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jueves, 23 de enero de 2014

Y por fin, el silencio de Alicia G. García



  
Elisa tiene sobre su cabeza una sentencia de muerte, el médico le ha comunicado que tiene un cáncer terminal. Se pide vacaciones para poner en orden su cabeza y su vida, pero un suceso le impide alejarse de su trabajo como inspectora de policía. Ha aparecido muerta una muchacha, su cadáver sufre una mutilación que enlaza el crimen con dos casos anteriores.  Ella y sus dos compañeros, que se conocen desde su primer destino, tienen un especial interés en resolver este caso, así que Elisa trata de sobrellevar su enfermedad y los recuerdos de una infancia que no fue precisamente amable.
Con un lenguaje claro, sencillo, pero no por eso, falto de belleza, Alicia nos introduce en una historia policíaca donde no falta el maltrato y el abuso infantil, que condiciona el resto de la vida de sus personajes. Es importante destacar la relación de amistad que une a Elisa con sus dos compañeros  policías, que está en el eje de la novela. Ellos son su único apoyo, pues su madre siempre se ha despreocupado de ella. Me ha sorprendido agradablemente la profundidad de los personajes, la maestría con la que refleja los sentimientos, algo que no siempre se encuentra en las novelas de este género. Y la capacidad de conmover al lector.
Y de repente, el silencio me parece una novela muy recomendable, que engancha desde el primer capítulo y que tiene momentos brillantes con destellos de alta literatura. Estoy seguro que Alicia G. García tiene un futuro muy prometedor como escritora.
Puedes descubrirla por solo 1 euro en Amazon, en el siguiente enlace: http://www.amazon.es/Y-por-fin-el-silencio-ebook/dp/B00HVMH2C4/ref=cm_cr_pr_product_top



 LA AUTORA:
 
Me llamo Alicia González García. Nací en Gijón, Asturias, en 1972. Soy diplomada en Ciencias Empresariales, aunque mis inquietudes personales y laborales, no han estado muy dirigidas hacia mi formación reglada. Desde muy joven, participé en proyectos de carácter social, dirigidos hacia menores en riesgo social, primero como voluntaria y luego como profesional. En abril del año 2007 inicié mi andadura en el taller literario el Desván de la Memoria, que dirige Ramón Alcaraz.Gracias al apoyo de Ramón y a las experiencias acumulas en mi trabajo, tanto con los menores, como con sus familias, surgió la historia de “Buenos días”, mi primera novela, que resultó premiada en marzo del 2009 en el certamen Princesa Galiana que organiza el ayuntamiento de Toledo. En el año 2010, uno de mis relatos fue seleccionado para formar parte del libro Atmósferas, publicado por Escritores en Red. Otro de mis relatos está incluido en la edición del Crack del 2009, publicado en Marzo de2011 por Ediciones Parnass.

En Abril del año 2012 se produce la reedición de la novela Buenos días en papel. Un año después, Buenos días, inicia su andadura en los mundos digitales de Amazon.
Desde hace un par de meses poseo una pequeña casa, a la que con mucho gusto estáis todos invitados, si os apetece leer algunos de mis relatos. http://habiaunavezunaletra.blogspot.com.es/

Este 2014 comienza con la publicación de mi segunda obra “Y por fin, el silencio” una novela de misterio en la que mientras la inspectora Elisa Antuña descubre que su futuro desaparece, un antiguo caso sin resolver regresa a su vida, una nueva chica asesinada, un nuevo misterio sin pista. El pasado retorna para convertir de nuevo sus noches en pesadillas. Sin tiempo para pensar, Elisa debe actuar, no puede mantener sus fantasmas escondidos por más tiempo.

En febrero de 2014 verá la luz mi primera obra infantil Bernarda,la dragona, primero en Chile y unos meses más tarde aquí en España.

 

viernes, 27 de enero de 2012

En la bajamar, de Pedro Javier Martín Pedrós

El pasado  mes de noviembre asistí, por primera vez, a un encuentro de poetas que se celebró en Córdoba, fue allí donde conocí a Pedro Javier, donde pude escuchar su poesía y conocí su proyecto Poesía en la distancia. Me ha prestado esta hermosa poesía para mi blog, perteneciente a su libro En la bajamar. Espero que la disfrutéis tanto como yo.


