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miércoles, 18 de enero de 2012

Entrega de premios del periódico Ideal

Esta es la noticia publicada en Ideal.es sobre la entrega de premios a la que no pude asistir por la nevada del lunes. Ya tengo en mi poder la placa conmemorativa (en cristal, muy chula) y el cheque con el importe del premio, me falta el libro que recopila los relatos ganadores y finalistas, espero conseguir algún ejemplar.

José Gutiérrez, de la Academia de las Buenas Letras, dio en el clavo al hablar de la relación entre el periodismo y la literatura en el acto de entrega de los premios del XV Certamen de Narraciones Breves de IDEAL. Acertó a la hora de enjuiciar el verdadero sentido de un periódico que puede, y debe, mantener un espacio dedicado a un género que no siendo la opinión o la información, puede atraer al lector: «Sorprende, y es digno de todo elogio, que en unos tiempos marcados por la ociosidad más superficial y el mercantilismo más descarado, cuando las páginas de Cultura de los periódicos son, por lo general, apenas una irreconocible sombra de lo que fueron en el pasado hasta hace escasamente un cuarto de siglo, sorprende digo, que IDEAL mantenga vivo este concurso de cuentos, un género que paulatinamente va ganando adeptos entre los lectores y también entre los autores».

En su intervención, José Gutiérrez afirmó que «es reconfortante constatar un año más que IDEAL sigue apostar por la literatura en general y el cuento en particular».

El Paraninfo de la Facultad de Derecho se llenó para presenciar el acto de entrega de estos premios que este año han recaído en María Sevilla, Gloria Marchal y Felisa Moreno Ortega. Estuvo presidido por José Morenodávila, presidente del Consejo de Administración de IDEAL.

Además de José Gutiérrez, intervinieron Jacinto S. Martín, también miembro de la Academia, y el presidente de la misma, Antonio Sánchez Trigueros. Ambos destacaron el valor del cuento en la literatura actual y ensalzaron las narraciones ganadoras en este certamen «prestigioso ya por la calidad que atesora cada uno de los trabajos, por los ilustradores de los mismos y por la categoría del periódico», señaló Jacinto S. Martín.

Sánchez Trigueros resaltó la gran trayectoria cuentista de Granada que ha tenido a dos literatos de aquí como Ayala y Pedro Antonio de Alarcón entre los primeros de nuestro país.

Las ganadoras recogieron la correspondiente estatuilla y los premios de 600, 300 y 240 euros que corresponden a los tres primeros premios

miércoles, 24 de agosto de 2011

Amantis, mi relato en el Periódico Ideal

Al igual que el año pasado, he participado en el Certamen de Relatos de Verano convocado por el periódico Ideal. Durante el mes de agosto se van publicando los relatos finalistas, de entre ellos se eligirá posteriormente a los ganadores. Ayer, martes, apareció el mío, un cuento titulado Amantis.
Me hace mucha ilusión estar entre los finalistas, sobre todo, porque mi relato ya ha sido publicado, porque ha llegado a un montón de gente que lo ha podido disfrutar, como hago yo con el resto de los cuentos finalistas que se van publicando cada día.
Creo que es una iniciativa interesante que los periódicos incorporen algunas páginas dedicadas a la literatura, pero no como algo anecdótico, sino de manera habitual. Quizás así se consiguiera enganchar más gente a la lectura.
Aquí os lo dejo, por si os apetece leerlo. Feliz verano, aunque ya nos va quedando poco.



Título: Amantis

Alquilé el piso por Internet; pleno centro, noventa metros, con ascensor, a un precio irrisorio. Las llaves la tenía el portero, un hombre de aspecto sucio y desastrado, que no mostró demasiado interés en el asunto, ni siquiera me acompañó a verlo. Me dijo que podía revisar el piso por mí mismo, sin prisas, que cuando terminara ya me cobraría la fianza y el mes por adelantado. ¿Y si no me quedo con él?, le pregunté, asombrado por su actitud. Todos se quedan, contestó y, con gesto siniestro, desapareció tras la puerta.

