mar, ese que a veces contemplaba en los veranos.
Siempre la encontraba durante
la representación del Paso de Abraham, en la Plaza. Nada más verla,
sentía que los edificios giraban alrededor de ella, que era el único centro de
aquel universo de personas que contemplaban entre devotas y divertidas la
representación de uno de los episodios de la pasión de Jesús, en las voces
afectadas de actores ocasionales. Llevaba un vestido blanco y rebeca azul, el
pelo sujeto con un pasador del mismo color, como hubiera querido vestirse a
juego con su mirada. Me quedaba prendado de ese aire retro que desprendía su
figura. En cuanto ella aparecía, el mundo dejaba de existir. Ya no veía la
fachada engalanada del ayuntamiento ni su reloj ni sus escalones de piedra. No
existía el Arco de la Villa
ni las casas señoriales de fachadas ocres. Había desaparecido la antigua ermita
de la Aurora y
los macetones de flores del centro de la plaza. Mi mirada se clavaba en su
figura, mientras la suya parecía ensimismada en la representación. En ese
momento me sentía feliz porque la tenía un buen rato quieta, para mí solo.
Podía observarla sin temor, me situaba a una distancia prudencial y dejaba que
mis ojos se extasiaran en su belleza.
Antes del Viernes Santo, la buscaba
en el recorrido de las distintas procesiones, pero nunca la encontraba. Intentaba
localizar su intensa mirada azul tras la capucha roja de los nazarenos de la Borriquilla en el Domingo de Ramos, la Borriquilla como
solemos llamarla. O bajo la verde o granate de El Huerto y Nuestra Señora del
Rosario, el Lunes Santo. El Martes me
afanaba en descubrirla tras los pasos de San Juan Evangelista, el Cristo de la Columna , la Virgen de la Amargura o el Cristo de la Agonía. Llegaba cansado a un
miércoles en el que las procesiones se sucedían sin clemencia alguna: Virgen de
la Piedad ,
Cristo de la Misericordia
y la Virgen de
las Lágrimas. También la buscaba entre la gente que contemplaba con devoción el
paso de las imágenes. En esos momentos, me hubiera gustado ser como ellos y no
estar obsesionado con la figura de una muchacha de la que no sabía nada, que
tan solo veía una vez al año y que ocupaba mis pensamientos todos los días de
mi vida. El Jueves Santo observaba los pasos, ya casi sin esperanza: Santísimo
Cristo de la Expiración ,
Señor de la Humildad ,
Nuestra Señora de la Antigua ,
Jesús Cautivo y la Virgen
de las Nieves. Me sentía agotado por mi Vía Crucis particular, por mi
persecución a una imagen pagana, que no me aportaba consuelo ni descanso.
Por fin llegaba el Viernes
Santo, cada año esperaba el momento con una mezcla de desazón y alegría, temía
que no se presentara a nuestra cita, que me dejara plantado bajo el balcón de
la plaza donde se representaba el Paso de Abraham. Antes había recorrido el
resto de los pasos, sin éxito alguno. Pasada la representación, ella se perdía
entre la gente. Por más que intentaba seguirla por la calle Llana, me era
imposible. Cuando por fin podía avanzar entre el gentío, mi musa ya había
desaparecido. No me daba por vencido y me iba al encuentro de las procesiones
que salían ese día: San Elías, Nuestro Padre Jesús Nazareno, la Santa Verónica , la Virgen de los Dolores, y
por la noche, el Santo Entierro y la Soledad.
El sábado descansaba en mi casa, ya dada por perdida mi
misión de búsqueda. El Domingo de Resurrección conseguía reunir fuerzas para
buscar entre nazarenos y devotos su amado rostro. Cuando se encerraba el paso
en la iglesia de San Pedro, yo me iba a enclaustrarme en mi habitación para
sufrir en silencio mi mal de amores.
Esta Semana Santa será
distinta, he renunciado a verla, pronto cumpliré treinta años y en mi vida no ha
existido otra mujer aparte de ella. Mi madre me mira preocupado, soy hijo único
y siempre quiso ser abuela. No iré a ver el Paso de Abraham, ni la buscaré como
un loco entre la gente que visita Alcaudete. Me he propuesto olvidarla, sellar
su recuerdo en un apartado oscuro de mi memoria. Creo que mi madre ha notado el
cambio, mi sonrisa más amplia, la mirada menos tensa. Me pide que la acompañe a
visitar a una amiga suya que emigró a Barcelona. Sus padres decidieron irse
tras una desgracia familiar, no quiere entrar en detalles. Nada más llegar a la
casa, noto un escalofrío. Huele a humedad y a tragedia. Una anciana se mece
tranquila en el zaguán, al abrigo de unos rayos de sol que atraviesan el hueco
de la puerta, la mirada perdida. Mi madre y su amiga se abrazan. Las dos pasan
ya de los cincuenta, pero en sus risas encuentro un deje infantil, como si los
recuerdos compartidos las rejuvenecieran. Las dejo que charlen mientras
contemplo las fotografías que adornan las paredes. Algunas ajadas por el tiempo
y la humedad que suelen acumular las casas cerradas. Creo que me voy a morir
cuando veo un retrato de ella. Lleva el mismo vestido blanco, la misma
rebequita azul, la misma mirada intensa. Trago saliva, el suelo ha dejado de
ser consistente bajo mis pies. Necesito unos minutos para recuperarme. Por fin,
logro reunir suficiente aire para preguntar: ¿quién es esa chica? La amiga de mi madre se acerca y mira con
devoción el cuadro. Era mi hermana, murió
hace muchos años. Nunca lo olvidaré, fue un Viernes Santo, se desmayó en la
plaza viendo el Paso de Abraham y no despertó. Por eso llevábamos tanto tiempo
sin venir en estas fechas, mi madre no podía soportarlo. Ahora ya no se entera
de nada, tiene Alzeheimer.
