miércoles, 28 de abril de 2010

Cuando se acaba la magia



Mira en tu bolsillo, me dijiste, y saqué una rosa. Desde entonces supe que no podría vivir sin ti, sin tu magia. Me revelaste tus tretas de ilusionista, pero yo estaba convencida de que eras un mago de verdad y de que, algún día, me llevarías a dar un paseo por las estrellas. Nunca faltaron rosas, ni pañuelos de seda de mil colores en mis bolsillos de niña ilusa. Surgían de la nada y me ponía colorada cuando alguien descubría que habían nacido flores en el forro de mi chaqueta.

Me crecieron alas en los pies. No andaba, flotaba sobre una ciudad distinta, cuajada de luces y expectativas, una flor abierta a mis ojos, que ocultaba la suciedad y el ruido cotidianos. Si algo enturbiaba mi alegría, al más mínimo contratiempo, sólo tenía que acordarme de ti, de tu sonrisa. Entonces metía la mano en algún hueco de mi ropa y hallaba una flor que me recordaba que siempre estarías a mi lado, para comerte, con tus labios siempre ávidos de besos, mis dudas y mi incertidumbre.

Viajamos en el tiempo, tú fuiste Romeo y yo Julieta, Adán y Eva miraron envidiosos nuestro amor y quisieron salir del paraíso para sentir la llama que nos incendiaba cada noche. Que fluía de mi cuerpo al tuyo y viceversa, para nunca apagarse, manteniendo inflamada nuestra pasión. ¿Cómo podía yo reparar, en medio de ese fuego, en los pequeños detalles, en los breves indicios de tu posterior transformación? Acortar los escotes y alargar las faldas apenas era una ridícula muestra de mi amor, lo mínimo que podía ofrecerte a cambio de tus atenciones.

No recuerdo cuando se acabaron las rosas, los sonetos y las palabras dulces. No sé. Se me rompió la memoria y no consigo recomponer los pedazos. No sé donde se fue el mago que me hacía volar cada noche, tan cerca de las estrellas mientras devoraba las flores de mis pezones, aderezadas de locura y pasión.

Se lo comió el otro, el que no tiene alma, el que viste de negro y no saca conejos de la chistera, sino golpes y humillaciones. oco a poco, te fue desplazando, hasta dejarte confinado en uno de tus trucos, te hizo invisible para apropiarse de tus tretas, y de mí.

Nunca pensé que tendría que decirte esto, presento mi dimisión como ayudante de mago, ya no puedo encogerme más para que salga bien el número de “somos felices”. No puedo comerme tus ofensas, ni aderezadas con los pétalos de las rosas que me regalaste porque se han podrido en mi alma. No me quedan fuerzas para sonreír cada día, ni para disimular, tras unas gafas de sol, las flores moradas que siembras en mis ojos.

Nunca más tuya
Amanda.


(Relato seleccionado como finalista en el Certamen de Cartas de Amor de Alcaudete, honor que comparto con Maribel Romero, y con Lola Sánchez Lázaro, compañera del taller literario El Desván de la Memoria. Será una gran alegría compartir libro con las dos.)

martes, 27 de abril de 2010

Premio Especial “Tras las Huellas de Ibn Arabi”. Canal Literatura

Os paso una información que me han enviado desde Canal Literatura y os animo a participar.





La Asociación Canal Literatura convoca el Premio Especial “Tras las Huellas de Ibn Arabi” en colaboración con el Instituto Cervantes de Damasco.
El Director del Instituto Cervantes de Damasco, Pablo Martín Asuero, nos cuenta en la primera página de la web dedicada a este premio la importancia del poeta y filósofo andalusí, Ibn Arabi, una de las cúspides del misticismo musulmán nacido en Murcia el 28 de julio de 1165 y fallecido en Damasco el 10 de noviembre de 1240. La unión de estas ciudades como inicio y final de la vida del poeta y cualquier tema que trate la vida, la obra, los lugares donde vivió o relacionados con él, recoger los recuerdos, anécdotas, vivencias que cualquier autor tenga en su memoria sobre este personaje, es lo que ha movido a convocar este Premio Especial, continuando así la magnifica relación intercultural que la Asociación Canal Literatura mantiene con Medio Oriente desde que, en el año 2006, se convocara el Premio Especial Estambul “La otra puerta del Mediterráneo”.

“El tema del pasado andalusí nos une, no hay que olvidar el origen sirio de la dinastía Omeya de Córdoba.”

Por primera vez, un premio de estas características, desarrollado íntegramente en Internet, admitirá tres formatos a concurso, Texto (prosa y poesía), fotografía y Video-Multimedia, aprovechando así todas las ventajas que el soporte digital ofrece.
El plazo de presentación de originales estará abierto hasta el día 10 de septiembre de 2010. Se recomienda leer detenidamente las bases y utilizar lo formularios oficiales que se pueden descargar directamente de la web.

Por primera vez, la Asociación Canal Literatura tendrá que desplazarse al extranjero para esta entrega de los premios a los ganadores y finalistas de cada categoría, que se realizará en el Instituto Cervantes de Damasco el día 3 de octubre de 2010.


Toda la información en:
http://www.canal-literatura.com/7certamen/premiodamasco
http://www.canal-literatura.com/

lunes, 26 de abril de 2010

Una idea absurda. Capítulo 2

Una idea absurda. Capítulo 2

Los días pasaban despacio, como tortugas ancianas que se negaran a avanzar hacia una muerte segura. Más de una semana había transcurrido a ese ritmo lento y agobiante, y seguían sin hablar del tema. Juan no pronunciaba el nombre de Dolores en su presencia, ni hacía ninguna referencia a la proposición de su esposa. En realidad, apenas intercambian unas cuantas frases hechas. Tristana llegó a convencerse de que su marido, a pesar de las últimas palabras que pronunció aquella tarde, había desechado su propuesta, y que su actitud ausente se debía a que seguía resentido con ella. En pocos días salió de su error, observó pequeños detalles, casi insignificantes, en su comportamiento, en otro momento, estos hechos le habrían pasados desapercibidos, ahora estaba en estado de alerta. Juan se arreglaba con más cuidado, empezó a rechazar las camisas gastadas que antes eran sus favoritas y elegía las más nuevas, vistió de colores más alegres sus corbatas y cambió de perfume.
Este último detalle fue lo que más inquietó a Tristana, Juan nunca compraba sus propias colonias, esperaba a que ella se las regalase. Solía adquirirlas en la peluquería donde trabajaba, imitaciones de las marcas más conocidas, ya que éstas se salían de su presupuesto. Una mañana descubrió un frasco de perfume original entre los utensilios de aseo de su marido, se quedó paralizada con aquella botellita de diseño entre las manos, la prueba palpable de que algo había cambiado. Se abría una brecha entre los dos y ella había sido la culpable, la causante de aquella falla que amenazaba con dividir su matrimonio en dos pedazos, nada equilibrados, pues sabía que sin su marido sólo sería un triste fragmento, un trozo de algo más grande, el amor que los había mantenido unidos durante tantos años.