Enamorarme de la vida


Enamorarme de la vida para ser valiente, y
dejar que mis lágrimas se asomen
mientras leo un poema a un buen amigo.

Enamorarme de la vida para inventarme
sueños, «paradas», donde quepa la utopía,
y los abrazos no se reduzcan a un
contacto o roce físico.

Enamorarme de la vida obsequiando
puestas de soles a los que
siempre se sintieron solos,
mal acompañados
y nunca queridos.

Enamorarme de la vida, regalando
pentagramas vacíos,
para que otros
pinten su música sin conservatorio,
sin conservantes
ni amigos influyentes.

Enamorarme de la vida después de la
despedida de un amigo,
en cualquier campo santo.

Enamorarme de la vida,
viajando, deslizando mis manos por las
carreteras y curvas de cuerpos, sin temor al
carné por puntos.

Enamorarme de la vida, sabiendo que este otoño
vendrán vientos y lluvias difíciles,
y que alguna tarde sentiré los bolsillos
de la vida vacíos.

Enamorarme de la vida,
a sabiendas que hay soldados que se
camuflan con trajes de poetas,
y que nunca aprenderán a esculpir
dos miradas amorosas llenas de deseos.

Enamorarme de la vida con el saco
lleno de un montón de años, y soñando
que el amor es posible, aunque parezca una
cursilería.

Enamorarme de la vida, creyendo siempre
que detrás de una sombra,
puedo encontrarme herrumbre,
madrugadas, escombros y caricias.

Enamorarme de la vida y
sorprenderme ante la
persona que encuentro en
el espejo
cuando me afeito cada mañana.

Enamorarme de la vida,
a sabiendas que hay caminos
con charcos pestilentes de
mierda y basura humana,
que hasta los jadeos de amor
se aprenden en las escuelas de
teatro.

Enamorarme de la vida y abrirle
la boca al mar, para que engulla
deseos, vibraciones prohibidas,
y desparramar los embalses ocultos
de mi adolescencia.

Enamorarme de la vida y descubrir el
placer de una muda limpia de cama, y
experimentar como se curan las heridas.
Enamorarme de la vida y rellenar
páginas en este viaje
donde, querer seguir siendo niño,
es una locura.

Pedro Javier Martín Pedrós.
Del libro : En la bajamar

 
Pedro Javier Martín Pedrós. Huelva 1952. Poemas suyos se encuentran recogidos en las antologías “Antología de poetas onubenses” (1.976),” Las noches del 1.900” (1.994), “Poetas por la Paz” Ediciones 1.900 (1.995), Padres y Madres (México 2.011, antología internacional del escritor Dante Medina). Y las revistas españolas como Volandas, Cuadernos del Sornabique, Océano y Traslapuente, participando en el año 2006 en el proyecto METAFORFOSIS (Caja de sueños) y en LABERINTO DEL VIENTO de la colección Punto.

Tiene publicado los siguientes libros:Trozos de Vida (1992),

Huellas de Agua (1994),Travesía Interminable (2005).

En la bajamar (2009)

Inicia en el año 2007, junto a Lupe García Araya, el proyecto “Poesía en la distancia” (primer libro de la colección), publicando en el 2008 “Viaje Inesperado” (segundo libro). En el año 2009 “Abrazos de náufrago" (tercer libro).En el 2010 el cuarto libro de dicha colección " Sin dejar Señales ". Y en 2011 “ Silencios encontrados “ el quinto libro de la colección.

Ha participado en los proyectos “Haz rodar una poesía“ denominado GIRAPOEMA. Y Poesía de Barra (un bar de poemas) de la editorial A Fortiori.

Actualmente, es coordinador del Azuldemar, colaborador habitual en diversas revistas virtuales. Es miembro de las siguientes Asociaciones: Asociación de Escritores y Artistas Españoles, Poetas del Mundo y REMES. Red Mundial de Escritores en Español.