Aquello me daba mala espina, así que me dispuse a examinar la vivienda con calma, buscando hasta el más mínimo defecto. Tras inspeccionar varias habitaciones, todas en impecable estado, entré en la sala de estar y algo llamó poderosamente mi atención. Una butaca reinaba en la estancia, todos los muebles y objetos parecían estar dispuestos para que ella destacara, incluso la lámpara iluminaba con más fuerza el espacio donde se ubicaba. Una pieza de diseño clásico, tapizada en blanco, con brazos cilíndricos y respaldo con orejeras. Las patas delanteras formaban sendos arcos, mientras que las traseras eran rectas y más resistentes. Desde el instante que la vi, ejerció sobre mí una atracción irresistible. Su piel blanca brillaba como los ojos de un felino al acecho. Pura provocación. Me acerqué con recelo y me senté, dejándome acariciar por sus manos de gata invisible. Entonces descubrí el placer, un placer oscuro que subía en oleadas negras y calientes, como un chocolate dulce y espeso que se iba derramando por mi cuerpo, que enredaba mi entendimiento.

Esa misma noche me instalé en la casa. El portero, que me recibió con una sonrisa sarcástica bailándole en los labios, no mostró inconveniente en que me quedara. Contó los billetes y los guardó en un bolsillo interior de su chaqueta. No me dio ningún recibo, ni yo me atreví a pedírselo. Un mal presentimiento pasó fugazmente por mi cabeza; lo alejé de un manotazo, ¿qué podía salir mal? Disponía de un piso magnífico a un precio irrisorio y, además, estaba lo de aquel sillón, jamás había experimentado una sensación tan irreal y a la vez tan intensa.

Los primeros días sólo pasaba allí los ratos libres. Nada más sentarme, caía inmerso en una felicidad absoluta, un goce indescriptible que me dejaba más agotado que el sexo. Luego, buscaba con ansia esos momentos de ocio, y llegué a renunciar al resto de mis aficiones. Ya no quedaba con mis amigos, ni me iba los sábados a la discoteca. No necesitaba buscar chicas para noches de pasión. La butaca de piel blanca me proporcionaba el placer más inmenso que nunca hubiera podido imaginar.

En pocos días empecé a faltar al trabajo, perdí peso, los amigos y las ganas de moverme. Sentarme en aquel sillón se había convertido en mi única obsesión, un vicio que me dominaba, no conseguía permanecer ni unas horas alejado de él. En un intento de conservar mi trabajo, pues ya se me habían acabado las excusas para ausentarme, adelanté las vacaciones. Treinta días que pasaron en un sueño. No fui consciente del tiempo transcurrido hasta que me llamaron de la empresa. Debería haberme incorporado el lunes de esa semana, y ya era jueves. Mi jefe, furioso, amenazó con despedirme. No me importó. Ya no necesitaba el trabajo, ni a los amigos, que se habían cansado de llamarme; ni a mi familia, que vivía mi encierro voluntario con preocupación. Lo tenía todo. Un placer extraordinario que, cada día, conforme me sentía más débil, vivía con mayor intensidad, al límite de la extenuación.

Una semana después me faltaban fuerzas para realizar las tareas más básicas. Llevaba cinco días sin comer nada sólido. Apenas me levantaba del sillón, ni siquiera para ir a la cocina a prepararme algún alimento; a lo sumo, cogía lo primero que encontraba en la nevera. No salía a la calle, pronto los víveres empezaron a escasear. La última jornada sólo bebí agua del grifo. Al ir al baño y mirarme en el espejo, al ver mi rostro cadavérico, las cuencas de mis ojos hundidas, la piel transparente que mostraba sin pudor el contorno de mis huesos, comprendí que se acercaba el final.

En un intento desesperado por recuperar al hombre, aseado y pulcro, que hasta hace poco fui, busqué la maquinilla de afeitar. En el baño, como en toda la casa, reinaba el caos. Por fin la encontré debajo de unos calzoncillos sucios. Las manos me temblaban demasiado, tras varios cortes en ambas mejillas, desistí. Vi correr la sangre por mi rostro, arrastrándose como una serpiente venenosa. Por su color granate oscuro y su aspecto reseco parecía que se hubiera derramado mucho tiempo atrás. Parecía la sangre de un muerto.