No puedo quejarme, no puedo quejarme, se repetía una y mil veces mientras atendía a las clientas de la peluquería, abstraída, sin apenas prestar atención a sus conversaciones. El nombre de Dolores en la voz de doña Martirio la sacó de su ensimismamiento.
─ Hay que ver a mi vecina Dolores, con lo que lloraba a su marido los primeros días y ya se ha quitado el luto, al menos podía haber respetado la memoria de su pobre hija.
─ Creo que ha sentido menos la muerte de la hija que la del marido ─ apuntó una mujercilla con el pelo recién pintado de rojo, mojado y aún sin moldear.
─ ¿Cómo puedes decir eso, Martita? A una hija se la quiere más que a una misma, cómo se nota que no has parido.
─ Las oía discutir cada noche, una tras otra, se decían cosas horribles. No parecían madre e hija, y sé de lo que me hablo, que hijos no tendré pero siempre he respetado a mi madre ─ contestó la pelirroja con un odio indisimulado en los ojos.
Tristana las escuchaba con atención, tratando de disimular su sorpresa. Según le había contado Juan, Dolores tenía una familia perfecta, Tomás se llevaba bien con su hijastra, se les veía siempre juntos y en buena armonía. Movió la cabeza de izquierda a derecha, y se dijo para su interior que no debía prestar atención a las palabras de unas vecinas envidiosas, las dos mujeres que criticaban a Dolores eran unas arpías, chismosas reconocidas en todo el barrio. Siguió con su tarea, concentrándose en el peinado de doña Martirio, un moño alto, del que no podía escapar ni el más mínimo mechón. Después de vaciar un bote de laca sobre la cabeza de la cotilla, elogió lo bien que le sentaba, la mentira de cada viernes y agradeció con una sonrisa la propina, poco generosa, por cierto. En su mente, a pesar del esfuerzo que hacía por olvidarlas, seguían resonando las palabras de la mujer, la viuda ya no llevaba luto, entonces recordó que Dolores aún vestía de negro cuando estuvo cenando en su casa.

Los celos se abrían paso a cada pensamiento, con la ferocidad de una máquina excavadora comiéndose la montaña. Un justo castigo por jugar a ser la buena samaritana, por sentirse tan segura de su marido, ¿o tan insegura? No tenía nada claro, si a veces pensaba que actuó por miedo, otras estaba convencida de que se dejó llevar por la soberbia. Toma mi marido, ahí lo tienes. No, no te preocupes, está tan enamorado de mí que volverá, no lo perderé. Sólo disfruta de él el tiempo que yo quiera, luego me pasearé orgullosa y de su mano por delante de tu puerta, para que comprendas quien es su verdadera dueña.
Qué estúpida y vanidosa había sido su actitud. Ahora no sabía como dar marcha atrás, cómo pedirle a Juan que olvidara su propuesta, que se alejara de Dolores, de sus vestidos que habían dejado de ser negros. Algo le decía que ya era tarde, que la rueda había iniciado el descenso por la pendiente y que terminaría aplastando a alguien, posiblemente a ella misma.
Al salir del trabajo decidió acercarse a la mercería, tenía que comprar una cremallera y algunos botones, nada más entrar se encontró con Martita, la eterna niña solterona, tan bajita y escuálida como un pajarillo recién nacido, a la que doña Martirio había acusado de no saber lo que era el amor de una madre. Algo la impulsó a dirigirse a ella, a interrogarla sobre el tema de Dolores, decidió ponerse de su parte para animarla a hablar.
─ Hay que ver cómo es doña Martirio, siempre con su puyas, yo tampoco tengo hijos, pero eso no significa que no pueda entender a los padres.
─ Ya te digo, no sé como serán otras madres pero Dolores nunca me pareció cariñosa con Estela, trataba a su hija con desprecio, como si no estuviera a su altura, un día la oí decir que le recordaba a su ex marido y que no podía soportarla. Esa joven ha tenido que sufrir mucho, te lo digo yo.
Tristana observó como sus ojillos tristes se iluminaban al hablar, alentados por su actitud comprensiva, que parecía darle la razón.
─ Algunas personas no aprecian lo que tienen, bien que hubiera cuidado yo a mi niña si Dios me la hubiera dado.
─ Al menos tienes un marido, y bien apañado que es.

Nada más decir esto Martita se calló, como si temiera la reacción de Tristana, sus burlas o su desprecio hacia ella por no haber conseguido un hombre. Ésta se limitó a sonreír con desgana, mientras pensaba que quizás no por mucho tiempo, que se avecinaban tiempos de camas frías. No, ella tampoco había sabido apreciar lo que poseía.

No le apetecía volver a casa, encontrarse con la cara hosca de Juan, con sus silencios, su perfume nuevo y sus corbatas alegres. Sus pies la encaminaron hacia la calle de Dolores, no muy lejos de allí; conocía su dirección, la había buscado en la agenda de su marido, también tenía su teléfono pero sabía que nunca se atrevería a llamarla. Temía el tono helado de sus palabras, que le haría daño, dijera lo que dijera. En los últimos días, su angustia la había llevado a pensar en esa opción, en la posibilidad de llamarla y dejar caer alguna indirecta, a ver si se ponía nerviosa y la pillaba en algún descuido, alguna frase que pudiera darle pistas sobre la relación que mantenía con su marido. Desechó pronto la idea porque sabía que Dolores era más inteligente e incisiva que ella, la machacaría con sus ironías y no sacaría nada en claro.