Correo electrónico : jmartinpedros@hotmail.com


martes, 15 de noviembre de 2011

Pintaré un grafiti en tu corazón, de Julián Montesinos


Pincha sobre la foto para comprar el libro


Hoy me atrevo a “destripar” un libro muy especial, Pintaré un grafiti en tu corazón, de Julián Montesinos, publicado por la Editorial Edimáter. Antes de empezar pido disculpas al autor, pues mi capacidad de análisis y crítica literaria deja mucho que desear, pero quería compartir con mis amigos del blog las impresiones que me ha causado esta novela.
El libro, de lectura fluida y con destellos de buena literatura, nos mete de lleno en la vida de Marcos, un joven que acaba de enterarse de que su madre tiene cáncer. Para asimilar esta nueva situación que tiene en jaque a su familia, empieza a escribir un diario. Su padre, un periodista free lance, lo descubre y se aficiona a leerlo. Así se entera de la existencia de un blog creado por creado por Tejoqui (Quijote al revés), que no es sino el alias de un profesor de literatura muy especial. Desde el primer momento los alumnos, compañeros de Marcos, lo utilizan, pero no precisamente de la forma académica que el profesor pretendía, sino que lo convierten en un lugar de expresión donde comparten sus problemas, sus amores, sus inquietudes...

Un personaje fundamental es el padre de Marcos que, a través de la lectura del diario de su hijo y del blog de Tejoqui, logra acercarse a la generación de su hijo. Es él quien se encarga de recoger los testimonios expresados en el diario de su hijo, las aportaciones al blog y sus propias reflexiones para confeccionar esta novela con múltiples voces y gran variedad de protagonistas, un fresco de la sociedad actual donde encontramos personajes como los abuelos; Belinda, la inmigrante que cuida a la abuela; Alex, el compañero que tiene problemas con su padre alcohólico, etc.
En definitiva, una novela que nos lleva a la reflexión, que nos habla de la fragilidad de la vida, y de cómo una adversidad puede transformar y unir a una familia. Muy recomendable no sólo para el público juvenil a la que va destinada, sino también para los adultos.


SIPNOSIS:
Marcos, un joven de 2º de bachillerato, escribe en un diario el transcurrir de sus días a partir del momento en que a su madre le han diagnosticado un cáncer. Inmerso en los estudios, intenta comprender a su padre (un periodista freelance que acaba de llegar de América Central); alimenta el cariño incondicional que siente por su abuela, hasta impedir que la ingresen en una residencia de ancianos; desea ayudar a su madre, pero debe vencer cierta incapacidad para decirle lo que siente y piensa; y, por último, su vida en el instituto se convierte en un espacio de intensas relaciones personales tanto con sus amigos como con algunos profesores.

El narrador omnisciente de esta novela consigue unir armónicamente tres perspectivas (el diario de Marcos, un blog colectivo del profesor de Lengua, en el que participan sus alumnos, y la narración del padre de Marcos) hasta crear un todo coherente y emocional, porque, como piensa Marcos, las adversidades sirven para crecer por dentro.
 