No había ninguna salida, sólo deseaba sentarme sobre ella y esperar, pero antes tenía un encargo que cumplir. Sin molestarme en limpiar mi cara, me fui hacia el salón, debía ahorrar la poca energía que me quedaba. Encendí el ordenador, tecleé con dedos torpes un par de frases. Mi instinto de supervivencia me gritaba que pidiera ayuda, que enviara correos a los amigos, que entrara en el Messenger por si había alguien conectado. Yo sabía que era inútil. No me dejaría, me vigilaba de cerca.

Unos minutos más tarde, cumplida mi última misión, me dejé caer sobre la butaca de sedosa piel blanca. Sabía lo que me esperaba, pero no me quedaban fuerzas para luchar. Devoraría mi cuerpo, como una amantis deliciosa y cruel. Antes de morir, de desaparecer engullido en la voracidad de sus abrazos, había puesto el anuncio del piso en Internet.

“Un auténtico chollo: Pleno centro, noventa metros, con ascensor…”.










jueves, 23 de junio de 2011

Libro Relatos Cortos Ideal. Verano 2010

Si algo he aprendido en los años que llevo escribiendo es la necesidad de tener paciencia. Es normal que cuando empiezas desees publicar, ver todos tus historias plasmadas en papel, por eso proliferan las empresas de autoedición, por nuestras urgencias de escritores noveles. No trato de hacer ninguna crítica, yo misma he pasado por esa fase.

Ahora tengo la convicción de que a cada obra, si tiene un mínimo de calidad, le llega su momento. Acecha la miseria creo que no es un mal relato. Sin embargo, fue rechazado en bastantes certámenes, hasta que encontró su sitio en este libro, al quedar finalista en el certamen que convoca el periódico Ideal.
Como siempre ando un poco despistada ni siquiera me enteré de que había salido publicado en ese periódico en el mes de agosto, ni que hubo una presentación del libro. Apareció un día, sin esperarlo, en mi buzón de correos.

Os lo dejo por aquí, a ver que os parece.

Título: Acecha la miseria
 
De entre todos los áticos de la ciudad tuviste que elegir precisamente éste, el que da a los tejados de la ciudad vieja, como si quisieras recordarme en cada momento de donde provengo, a donde iré a parar que cuando te deshagas de mí.


Salgo a la azotea, miro a la mujer de la terracita roja, en chándal y camiseta, distingo a lo lejos las macetas que decoran la pared. Contemplo la ropa tendida, el humo en las chimeneas... Aturdida regreso al salón. Me esperas sentado en el sillón de piel. Trato de descubrir la burla en tus ojos, en apariencia inocentes. El lujo me rodea, pero si salgo al balcón vuelvo a sumergirme en la miseria. Muy propio de ti.

A pesar de todo, te doy las gracias y me siento a tu lado como una perrita fiel. Me acaricias el pelo y la sensación de pertenecer a una raza inferior se instala definitivamente en mi alma. Tendré que convivir con ella.

Tu boca habla de futuro, de proyectos mientras tus dedos helados reptan por mi muslo hiriendo mi piel con su frío. Mentiría si me confesara enamorada. También lo haría si dijera que me eres indiferente. La atracción que siento por ti va más allá del amor, del cariño entrañable que existe en una pareja normal. Más allá de la pasión, de la fiebre que desprenden dos cuerpos encontrados. Es una especie de perversión que alimenta mis instintos más bajos, los pecados que no logró borrar el agua bautismal.

En cuanto te marchas, salgo de nuevo a la terraza. Sé que me imaginas mirando las tejas marchitas de mis recuerdos. Sé que sonríes con suficiencia mientras te subes al coche y le das instrucciones al chofer. Sé que activas en tu portátil las cámaras de vigilancia que has instalado en el piso y que miras como contemplo mi pasado. Me desnudo para ti. Desabrocho el vestido que cae ligero a mis pies, ansioso de fundirse con el suelo, de crear un arabesco rojo sobre la baldosa blanca. Le sigue la ropa interior, esa tan cara, tan delicada. La arranco de mi cuerpo y se desprende como pétalos de margaritas en las manos de una muchacha enamorada.

Así, desnuda, me dejo contemplar por la mañana que se recorta azul sobre los tejados sucios. Temo que se contamine al tomar contacto con la pobreza que embriaga al barrio. Una leve brisa recorre mi cuerpo desnudo, el vello se eriza, como trigo a punto de ser cortado. Soy mies, esperando la hoz, esperando las manos callosas del verdugo. Esperando...