No esperaba nada de ese paseo, sólo deseaba ver el edificio donde vivía, imaginar su casa, su dormitorio… Los pensamientos volaban siempre en la misma dirección, a la imagen tatuada en su frente, clavada más bien, pues hacía daño, dolía como una herida abierta: dos cuerpos entrelazados, uno tan conocido para ella que podría describirlo con los ojos cerrados, hasta la más pequeña de las imperfecciones de su rostro, o la forma de los dedos de los pies. Vivir treinta años con una persona te da derecho a analizarla, a observarla, a absorberla incluso. ¿Te da derecho a pensar que es de tu propiedad y prestarla, como si fuera un vulgar objeto?
En su caminar ofuscado tropezó con una muchacha. Se disculpó, la chica no se apartó para dejarla pasar. Se quedó allí plantada, en medio de la acera, mirándola con tanta insistencia que terminó por ponerse nerviosa. Durante unos interminables segundos se observaron mutuamente, de repente la muchacha empezó a hablar, a Tristana le costaba seguir su parloteo, pronunciaba las palabras con tremenda rapidez, como si tuviera prisa en terminar, y con el énfasis que pondría un acusado de asesinato en proclamar su inocencia.
─ ¿Quién eres? No me suena tu cara, pareces triste, ¿vienes a visitar a alguien del barrio? Yo me llamo Teodora, por mi abuela, pero todos me llaman Tea porque Teo sonaba a nombre de chico y yo soy una chica. Jajajajja, claro, ya habrás visto que soy chica porque tengo el pelo largo y me pinto los labios, pero dime, ¿qué haces por aquí?, ¿puedo ayudarte en algo? , conozco estas calles como la palma de mi mano, por unos “leuros”, jejeejje, te ayudo a buscar la dirección.
Tristana la miraba estupefacta, parecía una ametralladora que en vez de proyectiles lanzaba palabras, mezcladas con saliva y un olor acre a sudor, conforme hablaba se iba acercando a ella. No pudo evitar un gesto de desagrado, que le chica captó enseguida.
─ ¿No te gusto?, ¿no te gusto? A alguna gente no le gusto, pero otros confían en mí, saben que sé guardar un secreto. Y soy vidente, ahora mismo veo que tú me necesitas, dime, ¿cuál es tu problema?
─ Claro que me gustas, no es eso. Me tienes asombrada porque hablas con mucha rapidez ─ mintió a medias Tristana ─ Y no tengo ningún problema, simplemente paseaba y pensé en visitar a una amiga que vive por aquí, se llama Dolores.
Los ojillos de la chica brillaron con intensidad, se rascó el pelo, lo llevaba suelto, caía negro y rizado sobre su espalda, no parecía muy limpio. Los rizos, un poco grasientos, se le apelotonaban junto a la cara.
─ ¿Dolores la viuda? Menuda perla está hecha. Perdón, se me ha escapado. A lo mejor es amiga tuya y yo aquí criticándola, si ya me lo dice mi madre Teodorita estás más guapa con la boca cerrada, es la única vez que me dice guapa. Es que soy más bien feilla, pero no te engañes, tengo novio, porque mi carácter simpático y dicharachero suple con creces mi escaso atractivo…
─ No es muy amiga, no te preocupes ─ la interrumpió Tristana, que temió le contara toda su vida si la dejaba seguir hablando.
─ No, si no me preocupo, es ella la que debería preocuparse por mí. Sé cosas que si se conocieran la pondrían en un aprieto.

Dijo las últimas palabras en voz baja y con un tono de misterio que intrigó a Tristana.
─ ¿Qué cosas? ¿Qué sabes sobre Dolores?
─ La información es poder, y vale dinero. Aunque todo el oro del mundo sería poco para pagar lo que yo sé de esa familia, fui la mejor amiga de Estela, aunque ella prefería que no nos vieran en público, a alguna gente le pasa eso, se avergüenzan de mí, pero bien que recurren cuando les hago falta. He sentido mucho la muerte de Estela, le tenía mucho aprecio.
Tristana no podía apartar la mirada de aquella criatura, de sus ojos de roedor, de su nariz torcida, de su boca pequeña que al reír mostraba unos dientes disparejos. Era fea de cara y desgarbada de cuerpo, los brazos le colgaban a ambos lados, demasiado largos en relación a su envergadura, como si no fueran suyos. Parecía que le costara trabajo moverlos, no los usaba para gesticular, por eso toda la atracción se centraba en su cara, en su boca, en su parloteo incesante. ¿Qué podía saber aquella criatura extraña sobre Dolores? Parecía tener algún tipo de discapacidad mental, aunque se expresaba con corrección, incluso utilizaba algunas expresiones cultas. Estaba a punto de preguntarle algo más, cuando detectó una expresión de terror en los ojos de la chica, miró hacia atrás y vio como se acercaba una figura conocida. Llevaba razón doña Martirio, se había quitado el luto, vestía un traje pantalón en tono verde oscuro, blusa de seda blanca, zapatos de tacón y bolso a juego. Su expresión parecía más relajada que la del día que tomaron café juntas, pero Tristana comprobó que en su cara se había contraído en un gesto de desagrado al reconocer a Tea. La chiquilla salió corriendo cuando comprendió que se dirigía hacia ellas, le hubiera gustado retenerla, pero en escasos segundos desapareció tras una esquina.
─ Hola Tristana, ¿qué haces por aquí? ─ pregunto en un tono que trataba de disimular su malestar.
─ Paseaba, me han dicho que en este barrio hay una peluquería muy moderna y quería tomar nota, para darle ideas a mi jefa, ya sabes ─ improvisó Tristana, creía recordar que su marido le había comentado algo sobre esa peluquería.
─ Sí, tienes que girar a la derecha y la siguiente calle a la izquierda, creo que te gustará. Por cierto, que hablabas con la Rata.
─ ¿La Rata?
─ Sí, la niñata esa que estaba contigo, que es fea como un demonio y se mete en todos los sitios, sobre todo donde no la llaman, se pasa el día de aquí para allá enredando a la gente y sacándole todo el dinero que puede ─ Tristana percibió el odio mal disimulado de estas palabras.
─ Nada, le estaba preguntando por la peluquería y quería que le pagara para que me llevara hasta allí.
─ ¿Ves? Eso es lo que te decía, sólo piensa en conseguir dinero, bien podía buscarse un trabajo y dejar en paz a los vecinos, aunque creo que ya no le hace caso nadie. Mejor así porque con sus mentiras podría comprometer a cualquiera, incluso a la más inocente de las personas.
A Tristana le pareció que le estaba dando más explicaciones de las que ella le había pedido, eso la puso sobre aviso, no sabía bien por qué, pero le merecían más crédito las palabras de Tea que las de Dolores. Por su parte esta parecía dudar, cuando por fin habló de nuevo fue para invitarla a subir a su casa. Tristana se quedó de piedra, no entraba en sus planes conocer el hogar de su rival, de la persona que probablemente le estaba disputando el amor de su marido, pero su curiosidad se impuso a la prudencia y aceptó. Las piernas le temblaban mientras subía los peldaños que separaban el portal del segundo piso donde vivía la viuda. Nada más franquear la puerta lo notó. Flotaba en el ambiente de forma leve, mezclado con el intenso perfume de Dolores, pero ella tenía buena nariz y sabía distinguir un aroma de otro, aunque estuvieran combinados. El mismo olor que emanaba el nuevo frasco de colonia de su marido, masculino y fresco, flotaba en aquella casa.
Se sintió mareada y pidió permiso para sentarse, Dolores la observaba con atención, como si quisiera adivinar los pensamientos que pasaban por su cabeza. Le acercó un vaso de agua y se sentó frente a ella, callada.
─ ¿Te encuentras mejor? ─ preguntó tratando de ser amable, pero su voz sonó seca y cortante.
─ Sí, no te preocupes, me ocurre con frecuencia, son vértigos, lo tengo controlado ─ mintió Tristana.
─ Abriré las ventanas, parece que el ambiente está cargado, ayer vinieron unos amigos de mi marido, que aún no me habían dado el pésame.
Tristana cayó en la cuenta de que todavía no le había preguntado por su estado de ánimo, en realidad ya no le preocupaba que se suicidara, incluso podría ser una solución aceptable a aquella situación. No, no podía ser tan egoísta. Dolores no era la responsable de sus desvaríos, de sus estupideces. Si tonteaba con su marido, si había sido él y no unos supuestos amigos, el que había estado allí era por su culpa, única y exclusivamente. Tenía que irse, alejarse de aquella mujer y de su casa, le seguía inspirando temor e inseguridad. Sus ojos azules, casi grises, se clavaban en ella y la obligaban a bajar la mirada, se sentía culpable hasta de sus pensamientos.
Se marchó en cuanto pudo, bajó las escaleras de dos en dos, y corrió por las calles como una perturbada, sólo quería alejarse de allí, de sus ojos, de su casa. Una casa más grande y mejor dispuesta que la suya. Amueblada con gusto y cierto lujo, en la que echó a faltar alguna fotografía de su marido o de su hija, por más que miró por todo el salón, no pudo encontrar ningún cuadro donde aparecieran. Eso le pareció muy extraño, no encajaba con su actitud de viuda afligida. Si bien era cierto que hoy no le había parecido la misma persona, como si al desprenderse de sus ropas negras se hubiera liberado también de parte de su dolor y tristeza. ¿O sólo había sido una impostura para atraer la compasión de su marido y ahora que tenía su atención no se preocupaba por mantenerla?