BIOGRAFÍA


Nace en Alicante en 1963. Actualmente, reside en Elche. Es Doctor en Filología Hispánica, profesor de Educación Secundaria de Lengua Castellana y Literatura, y durante tres años ejerció como Profesor Asociado de Didáctica de Lengua y Literatura (Facultad de Educación) de la Universidad de Alicante. Ha desempeñado durante tres años funciones de Asesor de Formación en el CEFIRE (Centro de Formación, Innovación y Recursos Educativos), de Orihuela.
Ha publicado artículos de crítica literaria en varias revistas (CLIJ) y en el periódico Información, de Alicante, y varios artículos de opinión en EL PAÍS (Una nueva figura docente: el Coordinador de Lecturas en un IES) y LA RAZÓN (Breve análisis sobre la deficiente educación lectora en España). En 2004 colabora con la editorial SM en la elaboración del Plan Lector LEER ES CRECER, un trabajo consistente en un corpus teórico y en la redacción de guías de lectura, basadas en libros de literatura juvenil. En 2009 redacta materiales para la creación del Plan Lector de la editorial Casals (Bambú). En 2006 participa en el programa PLEC (Proyectos de Lectura en Centro Educativos). Desde septiembre de 2006 es director de contendidos de la página electrónica Fomento de la Lectura, de la Consejería de Educación de la Región de Murcia: www.educarm.es.
El 13 de octubre de 2003 leyó una tesis doctoral sobre La creación de itinerarios lectores en Secundaria: una metodología procedimental para el fomento de la lectura en la ESO.
Como escritor ha obtenido numerosos premios (Certamen Nacional de Narraciones de San Fulgencio; Premio de Poesía del Certamen Nacional Maxi Banegas, de Pinoso; Premio de Poesía Gabriel Miró de Castell de Guadalest; finalista del Premio de Poesía Antonio Machado de la Fundación Ferrocarriles de España y del certamen de cuentos Tierra de los Monegros, de Huesca; Premio de relatos Ana de Velasco de Marcilla, de Navarra; Premio de relato “Membrilla, la del Galán de Lope”, en Ciudad Real). Tiene dos libros de poesía publicados: en 1992, obtuvo el Premio Bahía de Poesía, de Algeciras, con el libro Paisajes y desconciertos, publicado por la Fundación José Luis Cano; y en 1999 gana el Premio Gerardo Diego de Poesía, de Tomelloso, con Accidental ternura.
La poesía es su vocación; la literatura juvenil, un descubrimiento imprescindible para acercar la literatura a los jóvenes; y la enseñanza, un quehacer felizmente compartido con sus alumnos.
Podéis escribirle a: julianmontesinos@gmail.com

martes, 27 de septiembre de 2011

El hechizo de la mujer dragón, de Ginés Vera...

...O como un libro puede devorarse como si sus capítulos fueran apetitosos canapés, o tapas, como se dice por mi tierra. El hechizo de la mujer dragón está compuesto por deliciosos entrantes, historias sorprendentes, algunas aterradoras, que en escasas páginas se desarrollan con gran acierto. El lector se queda con ganas de más, y eso es muy significativo de la calidad de la obra.
El libro de Ginés consiguió lo que ya no logran todos los libros, captar mi atención, llevarme de un cuento a otro sin pausa, sin tiempo para digerir lo leído, quizás eso me oblige a releer algunos de los relatos que más me gustaron.
Gines demuestra en esta colección de veinticuatro cuentos que si algo le sobra, es imaginación e historias para contar.

Es dificil destacar un relato, pero como Ginés me dedica especialmente el cuento titulado El monstruo, creo que me voy a quedar con él, me gustó mucho esa lavadora que se comía los calcetines.

El autor:


Nací en Valencia, España.


He publicado varios artículos de divulgación en las revistas Ràpita (San Carles, Tarragona) y Urbis Noticias (Valencia).
En el ámbito literario colaboré como redactor de la revista universitaria PHTHYRIUS (Facultad de Farmacia, Valencia) y en el diario TRIBUNA VALENCIANA.

Entre los relatos y microrelatos publicados están:

- La mariposa en el reloj, Revista Triangular (1992).

- Rosas rojas para Javier, Tribuna Valenciana (1993).

- Aquella tarde en el puerto, Tribuna Valenciana (1993).

- Telhado, Villa medieval, http://www.vagamundos.net/ (2008).

- Jaracará y los hombres jaguar, http://www.vagamundos.net/ (2008).

- Manuela, http://www.munimadrid.es/ (2008).

- La ciudad de los puentes, vagamundosmoleskin.wordpress.com (2009).

- La promesa, vagamundosmoleskin.wordpress.com (2009).

- Truco o trato, y El embrujo (2010) en http://concursoelescritorerrante.blogspot.com/.

- Sueño original, y Paraiso, (2011) ambos en http://microrrelatate.blogspot.com/.

Jaracará y los hombres jaguar fue incluido en el libro París está jodido y otros 30 relatos de viaje, editado por vagadamia.org en 2008.