lunes, 15 de enero de 2018
Alcaudete Imaginado: El Arco de la Villa
Alcaudete
imaginado: El Arco de la Villa
Antes de esa noche, Elena pasaba todos los días con su Ibiza bajo el Arco
de la Villa sin
prestarle demasiada atención. No reparaba en su belleza, ni en la antigüedad de
las piedras que lo componían. Permanecía allí desde siempre, recortando la
calle General Baena con el Castillo al fondo o la casa de balcones amarillos de
la Plaza 28 de Febrero,
según desde donde se mirara. Alguna vez había escuchado que era la puerta de
entrada al recinto amurallado de la antigua ciudad medieval.
La noche en cuestión era sábado y el reloj del Ayuntamiento marcaba las doce.
Tras la cena de Navidad con los compañeros de trabajo, su coche se había
quedado parado justo debajo del Arco. Por más que lo intentó, no consiguió que
arrancara. Llamó a la puerta del edificio de la policía municipal, que estaba
justo al lado, pero no recibió respuesta. Regresó al bar en busca de ayuda, ya
habían echado el cierre y no quiso molestar. La plaza estaba desierta, en el
mes de enero las puertas se cierran y la gente disfruta del calor de sus casas,
al abrigo de los problemas ajenos. Buscó el teléfono móvil en su bolso, y
maldijo entre dientes cuando comprobó que estaba sin batería. No podía avisar a
su marido, ni a la grúa. Decidió esperar a que apareciera otro coche, no
dudaría en prestarle ayuda, pues estaba obstruyendo la calle. Se metió dentro
del vehículo y se arrebujó en el abrigo. A pesar del frío, el cansancio
acumulado durante la jornada hizo que se quedara dormida.
La despertó el sonido de un claxon, provenía de un sedán negro de alta
gama. Elena salió y se acercó a la ventanilla de cristales tintados. La golpeó
con cierta delicadeza. En un primer momento no obtuvo respuesta. Como si el
conductor del coche dudara qué hacer. Por fin, el cristal bajó y la mujer pudo
verlo. Dio un respingo cuando comprobó que el hombre que estaba al volante llevaba
un traje de caballero medieval y una máscara que le ocultaba casi todo el
rostro. Solo dejaba a la vista unos labios gruesos y una barba bien recortada.
Le pidió, casi le ordenó, que subiera a su coche. Ella lo pensó un instante,
apenas unos segundos, y obedeció. Sintió una atracción tan fuerte que hacía que
todo aquello le pareciera lógico. Por eso, no le extrañó que el sedán pasara
bajo el Arco de la Villa
atravesando su Ibiza, como si estuviera fabricado con aire. Ni que iniciara la
empinada cuesta que llevaba al Castillo. Tampoco consideró raro que aquel tipo
la ayudara a bajar y le pidiera que la acompañara a la torre del homenaje. Notó
que le costaba andar, que algo trababa sus pies. Miró hacia abajo y en vez de
su minifalda de lentejuelas encontró un vestido de raso verde que le llegaba
hasta los tobillos. Aquello no podía estar pasando. El vino de la cena la había
afectado y estaba teniendo visiones. Si solo había tomado cerveza sin alcohol… Entonces es un hermoso sueño, pensó, y
se dispuso a disfrutarlo. Le quitó la máscara al hombre y descubrió unos
inquietantes ojos verdes, una nariz recta, una frente despejada. Sintió deseos
de besarle y así lo hizo. Era su sueño, luego no tendría que dar explicaciones
a nadie, ni siquiera a su marido. El caballero la cogió en brazos y la llevó
hasta su alcoba. Lo que sucedió después ella no logra visualizarlo con
claridad, pero se estremece cada vez que lo recuerda. Hay sueños que parecen
tan reales…
Cuando despertó seguía dentro de su Ibiza, un policía municipal trataba
de llamar su atención golpeando los cristales, desde fuera no podía ver nada,
pues estaban empañados. Elena le explicó lo que había pasado, probó a arrancar
el coche para demostrarle que estaba averiado, pero el motor se puso en marcha
al primer intento. Ella enrojeció, la tomarían por una estúpida. Metió la
marcha y se dirigió a su casa. Lo que no
te pase a ti, le dijo su marido en tono burlón cuando le contó lo sucedido,
y regresó a la cama. Ella se quedó
levantada, no tenía sueño. Además, recordaba al caballero y echaba de menos sus
caricias, ¿y si su marido notaba algo? Qué
tontería, pensó, solo ha sido un
sueño. Decidió olvidarse de todo, buscó el móvil en el bolso para ponerlo a
cargar y al sacarlo, un pequeño sobre de color sepia cayó al suelo. Lo abrió,
dentro había una tarjeta escrita con letra primorosa:
Pasaré a recogerte
el próximo sábado,
bajo el arco, a la misma hora.