En estos pensamientos iba cuando tropezó de nuevo con Tea, aunque esta vez mas bien parecía que la muchacha la esperaba, con gran disimulo depositó en sus manos un papelito y se alejó corriendo, increíblemente no había pronunciado ni una sola palabra. Tristana tuvo un presentimiento, volvió la cabeza hacia atrás y vio a Dolores asomada a la ventana. Estaba segura que existía una relación entre la actitud de la chica y la presencia de Dolores. No se detuvo a mirar el papel, lo apretó con fuerza y siguió caminando.



viernes, 23 de abril de 2010

Cuéntame un cuento


Y eso he hecho, contarles un cuento a los niños de preescolar del Colegio Virgen de la Fuensanta de Alcaudete, a los más mayorcitos, los de cinco años, entre los que se encontraba mi hijo Juanma.
Ha sido una experiencia muy gratificante, más de setenta caritas mirándome, ilusionadas y expectantes, y yo muerta de miedo, temiendo defraudar sus expectativas.
La historia se titula "El duende del pijama rosa" y relata las desgracias que le suceden a un niño por no querer ponerse un pijama rosa.

Cuando terminé de contarles el cuento todos aplaudieron y me atreví a pedirles que me preguntaran lo que quisieran, una niña me dijo si me había inventado la historia yo sola o me había ayudado alguien. Otra me susurró, en voz baja, casi inaudible, que le había gustado mucho. Creo que en ese momento engordé un par de kilos. En fin, una experiencia maravillosa para celebrar el día del libro, que me gustaría repetir el año que viene. Quiero dar las gracias a la directora por invitarme.
Espero que este día del libro, que casi está acabado, os haya traído buenas lecturas y hermosas rosas.

¡Ole mi niña!

Este es el marcapáginas con el que mi hija Irene ha ganado el primer premio en su categoría (8-9 años), y a su madre, como podéis imaginar, se le cae la baba con su niña. Ayer, en la entrega de premios, disfruté más que si hubiera sido yo la ganadora.
Fue una tarde de nervios y sorpresas, y algunos conatos de celos por parte de Juanma, el hermano pequeño que por una vez no era el centro de atención.
La sorpresa vino cuando apareció su padre, a Irene le habíamos hecho creer que no podría asistir al acto, por motivos de trabajo. Pero estuvo allí.
Otros niños recibieron premios en las distintas categorías, el tema de este año era Miguel Hernández; en sus ojos bailaba la alegría, mirando y remirando aquellos trocitos de papel en los que había quedado atrapado su dibujo para siempre, y que ahora servirá para acompañar las lecturas de muchas personas.
Creo que este concurso es una gran iniciativa, una forma más de inculcar el amor por los libros a los más pequeños. Desde aquí animo a la Concejalía de Cultura a seguir trabajando en esta línea.
Foto del día de entrega de los premios, con la Concejala de Cultura y las ganadoras en otras categorías.
























jueves, 22 de abril de 2010

¿Escribir es divertido?


Creo que debe serlo, que se tiene que disfrutar con ello. Me diréis que a veces también se sufre, que supone un esfuerzo, no lo niego. Sobre todo en las correcciones, cuando acabas odiando un texto de tantas veces que lo has leído, donde esa frase que inicialmente te pareció original, preciosa y precisa llegas a percibirla como una expresión manida y simple.

Dejando aparte esto, escribir es crear, edificar mundos de la nada o de nuestro todo, personajes que adquieren vida, como mariposas que se liberan de su capullo, para volar libres o llevadas por el viento que se origina en la mente del escritor.

Escribir es disfrutar del momento, cuando la hoja en blanco (o la pantalla) va adquiriendo la consistencia que le confiere el negro absoluto de las letras, cuando se va manchando con historias y hechos, con vivencias inventadas que no dejan de ser reales, es en ese preciso momento cuando escribir es mágico. Hemos entrado en un sueño, el sueño de la ficción, como lo denomina John Gardner, donde todo es posible; siempre que una historia guarde coherencia, el lector será capaz de aceptarla, por increíble que sea.


Seremos mejores o peores, la mayoría de nosotros nunca llegaremos a genios, nuestros libros no se alinearán en las estanterías de los clásicos, pero podremos decir, sin lugar a duda, que por el camino hemos vivido. Vuelvo a traer a colación la frase de José Luis Sampedro que tanto me gusta “Escribir es vivir”. Vivamos pues.

miércoles, 21 de abril de 2010

Una idea absurda. Capítulo 1

Para los perezosos que no les gusta ir de página en página, y por tenerlo publicado en mi blog, dejo por aquí el primer capítulo de mi novela por entregas.



TÍTULO: UNA IDEA ABSURDA

CAPÍTULO 1.

No era su intención matarla, ni siquiera hacerle daño, pero estaba allí, a sus pies, inerte y arrugada como una manta vieja, inservible e inútil. Miró a su alrededor, se encontraba sola en aquel descampado, nadie había visto lo ocurrido, no había testigos. Pensó en huir, pero las piernas le pesaban, y el coche, aparcado a pocos metros de allí, le parecía tan lejano, una isla en mitad de un mar revuelto, inalcanzable. Tenía la sensación que en vez de dar unos sencillos pasos para llegar hasta él, necesitaría nadar con brazadas largas y potentes para poder alcanzarlo. Su mente sí se movía, agitada, nerviosa, trataba de analizar, de comprender los hechos que la habían llevado a cometer aquel asesinato, no fue premeditado, aunque hacía días que sabía que era la única salida.