- Crisis, fue incluido en el libro DESEOS HUMANOS, de ediciones Cardeñoso (2011), seleccionado en el II CERTAMEN DE MICRORRELATOS sobre cine ARIVIKIS - DRAGONFLY

LIBROS:

Coautor de CUENTAGOTAS Relatos Express, Corporación Editorial Chirre SA. (Lima, Perú). 2009

EL HECHIZO DE LA MUJER DRAGÓN. ISBN 978-84-614-7066-2. Valencia. 2010.


CERTÁMENES LITERARIOS:

• Finalista IV Certamen Relatos Breves Cercanías Renfe 2010 con Viajo.

• Finalista Concurso Microrelatos Madrid 1808 con Manuela

• Finalista III Concurso Relato Breve José Luis Gallego con El Barrio de la Alondra.


TALLERES LITERARIOS:

Taller de Microrrelato. Biblioteca Manuel Aguilar de Tuejar (octubre 2010).

Taller de Microrrelato. Casa de la Dona de Torrent (marzo 2011).

Taller de Creación Literaria y Microrrelato.Casa de la Dona de Torrent (mayo a junio 2011).

Jurado del III Certamen de Microrrelato "Editor Maestro Manuel Aguilar". Tuejar. 2011.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Presentación en Jaén de El aire que limpia el trigo de Alfonso Fernández Malo





Mi amigo Pedro Molino, editor del Grupo Editorial Liberman, ha tenido la amabilidad de invitarme a la presentación del nuevo libro de Alfonso Fernández Malo, El aire que limpia el trigo, y me ha pedido que difundiera la invitación a través de mi blog.  El acto será mañana, a las ocho de la tarde, en la calle Cerón, 19 de Jaén. Yo haré todo lo posible por estar allí, ¿te animas?

NOTA DE PRENSA

“El aire que limpia el trigo”


nueva novela de la Trilogía Rural escrita por

Alfonso Fernández Malo y editada por Líberman

El segundo acto literario de presentación de este libro tendrá lugar el jueves, 22 de septiembre, a las 20:00 horas en el Salón de actos del Patronato Municipal de Asuntos Sociales de Jaén, tras el éxito del primero celebrado en Torreperogil, lugar de nacimiento del autor.
La obra forma parte de la TRILOGÍA RURAL de Alfonso Fernández Malo que recoge en tres excelentes novelas, un friso social que retrata la Andalucía agraria y jornalera en momentos claves de la segunda mitad del siglo XX.
En la primera de ellas, titulada “De sol a sol”, -y que la editorial reeditará en último lugar- se narran las duras condiciones de los jornaleros en la siega del trigo a destajo, en la postguerra civil, entre la represión y la miseria de los llamados años del hambre.

En esta segunda novela, “El aire que limpia el trigo”, que transcurre a finales de los años cincuenta, se describe un friso natural y costumbrista de una familia campesina y acomodada en un pueblo jiennense. Historia iluminada por la personalidad fresca y auténtica de una joven poco convencional para el modo de vivir, represivo y grisáceo, del franquismo de la época.

La tercera, “Tierra y neón”, –que saldrá publicada en noviembre– transcurre en los años noventa, con el campo ya subvencionado por los fondos europeos. En ella se retrata a un nuevo agricultor de hoy, bebedor y algo machista pero sentimental, que no encuentra sus raíces históricas ni parece ver claro su inminente futuro.

Sin duda, una obra y una trilogía imprescindible, exponente de la mejor narrativa esencial andaluza y que nos confirma a un escritor maduro, capaz de retratar personajes y ambientes rurales a través de la maestría de un lenguaje lleno de belleza, de humanidad y de profundos ecos del habla popular.

Las tres novelas conforman un honesto proyecto editorial de Líberman, ilustrado en sus diferentes portadas con figuras de las obras del magnífico pintor postcubista Rafael Zabaleta, autorizadas para su reproducción por el patronato de su Museo en Quesada.
Parte de la edición de la obra, ha contado con el apoyo del Ayuntamiento de Torreperogil y de la Asociación “Historia Viva” de esta localidad, como reconocimiento a su autor y será donada a centros educativos y culturales; y el resto de la misma podrá encontrarse en librerías de venta en edición comercial.