domingo, 14 de enero de 2018
Alcaudete Imaginado: El río Víboras
Alcaudete imaginado: El río Víboras
Antes de que un
seis de julio mi infancia cambiara para siempre, ya me preguntaba si los ríos
podían sentir. Lo hacía cuando estaba sumergido en el Víboras, en alguno de los
pocos remansos donde quedaba agua suficiente para poder bañarse. En aquellos
años, finales de los setenta, el río formaba parte de nuestras vidas. Entonces,
no había tantas piscinas y muy pocos podían permitirse unas vacaciones en la
playa. Las madres se sentaban en la orilla para vigilar a sus retoños, con un
tarro de Nivea en las manos, crema que hizo las funciones del bronceador hasta
que a las tiendas de Noguerones llegaron productos más específicos.
La corriente
ejercía una atracción fatal sobre nosotros, y nos gustaba disfrutarla a solas.
Ese día decidimos escaparnos de la vigilancia de las madres, yo no tenía
problema, porque la mía nunca estaba allí. Y no sabía si sentirme feliz o
desgraciado, un poco de atención no me hubiera venido mal. Antonio era el más
valiente de la pandilla, el que siempre tomaba las decisiones, y de él fue la
idea de caminar río abajo en busca de un buen lugar para atrapar peces con las
manos o tirarnos de cabeza desde una piedra. Los demás lo seguimos sin
rechistar, ya había demostrado en varias ocasiones que era el más fuerte del
grupo y nadie quería arriesgarse a llegar a casa con la nariz rota. Caminamos
un buen rato por el lecho del río, pero no conseguimos atrapar ninguno de los
escurridizos barbos que se atravesaron en nuestro camino.
Éramos seis y
creíamos estar preparados para todo.
No para lo que
surgió delante de nosotros a volver un recodo del río. Era el remanso más
grande que habíamos visto nunca y ninguno recordaba haber estado allí ni que
nadie le hubiera hablado de él. El agua parecía chocolate, como si alguien
hubiera estado removiendo el limo del fondo con un palo gigante. En un primer
momento nos sentimos felices, nuestro arrojo iba a tener su recompensa, allí
podríamos disfrutar del baño sin que nadie nos molestara. El primero en
lanzarse de cabeza fue Antonio. Aplaudimos y gritamos con entusiasmo, hasta que
nos dimos cuenta de que tardaba demasiado en salir del agua. Esperamos varios
segundos en tensión, pero su cuerpo no emergía a la superficie. Temiendo que se
hubiera golpeado con una piedra, nos sumergimos en su búsqueda y tanteamos por
debajo del agua, sin resultado alguno.
Ahora sólo
éramos cinco. Cinco niños asustados que no sabían que hacer. Por mucho que
buscábamos, nuestro amigo no aparecía. Asustados ante aquel hecho inexplicable,
llegamos a la conclusión de que nos estaba gastando una broma, que se había ido
nadando por debajo del agua hasta llegar a algún punto fuera de nuestra vista.
Decidimos regresar, confiados de que en la presa nos encontraríamos a un
Antonio burlón, que se reiría de nosotros por ser tan ingenuos. No fue así. Antonio
nunca volvió de aquel remanso que se lo había tragado, como el pez grande se
come al chico.
Acompañamos a
los adultos para tratar de localizar el remanso, pero fue imposible dar con él.
El río apenas llevaba agua suficiente para formar charcos pequeños. Sin
embargo, a pesar de que nadie nos creía, nosotros estábamos seguros de haberlo
visto y de que nos habíamos sumergido en él. Hubo quien nos señaló como
culpables, pero la inocencia de nuestros ocho años y el miedo que se nos
reflejaba en los ojos, disiparon cualquier sospecha.
El tiempo, que no
todo lo cura, pasó. Los padres de Antonio murieron envueltos en la tristeza de
no poder recuperar el cadáver de su hijo y los otros cinco niños aventureros
nos convertimos en adultos tristes. Tras el suceso, sin darnos cuenta, nos
alejamos los unos de los otros y nos fuimos integrando en otras pandillas. Sin embargo, una fuerza extraña nos llevaba a
reunirnos el seis de julio de cada año, el
mismo día que Antonio desapareció. La primera vez nos encontramos allí por
sorpresa, cada uno llegó sin saber nada del resto. Caminamos río abajo hasta el
lugar donde vimos el remanso y allí estaba. Enorme y chocolateado parecía
mirarnos burlón, como diciéndonos que ya nadie nos creería. Comprendimos
entonces que los ríos pueden quedarse con lo que quieran y escupir a la orilla
lo que les desagrade.
Y al Víboras le
había gustado la fuerza y el coraje de nuestro amigo Antonio.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)