Parecían que habían pasado mil siglos desde que tuvo aquella conversación con su marido, sin embargo, apenas habían transcurrido tres meses. Noventa días de angustia. Dos mil ciento sesenta horas de desesperación. La fatídica idea comenzó a gestarse en su cabeza la misma tarde que la vio por primera vez. Su marido le había hablado muchas veces de ella, de su tristeza, de sus angustias, pero no fue consciente de la envergadura de su pena hasta que vio su rostro contraído, sus ojos perdidos, las manos crispadas. Tomaron café en una terraza, Dolores apenas se quitó las gafas de sol una vez, para limpiarse los ojos. Suficiente para que ella, Tristana, comprendiera que era una mujer rota. Fue en ese preciso instante cuando le acució la urgente necesidad de hacer algo por ella. Aún no sabía qué.

Esa tarde, cuando regresaban a casa Juan, su marido, parecía más serio de lo normal.

─ ¿Qué te pasa?
─ No es nada, pensaba en Dolores.
─ Se la ve muy triste, y cansada.
─ Sí, creo que está pensando en el suicidio, no logro arrancarme esa idea de la cabeza. Me gustaría poder ayudarla, pero no sé como hacerlo. Ni siquiera consigo que me hable de lo que ha pasado, ya sabes lo del accidente.
─ Tuvo que ser terrible para ella, perder a su marido y a su única hija a la vez…
─ Sin embargo, los primeros días acudió al trabajo como si no hubiera pasado nada, todos nos asombramos de lo bien que lo llevaba, ahora es distinto, apenas habla, siempre va vestida de negro, nunca sonríe, por nada.

Tristana no supo que decir, apretó la mano de su marido, mientras que una idea absurda se iba instalando en su cabeza, como una mancha de aceite que se extiende hasta contaminarlo todo.
─ ¿Qué podríamos hacer por Dolores?
─ No sé querida, es lo que me pregunto cada día. No soporto verla así, una mujer tan fuerte como ella, reducida a mil pedazos.
─ ¿Por qué no la invitas a comer a casa?
─ Vale, pero creo que no acepte.

Sí aceptó, Dolores fue a comer el fin de semana siguiente, y en pocas horas se apoderó de aquella casa. Paseó su mirada por los muebles, aunque parecía estar muy lejos de allí, a miles de kilómetros de distancia, intercambió palabras forzadas con Tristana, que se arrepentía de haberla invitado. Un frío gélido, que ni la calefacción podía vencer, los acompañó toda la velada. Ella prefirió ir a cenar, aunque la invitación originaria era para comer, Dolores pretextó algo, que Juan luego no supo explicar a su mujer, una cita con un especialista o algo así. Quedaron para las ocho de la tarde, ella apareció con una botella de vino, y su boca sin sonrisas.

─ Eres afortunada por tener un marido como Juan, es un encanto.
─ Gracias, no puedo quejarme.
─ No, no debes quejarte─dijo Dolores arrastrando las palabras─a mí ya no me queda nada.
─ Lo siento, siento mucho lo que te ha pasado, me gustaría poder ayudarte.

Dolores no contestó, pero sus ojos brillaron de una forma extraña. El resto de la noche no se dirigió ni una sola vez a Tristana, prefería hablar con Juan. Comentaron asuntos de la oficina, los dos compartían despacho en una asesoría, hablaron durante horas de empresas, de balances, de gastos; de gente y conceptos desconocidos para Tristana, lograron que se sintiera desplazada, como un peón rosa en un juego de ajedrez. Y mientras los veía, mientras escuchaba sus palabras sin oírlas, una idea fue tomando cuerpo en su cabeza, una idea ridícula y extraña, que esa noche no la dejó dormir.

Se levantó con los ojos hinchados y unas ojeras violáceas que amenazaban con comerse su cara. Trató de disimularlas con el maquillaje, pero su marido parecía haber notado algo pues no dejaba de mirarla.
─ ¿Qué te pasa?
─Nada, esta noche no he dormido bien.
─ Ayer te noté muy rara, mirabas mucho a Dolores y apenas hablaste.
─ No me distéis muchas oportunidades─dijo Tristana sin rencor.
─ Es verdad, me volqué mucho con ella, quería apartarla por un momento de sus recuerdos.
─ Juan, quiero ser sincera contigo, se me ha ocurrido algo, no sé, supongo que es una estupidez…
─ Dime.
─ No, ahora no, mejor esta tarde, es algo complicado.

Tristana pasó el día inquieta, apenas podía prestar a atención a su trabajo. Las clientas le parecieron más exigentes que nunca. En sus gestos, en sus palabras, en sus miradas el orgullo se derramaba, lo volcaban sobre ella para hacerla parecer un poquito más pequeña, más insignificante aún. A ella, que solía gustarle su trabajo, hoy todo le salía mal. La señora Salazar, la obligó a recogerle dos veces el moño, doña Sara se quejó del color del tinte que le había aplicado, y la hija de don Ramón, la pequeña pecosa con orejas de elefante, no paraba de quejarse por el corte de pelo que, según ella resaltaba aún más sus pabellones auditivos.

Ella no podía prestar atención a las quejas, no dejaba de pensar en la idea, en la absurda idea que aquella noche se había desarrollado en su cabeza, como la hiedra se había ido apoderando de sus pensamientos y no podía concentrarse en otra cosa. En el espejo se reflejaba la cara de doña Leonor, vio que la miraba con expectación, entonces recordó que ella estaba allí para peinarla, lió con cuidado los rulos, mientras se disculpaba por el retraso. Mientras sus dedos recogían los mechones de cabello con destreza, su mente volvía a Dolores. Recordaba lo que su marido le había contado sobre ella.
Hacía más de dos años que llegó a la ciudad, acababa de salir de una relación traumática, un divorcio había acabado con más de quince años de matrimonio en el que los malos tratos fueron los protagonistas. Venía con una hija adolescente, flaca como un soplo de aire, blanca y triste como un crisantemo. Empezó a trabajar en la misma empresa de su marido al poco de instalarse en la ciudad, poseía experiencia y no tuvo dificultades para incorporarse a la asesoría, que en ese momento buscaba personal. Según su marido, un halo de misterio parecía rodear a Dolores, a su carácter fuerte y decidido en el trabajo se contraponían las inseguridades que parecían dominar su vida privada. No hablaba nunca del padre de su hija, Juan suponía que el odio que sentía por él hacía que no quisiera ni nombrarlo. Al año de su llegada inició una relación con un hombre un poco mayor, ella aún no había cumplido los cuarenta años, Tomás. En pocos meses se casaron y las cosas parecían ir bien para ella. Dolores cambió, cada día se arreglaba más, rejuvenecía por momentos. El accidente lo rompió todo. Ahora no tenía nada, ni marido, ni hija, ni vida.

El pitido de la alarma le recordó que debía sacar a doña Leonor del secador, la peinó con desgana, mientras su mente seguía dando vueltas a una idea absurda. ¿Realmente quería ayudarla? A veces pensaba que todo lo que estaba tramando en su cabeza tenía otra finalidad, quizás esperaba que Juan se negara, que le gritara su amor y le dijera que estaba loca, que aquello que se le había ocurrido no podía ser, que él nunca podría mirar a otra mujer que no fuera ella. El espejo de la peluquería le devolvió su imagen, cincuenta años estériles, arrugas en el alma por esos hijos que nunca vinieron, sus ojos que fueron muy bonitos, habían perdido el brillo con la edad. Los surcos de su boca ya no se iban con las sonrisas.