FRASES DEL AUTOR

“Creo en el escritor comprometido siempre que su intención se dignifique por la calidad de su lenguaje y la humanidad de su obra”.
“Me interesa una novela que sea espejo de la realidad y de la memoria, si con ello pongo en evidencia las contradicciones de la sociedad, a fin de que los lectores amplíen su pensamiento y con ello, su libertad”
“La mujer podrá liberarse, pero sin duda, junto con el hombre”
“La Andalucía del siglo XX, y la esencialidad forjada por su experiencia como pueblo, no puede comprenderse sin entender las raíces culturales y la evolución del mundo rural: es lo que he intentado hacer con esta trilogía”.


SOBRE EL AUTOR

Alfonso Fernández Malo nació en Torreperogil (Jaén), el 17 de abril de 1939.
A los diez años de edad, se marcha a vivir a Sevilla. Cursa estudios de Bachillerato y Derecho en dicha ciudad. En 1977 regresa a Jaén, donde vive, escribe y ejerce su profesión de abogado.

Premios:

“Santo Tomás de Aquino”, Universidad de Sevilla, 1962.

“Sésamo” de cuentos, Madrid, 1966.



Publicaciones:

• Vísperas de mañana (Antología de cuentos), Colección Río del Sur, Sevilla, 1962.

• Los premios Sésamo andaluces (Antología), Editorial Sur, Sevilla, 1968.

• Premios Sésamo de España, Ediciones Sagitario, Barcelona, 1975.

• Acoso y derribo (Libro de cuentos), Diputación Provincial de Jaén, 1985.

• Un largo suelo de piedras (Libro de cuentos), Servicio de Publicaciones, Universidad de Jaén, Junio, 1999.

• Romances, (libro de poesía), Caja de Jaén, 2000.

• Los días olvidados (coautor), Editorial Germanía SL, 2002.

• Por tantas cosas (coautor), Editorial Jabalcuz, 2003.

• Historias republicanas (Libro de cuentos, coautor), Líberman Grupo Editorial, 2006.

• Los perros de agosto (relatos), Caja de Jaén, 2006.

• Poesía solidaria: Antología de poetas andaluces de Jaén, Líberman Grupo Editorial, Jaén 2007.

• De sol a sol (novela) Caja de Jaén, 2008.

sábado, 14 de mayo de 2011

Alas de mariposa, de Pilar Alberdi



Mirando el programa de la Feria del Libro de Jaén vi con alegría que entre los autores que este año la visitaban se encuentraba mi amiga (aunque hasta ahora sólo sea virtual) Pilar Alberdi, que el pasado martes presentó a niños jiennenses su precioso libro "Alas de mariposa".

No es fácil escribir para niños, son un público muy exigente, el libro debe captar su atención desde el primer momento. Por eso, a veces, se deja atrás la calidad literaria y el estilo cuidado en favor de una historia atractiva. En este caso no ocurre así, el lenguaje es hermoso, casi poético, la historia es buena: un niño, un chino, una cometa, una mariposa, y la magia, que siempre ha de envolver a las historias infantiles, qué maravilloso es hacerlos soñar.

Quiero dar la enhorabuena a Pilar por este cuento para niños que también seduce a los mayores.



Sinopsis Alas de mariposa. Colección jóvenes lectores de 8 a 11 años. Bambú, Editorial Casals, 2011.

Autora: Pilar Alberdi Ilustradora: Mercedes de la Jara
Por los cuentos sabemos que una golondrina puede enamorarse de un junco, un rey ir desnudo por la calle, creyendo que va vestido con las mejores galas... que las princesas se vuelven valientes y los ogros pequeños. Pero ¿qué harías tú si tuvieras que renunciar a lo que más quieres? Esta es la historia de un niño y una mariposa... Pero la historia no es tan simple.... Entonces... volvamos a empezar: esta es la historia tan mágica como real de un niño, una mariposa, un vendedor de antigüedades, un pueblo...