Aún no he cumplido treinta años y me siento vieja. Me duele la cabeza. Tengo frío. ¿Qué pensarás mientras me ves allí, junto a la baranda, como una paloma a punto de levantar el vuelo? ¿Volverás a rescatarme? Te reirás y contarás los segundos que tardaré en regresar al salón y servirme una copa. ¿Desde cuando hablo así? Ya no recuerdo, tú me enseñaste. Antes, cuando vivía en el barrio, nunca me servía copas, me pegaba un lingotazo de calimocho, con la Vane y la Pili. Juntas recorríamos las calles, animadas por la locura de la adolescencia. Nos besábamos en las esquinas con el César o el Lolo, a veces incluso les dejábamos que nos tocaran las tetas. Entonces todo era más fácil, yo era la chica más guapa del barrio y tú aún no existías.

El güisqui quema mi garganta; con un poco de suerte, arrasará también mis recuerdos, convirtiéndolos en cenizas pardas. No volveré a entrar en esa cafetería, no volveré a mirarte, ni me quedaré prendada de tu aspecto de hombre rico. No aceptaré tu invitación para tomar un café. No dejaré que tomes mi mano con las tuyas, ni que me roces el cuello con tu aliento de cazador. No consentiré en subir a tu coche descapotable, ni que me lleves a dar una vuelta por la otra ciudad, la que algunas veces mis pies de niña recorrieron intimidados.

Me dejo adormecer por la música. Barber compuso este adagio para mí, para expresar con sus notas mi tristeza. Sí, también fuiste tú el que me enseñó a amar la música clásica, el que tiró mis discos de Camela a la basura, con ellos se fueron la Vane y el César y todo aquello que un día fui. Cómo añoro ese estado de candidez, esa ignorancia alegre, ese camino de rosas y espinas que nunca pude terminar de recorrer.

Me miras. Sé que me miras. Tratas de adivinar lo que piensa tu juguete. No quiero darte el placer de verme derrotada. Me levanto y desnuda recorro la casa. Busco indicios de tu presencia y no encuentro nada. Abro los armarios y sólo veo mi ropa, decenas de trajes y vestidos clasificados por colores. Me asalta la visión de otro armario, de otra casa, el olor a cebolla, los gritos en la escalera, la mancha de humedad en el baño, la cera caliente en un cazo, los cuadernos sembrados de corazones atravesados por flechas inofensivas, el aroma de la colonia fresca, el chirrido inquietante del somier cuando colaba a César en mi habitación...

A veces juego a inventar mi vida sin ti. Me veo de camarera en un bar, con los pies destrozados y las manos enrojecidas. Gorda y cansada. En casa me esperan mis hijos, el chico ya tiene seis años, la niña ocho. César trabaja de albañil, ahora está de baja porque se cayó del andamio, bebe mucho y a veces me grita.

Por más que trato de enmascararlo, en esas vidas ficticias siempre aparece un atisbo de esperanza. La mirada de un niño, una caricia en la espalda, … No debo pensar en eso.

Te imagino apagando el ordenador, cansado de observar a tu juguete; sabes que seguiré aquí, esperando, como un desahuciado aguarda la muerte, con la boca seca y el cuerpo húmedo. Me sirvo otra copa y cierro el balcón. Sin embargo, los tejados permanecen ahí, inmóviles. Bajos sus tejas ocres, amenazante, acecha la miseria.