Y recordó a Dolores la noche anterior, vio como su mirada recuperaba el fulgor perdido cuando conversaba con Juan, se sintió fuera de lugar, una extraña en su propia casa. Por eso se mantuvo en silencio, pasó las horas observándolos, admirando la buena pareja que hacían, la suavidad de las manos de ella, la jerga contable de su marido. Escondió sus manos de dedos gruesos y esperó, esperó a que ella se cansara de ignorarla y se marchara. Y en vez de odiarla, se le ocurrió el plan, un plan idiota, como ella, una triste peluquera tintada de rubio. No tenía derecho a ser más feliz que Dolores, ella merecía otra oportunidad, que alguien le ayudara a salir del bache, un pequeño empujón.

Regresó a casa cansada, la jornada en la peluquería había sido agotadora, no reconoció su casa, ni sus muebles, parecía haber entrado en la casa de otra. Aún perduraba el perfume de Dolores, frío e intenso, como ella. No sabía bien si era lástima lo que le inspiraba aquella mujer o más bien temor. Entonces, ¿qué la llevaba a ofrecerle lo poco que tenía? Una vez más pensó que era la soberbia, que esperaba una respuesta negativa de su esposo pero, ¿y si él aceptaba?

Se dio una ducha, el pelo mojado pesaba sobre su espalda, los pensamientos sobre su ánimo. Preparó una cena ligera, a base de una ensalada y algunos fiambres, no le apetecía cocinar. Esperó sentada a que llegara Juan, sin pensar en nada, sin saber si se atrevería a proponerle su plan irracional. Quizás estaba jugando con el destino, desafiando a su suerte.

Juan regresó con Dolores en la boca, no paraba de hablar de ella, de su tristeza, de la pena que le daba. Si alguna duda quedaba en la cabeza de Tristana se disolvió como el aguarrás diluye la pintura, dejando tras de sí un olor intenso y mareante. Dejó transcurrir la cena sin decir nada, escuchando sus quejas sobre el jefe, las desavenencias con algún que otro cliente, las ojeras de Dolores que parecían ser más moradas que las suyas, apenas la miró durante la comida.

─ Juan, ¿recuerdas que esta mañana quería decirte algo?
─ Ah, sí, casi lo había olvidado, ¿qué es eso tan importante?
─ Creo que Dolores te necesita.
─ Bueno, hago lo que puedo, trato de ser un buen compañero.
─ No es eso lo que trato de decirte. Creo que Dolores te necesita como hombre.

Juan la miró asombrado. Parecía no entender lo que ella trataba de decirle, se quedó parado, quieto, una estatua de sal. Pero en sus ojos Tristana descubrió una chispa de interés, una cierta ansiedad, y en las manos un ligero temblor, mientras sus dedos tamborileaban sobre el mantel de tela, que ella bordó hace muchos años para su ajuar.

─ Déjame hablar, por favor, no me interrumpas ─suplicó Tristana─ llevamos juntos más de treinta años, sé qué puedo confiar en ti. No, no digas nada, espera. Dolores es aún una mujer joven, y está destrozada. Más de una vez me has dicho que le ronda el suicidio por la cabeza, la tarde que la vi, cuando tomamos café en el bar de Paco, despertó en mí una gran compasión, la necesidad de hacer algo por ella, pero no se me ocurría qué. No, cállate, sé que vas a decir que siempre me siento responsable de los males de todo el mundo. Quizás lleves razón pero en este caso es algo acuciante, no puedo explicarte por qué, ni siquiera yo lo sé.
─ No sé a dónde tratas de llegar, pero creo que deberías dejarlo, haré como que no he oído nada, y ya está.
─ No puedo, la idea me obsesiona desde ayer, desde que os vi charlando en la cena, se me ocurrió de repente, fue una luz, como esas bombillitas que ponen en los tebeos sobre las cabezas de los personajes. Tú puedes hacerla salir de la situación en la que está. Sólo tienes que prestarle un poco de atención, mimarla, mostrar interés por ella como, como… mujer.
─ ¿Estás loca? Yo ya tengo una mujer, y si mal no recuerdo, eres tú, Tristana, mi esposa.
─ Y seguiré siéndolo, no te preocupes por eso. Será una farsa, te interesarás por ella hasta que logre salir de su depresión, luego todo volverá a la normalidad.
─ ¿Así, tan fácil?
─ A las mujeres nos gusta que se interesen por nosotras, nos sube la moral, ella se recuperará de la tragedia que ha sufrido y tú regresarás a mí.
─ ¿Y si me enamoro de ella? ¿Y si me pide que me meta en su cama?

Un silencio sucio se instaló entre ellos dos. Tristana los imaginó desnudos, en la misma cama, el cuerpo fuerte y conocido de su esposo, la silueta aún joven de Dolores a su lado. Un cuchillo acerado se le clavó en la espalda, reconoce a los celos, otras veces los ha sufrido. No le hacen desistir de su idea. Ahora sabe que lo hace por ella misma, con el paso de los años ya no puede estar segura del amor de Juan, ya no cree que su cuerpo cansado despierte sus sentidos, quizás piensa en otra cuando le hace el amor. Si superan esta prueba, si él sigue queriéndola cuando haya pasado, vivirá segura, no volverá a dudar de su cariño.

Juan se fue a la cama sin contestar. Tristana no insistió, se acostó a su lado, resguardándose en su esquina de la cama, sin rozar el cuerpo de su amado. La tensión durmió entre ellos, Tristana no pudo pegar ojo, otra noche en blanco. Sabía que él tampoco logró conciliar el sueño apacible de otras madrugadas.

El día amaneció gris y deslucido, apenas hablaron durante el desayuno, Tristana trató de buscar su mirada, o un gesto que delatara que había tomado una decisión, pero Juan la esquivó, hasta que por fin, unos segundos antes de marcharse dijo:
─ Lo haré, no sé lo que pretendes con esto Tristana, pero lo haré. Espero que no tengamos que arrepentirnos.

Pronunció las últimas palabras en tono de amenaza, ella se asomó a la ventana para verlo marcharse, caminaba cabizbajo como si sobre su cabeza llevara todo el peso de la lluvia que empezaba a caer. Antes de subir al coche, levantó la cabeza y sus miradas se cruzaron por última vez. Tristana cerró los postigos y se puso a llorar, las palabras de Juan aún resonaban en su cabeza.





lunes, 19 de abril de 2010

Una nueva locura


No se me ocurre definirlo de otra forma. Ayer por la tarde inicié una novela que debo terminar en las seis semanas próximas. Es una locura porque tengo el argumento cogido con pinzas, no he desarrollado los capítulos, ni sé muy bien como va a terminar. Una idea absurda, ese es el título que le he puesto, y que define muy bien mi forma de proceder. Envié el primer capítulo un par de horas antes de que se cumpliera el plazo de admisión al concurso de Ediciones Fergutson.


En fin, a lo hecho, pecho, sabia expresión popular. Os dejo el enlace por si quereis leer el primer capítulo, admito sugerencias e ideas para continuarla: Una idea absurda



domingo, 18 de abril de 2010

Fallado el IV Concurso de Cartas de Amor- Alcaudete

Os dejo el fallo del certamen de cartas de amor de Alcaudete, no tengo los nombres de todas los autoras de las cartas finalistas que se publicarán en el libro, en cuanto los sepa los pongo por aquí. Mi enhorabuena a las ganadoras.



El pasado 12 de abril de 2010, se emitió el fallo del VI Concurso de Cartas de Amor, que convoca la Concejalía de Educación y Cultura a través de la Biblioteca Pública Municipal “Miguel de Cervantes Saavedra”.

Este año, se introducía la novedad de poder enviar las cartas por correo electrónico, lo que ha hecho que el número de participantes aumente, hasta un total de 73 personas, de toda España y algunas de países extranjeros, como Cuba. Chile, Perú.

El jurado presidido por Yolanda Caballero, concejal de Educación y Cultura, ha contado con el asesoramiento técnico del Doctor en Filología Inglesa, por la Universidad de Jaén, D. Juan Ráez Padilla.

La decisión del jurado, ha seleccionado diez cartas finalistas, todas ellas escritas por mujeres, que se publicarán en un libro editado por la Concejalía de Educación y Cultura. De entre éstas se han elegido, las tres ganadoras, que han sido:

1º Premio: “Azorado” – 200 euros y lote de libros.
Autora: Lourdes Aso Torralba de Jaca (Huesca).
2º Premio: “Sin título” – 100 euros y lote de libros.
Autora: Visitación Benedit Beltrán de Córdoba.
3º Premio: “El trébol de cuatro hojas” – 50 euros y lote de libros.
Autora María José Lozano Gómez de Cádiz.

Los premios serán entregados una vez esté publicado el libro. Tras el éxito de participación, ya se trabaja en la VII convocatoria.

miércoles, 14 de abril de 2010

Convocado 7º Certamen de Narrativa Breve Canal Literatura

Un año más Canal Literatura convoca su certamen literario, yo he tenido una buena experiencia en este concurso, durante dos años consecutivos quedé finalista y en la edición pasada recibí una mención en el Premio Especial Amor en el Tiempo, esto significa que tengo tres relatos publicados con ellos. Os animo a participar, porque publica a finalistas y por el encuentro en Murcia, el día de la entrega de premios, a ver si nos vemos por allí algun@ de los amig@s bloguer@s.



Por séptimo año consecutivo La Asociación Canal Literatura convoca un certamen de narrativa breve que se desarrolla íntegramente en Internet con la exposición de todos los textos concursantes, que pueden ser comentados, compartidos y votados por todos los lectores. La idea trata de promover y estimular la lectura y la creación literaria, así como la participación a través de las nuevas tecnologías con seguridad y confianza.

Este año, además, lo preside Laura Borràs, Profesora de Teoría de la Literatura en la Universitad de Barcelona, muy vinculada a la enseñanza en entornos virtuales y experta internacional en literatura digital, lo que supone un nuevo reto para los concursantes. El plazo de presentación es desde hoy 14 de abril hasta el 31 de mayo 2010 y los textos podrán enviarse exclusivamente por correo electrónico a la dirección: relatos@canal-literatura.com cumplimentando los formularios oficiales que se pueden descargar de la página del certamen dónde se explican detalladamente las bases de participación y que recomendamos leer antes de iniciar cualquier trámite.Primer premio: 600 euros, trofeo y matricula de un curso en la Escuela de escritores Alonso Quijano, segundo premio: 300 euros y trofeo, tercer premio: 150 euros y trofeo.
¡¡Animate y participa!!

martes, 13 de abril de 2010

Aún estás a tiempo de inscribirte en el taller


Quedan pocos días, el jueves 15 de abril se inicia el taller de escritura para jóvenes en Alcaudete. Si estás leyendo este post y conoces a alguien que puede interesarle no dudes en compartir la información. Más detalles sobre el curso:



lunes, 12 de abril de 2010

Revista literaria Creatura Marmolejo, ¿quieres colaborar?

Os paso una información por si os apetece colaborar en esta nueva revista. Me han pedido que le de difusión y aquí estoy, en principio es digital, pero creo que están buscando financiación para sacarla en papel. Les deseo mucha suerte, este tipo de proyectos siempre son bienvenidos.




DAMOS LA BIENVENIDA A TODAS AQUELLAS PERSONAS QUE DESEEN COLABORAR CON ESTE PROYECTO DE REVISTA CREATIVA Y LITERARIA.


Les solicitamos artículos literarios, críticas literarias, reseñas literarias, cartas literarias, poemas, relatos breves, cuentos, manifiestosliterarios, monólogos literarios, diálogos literarios, citas literariascomentadas, sentencias o axionas literarios, literatura oral rescatada,documentos literarios antiguos desconocidos o poco conocidos, breves guiones de teatro, breves guiones cinematográficos, epitafios literarios…creaciones literarias de cualquier tipo, género o subgénero.Incorporaremos Secciones, como la literatura infantil, la literatura detrerror, la literatura de humor, la literatura rosa, la literatura deciencia ficción, la literatura erótica, la literatura de suspense, laliteratura histórica, traducciones literarias, etc, etc. Se trata deconseguir un *órgano de expresión literario* de todos para todos.*¡Consigámoslodivulgando al máximo esta idea y participando en ella!*G R A C I A S.
Envía tus colaboraciones al siguiente email:
creaturamarmolejo@gmail.com

viernes, 9 de abril de 2010

Premio Orola de Vivencias, pasé la primera criba.


Con mi relato, Nadie regresa de la vida, he conseguido estar entre los 100 seleccionados de un total de más de 1800 textos presentados por autores de diversos países. Esto garantiza la publicación del relato en la antología que publicará la Editorial Orola. ¿Paseré a la siguiente fase? Ya os iré contando.

Más información en el blog del concurso:

miércoles, 7 de abril de 2010

Taller Literario para Jóvenes en Alcaudete


La Biblioteca Pública Municipal "Miguel de Cervantes Saavedra", organiza un Taller Literario para Jóvenes, de 12 a 18 años de edad.
Impartido por Felisa Moreno Ortega, la autora de la novela "La asesina de los ojos bondadosos", se desarrollará durante el mes de abril, a lo largo de los días 15, 22 y 29 de abril de 2010, de 6 a 8 de la tarde.
El taller que se enmarca, dentro de las actividades programadas con motivo de la celebración del Día Internacional del Libro, pretende despertar en los jóvenes el interés por la escritura, mediante el uso de técnicas que estimulen y alimenten su creatividad.
Si quieres participar, pásate por la Biblioteca y apúntate.