sábado, 18 de diciembre de 2010

No pudo ser, me quedo en finalista del Felipe Trigo

Si algo he aprendido en el tiempo que llevo escribiendo es que hay que saber perder o, mejor dicho, no ganar. Cuando te presentas a un certamen sabes que te expones, con muchas probabilidades, al fracaso y hay que asumirlo.
Aunque yo no utilizaría la palabra fracaso, sobre todo en este caso, en que he conseguido estar entre los finalistas de un premio del prestigio del Felipe Trigo. Esto hace que confíe un poco más en mi novelita, que siga luchando por sacarla adelante. Llegará su momento, estoy segura, es algo que también he aprendido en los años, que ya van para cuatro, que llevo metida en esta locura de intentar ser escritora.
La asesina de los ojos bondadosos, mi primera novela, no ganó el primer premio al que la presenté, pero no me rendí, seguí mejorándola y presentándola a más certámenes, hasta que obtuvo el primer premio de la Diputación de Jaén y fue publicada.
Mis relatos han rodado de concurso en concurso, unos han ganado, otros han quedado finalistas, muchos han sido publicados en libros. Algunos se han quedado guardados en mi ordenador hasta que la editorial Hipálage decidió apostar por ellos y publicarlos en el libro “Trece cuentos inquietantes”.
El club de las palabras prohibidas, una novela juvenil, quedó finalista en los premios literarios Jaén de Caja Granada, luego una editorial la rechazó de malas maneras. Finalmente la publicará otra editorial que ha apostado por mí, Edimáter, con la que acaba de publicar nuestra amiga Maribel Romero su libro infantil “Charli y los cinco peligros”, muy recomendable, por cierto.
Con todo esto vengo a decir que esta noche no he recibido la llamada que esperaba, que aún no sé quiénes son los ganadores, pero desde aquí les envío mis más sinceras felicitaciones.
Yo me quedo con mi premio de finalista y la ilusión de que algún día veré mi novela plasmada en papel.

jueves, 3 de junio de 2010

2º Premio de Narrativa "Ciudad de Cantillana" Asociación "Coro Azahar"

(Momentos antes de iniciarte el acto, junto a otra de las ganadoras)
Recuerdo que estaba escribiendo, ya eran más de las diez de la noche, cuando recibí la llamada de Mari Pepa que, con voz emocionada, me comunicaba que mi relato había sido seleccionado como segundo del Certamen de Narrativa que convoca la Asociación Cultural y Artística "Coro Ahazar" de Cantillana.
Siempre es emocionante que te comuniquen que has ganado un premio, pero creo que nunca nadie había puesto tanta ilusión como Mari Pepa, la presidenta de la asociación, eso me animó a desplazarme a Cantillana, puso tanto interés en que asistiera, que no pude negarme.
Y no me arrepentí. Fue un acto muy emotivo, homenaje a Miguel Hernández, nos emocionamos con los poemas del poeta, recitados y cantados. A más de una se nos saltó las lágrimas. La sala estaba repleta de gente, que disfrutó con las actuaciones y que esperó pacientemente a la entrega de los premios.

Yo me prometí no ponerme nerviosa, me lo planteé firmemente. No lo conseguí. Ya estaba emocionada antes de subir al escenario para recibir mi premio. El resto de las ganadoras me dijeron que se habían sentido igual.








Me encontré con Manuela Padial, ya habíamos coincidido un par de veces en otros certámenes, bromeamos sobre el tema. Ella es una ganadora nata, creo recordar que lleva ya unos quince premios este año, y lo dice así, tan tranquila. En la foto también aparece Mila, la ganadora de relato corto, sevillana ella.



Aprovecho para dar las gracias a la Asociación "Coro Azahar", y especialmente a Mari Pepa, que me hizo sentirme como en casa, harían falta más personas como ella, preocupadas por la cultura, y por la gente.
(Mari Pepa es la de la blusa blanca y falda negra, un torbellino de mujer)



miércoles, 28 de abril de 2010

Cuando se acaba la magia



Mira en tu bolsillo, me dijiste, y saqué una rosa. Desde entonces supe que no podría vivir sin ti, sin tu magia. Me revelaste tus tretas de ilusionista, pero yo estaba convencida de que eras un mago de verdad y de que, algún día, me llevarías a dar un paseo por las estrellas. Nunca faltaron rosas, ni pañuelos de seda de mil colores en mis bolsillos de niña ilusa. Surgían de la nada y me ponía colorada cuando alguien descubría que habían nacido flores en el forro de mi chaqueta.

Me crecieron alas en los pies. No andaba, flotaba sobre una ciudad distinta, cuajada de luces y expectativas, una flor abierta a mis ojos, que ocultaba la suciedad y el ruido cotidianos. Si algo enturbiaba mi alegría, al más mínimo contratiempo, sólo tenía que acordarme de ti, de tu sonrisa. Entonces metía la mano en algún hueco de mi ropa y hallaba una flor que me recordaba que siempre estarías a mi lado, para comerte, con tus labios siempre ávidos de besos, mis dudas y mi incertidumbre.

Viajamos en el tiempo, tú fuiste Romeo y yo Julieta, Adán y Eva miraron envidiosos nuestro amor y quisieron salir del paraíso para sentir la llama que nos incendiaba cada noche. Que fluía de mi cuerpo al tuyo y viceversa, para nunca apagarse, manteniendo inflamada nuestra pasión. ¿Cómo podía yo reparar, en medio de ese fuego, en los pequeños detalles, en los breves indicios de tu posterior transformación? Acortar los escotes y alargar las faldas apenas era una ridícula muestra de mi amor, lo mínimo que podía ofrecerte a cambio de tus atenciones.

No recuerdo cuando se acabaron las rosas, los sonetos y las palabras dulces. No sé. Se me rompió la memoria y no consigo recomponer los pedazos. No sé donde se fue el mago que me hacía volar cada noche, tan cerca de las estrellas mientras devoraba las flores de mis pezones, aderezadas de locura y pasión.

Se lo comió el otro, el que no tiene alma, el que viste de negro y no saca conejos de la chistera, sino golpes y humillaciones. oco a poco, te fue desplazando, hasta dejarte confinado en uno de tus trucos, te hizo invisible para apropiarse de tus tretas, y de mí.

Nunca pensé que tendría que decirte esto, presento mi dimisión como ayudante de mago, ya no puedo encogerme más para que salga bien el número de “somos felices”. No puedo comerme tus ofensas, ni aderezadas con los pétalos de las rosas que me regalaste porque se han podrido en mi alma. No me quedan fuerzas para sonreír cada día, ni para disimular, tras unas gafas de sol, las flores moradas que siembras en mis ojos.

Nunca más tuya
Amanda.


(Relato seleccionado como finalista en el Certamen de Cartas de Amor de Alcaudete, honor que comparto con Maribel Romero, y con Lola Sánchez Lázaro, compañera del taller literario El Desván de la Memoria. Será una gran alegría compartir libro con las dos.)

viernes, 9 de abril de 2010

Premio Orola de Vivencias, pasé la primera criba.


Con mi relato, Nadie regresa de la vida, he conseguido estar entre los 100 seleccionados de un total de más de 1800 textos presentados por autores de diversos países. Esto garantiza la publicación del relato en la antología que publicará la Editorial Orola. ¿Paseré a la siguiente fase? Ya os iré contando.

Más información en el blog del concurso:

lunes, 29 de marzo de 2010

Mi novela finalista en el Certamen López Torrijos


Esta tarde he recibido una llamada agridulce, creo que esa es la palabra adecuada, la primera que se me ha venido a la cabeza. Un amable señor de la Correduría de Seguros López Torrijos me ha comunicado que mi novela ha quedado finalista en el certamen literario que esta empresa convoca. Más concretamente que llegó hasta el final, disputando el premio con la ganadora. Me aseguró que él, aunque no pertenecía al jurado, había leído mi novela y le había gustado mucho, sólo que el final le parecía un poco flojo. Creo que tendré que plantearme modificarlo, no es la primera opinión que recibo al respecto.

Es complicado explicar lo que sientes en un momento así, a la alegría de estar finalista se contrapone la decepción por no haber conseguido el objetivo: ganar el premio y publicar. No es la primera vez que me pasa, y siempre he procurado quedarme con la parte positiva. Este segundo puesto me servirá para revitalizar la fe en mi obra, que voy perdiendo conforme la presento a concursos que no gano, porque lo normal es eso, no ganar.

El certamen me ha dejado muy buenas vibraciones, por la conversación que he tenido con el coordinador del premio, me da la sensación de que es un concurso limpio, y lo digo porque todos tenemos reciente lo que ha pasado con nuestra amiga Maribel.

Quiero aprovechar para felicitar a la ganadora, Consolación González Rico, y desearle toda la suerte del mundo con su novela, La voz del mar.