Pues eso, que lo doy yo, ¿te animas a participar? Seguro que lo pasamos muy bien y lo mismo hasta aprendemos algo.

martes, 6 de abril de 2010

Mami, hoy es el mejor día de mi vida…


… Me ha dicho mi hijo cuando lo he recogido del fútbol, me ha mirado con su carita morena y esos ojos brillantes que hablan sin palabras. Ha metido dos goles y ya casi ni se acuerda cuando la semana pasada su hermana le preguntó “Juanma, de qué juegas, de delantero o de defensa” y él le respondió con una sonrisa triste “de nada, porque nadie me pasa la pelota”. A veces no es fácil ser niño, si llegas el último, si nadie te quiere en su equipo, si te repiten constantemente que eres muy malo, puedes hacer dos cosas: rendirte o luchar, Juanma, al acudir de nuevo al campo de fútbol ha optado por esta última opción y por eso se siente tan feliz, ha superado sus miedos. Hay cosas en las que mamá no puede, ni debe, intervenir.

Hoy, además de goles, ha estrenado mella, es decir, se le ha caído su primer diente de leche. Esta noche le costará dormirse, todos hemos intentado sorprender al Ratoncito Pérez in fraganti.

Los niños estrenan el mundo cada día, para ellos es una gran caja llena de sorpresas, cada jornada puede ser el mejor día de su vida, un par de goles, un diente caído y la visita de un ratón invisible valen más que todo el dinero del mundo.

lunes, 5 de abril de 2010

Una pequeña colaboración


"El olivo, un árbol milenario, no entiende de ecologismo aunque en la memoria de los ejemplares más viejos, de troncos retorcidos y raíces profundas, aún perduran los tiempos en los que los hombres sabían guardarles respeto. Cuando no se empeñaban en asfixiarlos con productos químicos, ni eliminar cualquier posibilidad de convivencia amable con animales y otras plantas. Es el olivar ecológico una isla de vida en mitad de un desértico mar de olivos, una isla que anhelo ver crecer como una mancha de aceite, hasta reconciliar al hombre con el árbol."

Este pequeño texto está dentro de un artículo sobre agricultura ecológica escrito por el periodista Luis Conde-Salazar y publicado en la revista La Fundación. Coincidimos en Facebook y al saber que era de Jaén me preguntó sobre el olivar ecológico, después me ofreció la posibilidad de aportar al artículo unas frases literarias sobre este tipo de cultivo. Es mi primera colaboración en una revista de tirada nacional, me hace ilusión ver mi texto y mi nombre en sus páginas; creo que merece un lugar en mi blog y mi agradecimiento a Luis por ofrecerme esta oportunidad.

jueves, 1 de abril de 2010

Alcaudete Imaginado: El castillo


Os dejo mi colaboración en la revista municipal Deparenpar, un relato ambientado en el Castillo de Alcaudete.


La subida hasta el Castillo aparecía iluminada por un sol en apuros, a punto de ser devorado por la línea del horizonte. La oscuridad no preocupaba a Carlos, ilusionado en visitar la fortaleza al abrigo de la noche. Así le costaría menos imaginar que el tiempo había retrocedido, que se encontraba en la Edad Media. El corazón danzaba agitado dentro de su pecho, para calmarse trató de acompasar sus latidos a las marchas de la Semana Santa: Ta, taratata, taratata, tan, tan… Apretó la mano de su padre y notó su propio sudor, se soltó con rapidez para limpiarse la palma en el pantalón. No podía permitir que lo creyera un niño miedoso, pronto cumpliría nueve años.

Las puertas del Castillo Calatravo volvieron a sorprenderlo, se sintió pequeño, un insecto insignificante a punto de cruzar el umbral que conduce a otro universo, a un mundo tan pasado como real, lleno de vidas y muertes, de caballeros y damas, de monjes guerreros… Con sus ojos de chiquillo que quieren comerse el mundo, busca ansioso las piedras esféricas, pruebas irrefutables de que en aquel castillo se habían librado cruentas batallas. Sonrió con satisfacción al comprobar que seguían allí, cerca del aljibe, esperando pacientes para ser lanzadas desde alguna catapulta.

Avanzaron en silencio acortando los metros que les separaban del refectorio. Cuando se adentraron en el edificio, la noche ya se había apoderado del aire tornándolo frío y espeso, casi tangible. La estancia era rectangular, de techos altos y paredes revestidas en piedra; adheridas a ellas, unas antorchas coniformes proporcionaban una luz irreal, mágica.

A Carlos le llegó un extraño olor a aceite quemado. Sorprendido, revisó con la mirada una por una las lámparas para asegurarse de que eran eléctricas. De repente, se sintió atraído por una figura blanca situada al fondo de la sala. Cuando se acercó pudo comprobar que se trataba de un muñeco vestido con los hábitos de la Orden de Calatrava; sobre el pecho destacaba la cruz roja, flordelisada. Se aseguró de que su padre no le miraba antes de tocar aquellas atrayentes ropas. Fue entonces cuando sucedió lo imposible, el maniquí movió el brazo con agilidad y lo agarró por la muñeca, mientras su boca pronunciaba estas palabras “tengo sed, la jornada se hizo larga, luchamos con brío, el enemigo era fuerte y bravo, pero conseguimos vencerlo”.

Carlos no podía dar crédito a sus oídos, ni a sus ojos. Ante él, el rostro de un hombre, curtido por el sol y las guerras le sonreía. “Venga, jovenzuelo, moved vuestras piernas y traedme vino”, dicho lo cual le pegó un empujón que casi lo tira al suelo. El niño salió corriendo, preguntándose dónde podría encontrar la bebida. Recordó entonces que después de la visita se serviría un aperitivo en las caballerizas. Con sigilo, para evitar que lo descubrieran los camareros, cogió una de las jarras y la ocultó bajo su chaqueta. Regresó al refectorio, ahora el corazón no atendía a razones ni a marchas semana santeras, se le iba a salir por la boca. Su padre seguía charlando con un amigo, ajeno a sus preocupaciones. Entregó el recipiente al monje y dio un paso atrás. En ese momento oyó que lo llamaban y se marchó, sin esperar a que se tomara el vino.

No pudo ocultar los nervios por mucho tiempo y su padre terminó interrogándole; “¿qué has hecho, has roto algo?”. Intentó contárselo, pero las palabras se resistían a salir; por fin pudo decir “el monje ese está vivo”. Su padre lo miró divertido, con una sonrisa de incredulidad en la boca, de todas formas, accedió a acompañarlo. Cuando llegaron ante el maniquí, sólo era eso, un muñeco de manos rígidas e inmóviles, incapaces de sostener ningún objeto. Su padre se alejó riendo mientras repetía “Este niño no va a cambiar nunca”.

Carlos, desolado, busca la jarra de vino, la encuentra casi oculta tras la túnica calatrava y la recoge para devolverla a su lugar, convencido de que todo ha sido fruto de su imaginación. Casi se desmaya cuando comprueba que está vacía y que un pequeño arroyuelo rojo desciende por la comisura de los labios del maniquí.