Pulsa aquí para ver la noticia, aunque en la misma no aparecen los finalistas por decisión de la entidad organizadora, así que tendréis que confiar en que lo que cuento es cierto.
(La foto no tiene mucho que ver con el tema, pero siempre me anima ver a mis hijos)


viernes, 26 de marzo de 2010

Finalista en el III Certamen literario 8 de marzo del Ayuntamiento de Osuna


Hace unas semanas os traía las bases de este certamen, alguno de vosotros apuntastéis que el tema era peliagudo, Mujer en los medios de comunicación, finalmente se me ocurrió una idea y decidí enviar un relato, hoy me han comunicado que he sido finalista y que será publicado en el libro del certamen. El relato se titula "Confesiones" y coincide con el nombre del programa que presenta la protagonista, en el que ataca sin piedad a sus invitados. En la televisión no se cansan de mostrarnos este tipo de programas, conseguirán (o lo han logrado ya) que veamos normal que la gente acuda a un plató a sacar sus trapos sucios, delante de millones de espectadores. No sé lo que pensaréis vosotros, pero a mí particularmente no me gustan nada; claro que somos un país de cotillas y, a falta de vecinos a los que criticar, cada vez vivimos más aislados; estos programas pueden satisfacer esa necesidad de indagar en la vida privada de las personas.

No puedo terminar sin dar las gracias al Ayuntamiento de Osuna por convocar este certamen y al jurado por considerar mi relato digno de estar entre los finalistas y de ser publicado.

lunes, 14 de diciembre de 2009

El correo me trajo otro libro


Así, escaneada, la portada se ve un poco sosita, pero el libro está muy bien. Me lo he encontrado con el correo de hoy, reconozco que ya no es tan emocionante como las primeras veces, pero todavía sigo sintiendo un cosquilleo especial cuando tengo en mis manos un libro que recoge algún relato mío, esos que salen de mi cabeza y que a veces me asombran a mi misma. No por su calidad, sino por el tema, como es el caso de "Cuando Elena dejó de ser vaca". Una mujer que quiere adelgazar a toda costa para dejar impactado a su ex novio en su propia boda, una báscula muy especial que incluso sabe como ponerse borde y un final tan trágico como inesperado. Este relato quedó finalista en el I Certamen de Relato Corto "Manuel González Pérez" de la ciudad de Lebrija. Desde aquí quiero dar las gracias al Ayuntamiento por organizar este concurso y por enviarme cuatro ejemplares, ¡se han portado!

jueves, 1 de octubre de 2009

Fallo del II Premio Algazara de Microrrelatos, de la Editorial Hipálage‏


Ya conocemos el fallo de este premio que recoge microrrelatos opitmistas, de esos que nos provocan una sonrisa, que falta nos hace en estos tiempos de crisis. Se han recibido 906 textos de los cuales han sido seleccionados 304 para su publicación en el libro Más cuentos para sonreir.
Quiero aprovechar para felicitar a Susana, compañera de taller literario y amiga bloguera, que ha resultado ganadora de este certamen, junto a dos escritores más. Toda la información sobre el premio en este enlace http://www.editorialhipalage.blogspot.com/

Por cierto, uno de mis micros ha resultado seleccionado "Reflexiones sobre la natación sincronizada", de mi sección Cosas de niños, como en el primero apareció publicada una anécdota de mi hijo, "La muela del oeste" ; en este segundo me atreví con una de mi hija, que no quiero quejas.

Ah, otra cosa, ¿algún amigo bloguero más comparte libro?

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Finalista en los Premios Literarios Jaén de Caja Granada


Cuando empezaba a desesperar con mi novela juvenil me llega la noticia de que he quedado finalista en los Premios Literarios Jaén convocados por la Caja de Granada. Este certamen tiene un gran prestigio y buena dotación. En el caso de narrativa juvenil el premio ascendía a 15.000 euros y la publicación de la novela. Para los finalistas no hay nada, sólo la satisfacción de haber estado ahí entre los mejores. Se presentaron 34 obras de las cuales se seleccionaron tres finalistas, entre ellas estaba "El club de las palabras prohibidas", mi novela. El ganador fue César Fernández García, con la obra "Ellos", un reconocido escritor de literatura infantil y juvenil, al menos me queda el honor de que mi novela ha competido con la de un profesional.

Esta selección hace que recupere la fe en mi obra, que ya he perdido tantas veces. Desde que empecé a escribirla he estado a punto de tirar la toalla en varias ocasiones, pero al final creo que logré un texto bastante aceptable y que gustó a los chicos y chicas a los que se lo pasé para que me dieran su opinión.

En fin, que estoy muy contenta, aunque con un sabor agridulce en la boca, feliz por ser finalista, un pelín triste por haber estado tan cerca y no conseguirlo.
Para más información sobre los premios podeis visitar la web de Caja Granada