http://www.editorialbambu.com/es/libro/alas-de-mariposa_80070216





Pilar Alberdi Licenciada en Psicología por la UOC.Terapeuta de Constelaciones Familiares. Realizó estudios de guión, dirección de cortometrajes y dramaturgia en la Sala de Estudios Escénicos y Medios Audiovisuales de la Universidad de Alcalá de Henares, así como en la Sala La Cuarta Pared de Madrid. Ha publicado obras de poesía, teatro y narrativa. Entre sus últimos libros: «Tierras de Esmeralda -La esfera mágica». Mundos Épicos Grupo Editorial. Épica. Joven. Málaga. «Alas de mariposa». Editorial Casals. Sello: Bambú. Jóvenes Lectores 8-11 años. Barcelona. Ha recibido el Premio Ciudad de Segovia, Segovia, 1997; Premio Lazarillo t.c.e (teatro de cámara y ensayo), Manzanares, Ciudad Real, 2000; II Premio de Relatos —Feria del Libro de Madrid—, Plaza & Janés Editores, Barcelona, 2000; finalista de los certámenes Felipe Trigo de novela corta 2010; Internacional de Microcuento Fantástico miNatura, Barcelona, 2010; Horror Hispano Clásicos y Zombis, DH Ediciones, Vigo, España, 2010; Ciudad de La Laguna de Cuento, Tenerife 1998; Juan Martín Sauras, Andorra, Teruel 1999. Relatos suyos han sido seleccionados en distintas antologías

miércoles, 20 de abril de 2011

Semana Santa en Alcaudete, por mi amiga Dorotea




(Pincha sobre la imagen para ver un video en YouTube con imágenes de la Semana Santa de Alcaudete elaborado por Dorotea Fulde con fotos cedidas por el Ayuntamiento de Alcaudete)


Hace unos semanas tuve una llamada inesperada, mi amiga Dorotea estaba en Alcaudete, justo enfrente de mi casa. Sólo quería saludarte, me dijo por teléfono, si no te viene bien no pasa nada. Claro que me venía bien, aunque eso supusiera renunciar a mi siesta (que tras la operación la he tomado por costumbre), así que fui en su busca. Me presentó a su familia: su hijo, su hermana y su cuñado. Pasamos unas horas muy agradables, nos tomamos un café, paseamos por el parque, charlamos sobre literatura, nuestro nexo de unión, el que hizo que nos conociéramos a través del taller literario el Desván de la Memoria, el que nos llevó a compartir una final en Canal Literatura (qué ganó ella con un estupendo relato). Nos quedamos con ganas de más.
Hace unos días me pidió información sobre la Semana Santa en Alcaudete, como yo no estoy muy puesta en esta fiesta la puse en contacto con mi compañera de Turismo, Nani. El resultado podéis verlo en la página que gestiona pinchando sobre la imagen:

viernes, 12 de noviembre de 2010

DOS MICRORRELATOS DE FRANCISCO RODRÍGUEZ CRIADO


LA IRA DE ZEUS

Atraído por mis crónicas sobre la Grecia moderna y el aroma de mi café expreso, Zeus visitaba mi casa al menos una vez por semana. Nada más cruzar el umbral dejaba su terrible rayo en el paragüero del vestíbulo y, sonriendo, su famosa águila posada en el hombro, venía hacia mí con los brazos abiertos. Era un tipo afable y locuaz, aunque con mucho carácter. (Qué les voy a contar que ustedes no sepan a estas alturas.)
Durante la tertulia –nunca antes de apurar la segunda taza de café– se mesaba la barba mientras me hacía partícipe de los graves problemas a los que se enfrentaba en “el gobierno de este nefasto imperio que es el mundo, donde todo son conflictos y desdichas”. Le gustaba hablar de su infancia, de las guerras que había librado, de los castigos infligidos a quienes habían desoído su voluntad y, cómo no, le gustaba jactarse de su numerosa descendencia con diosas y mujeres de carne y hueso. En verdad ese era su tema preferido: las mujeres. Yo, pobre mortal, me limitaba a contarle naderías: mis fracasos literarios, los problemas domésticos, las dificultades para llegar a final de mes y, como dije antes, alguna que otra anécdota de mi pasada estancia en Grecia, un viajecito en Atenas... En resumen, poca cosa.
Todo iba bien hasta que Zeus, señor del cielo y dios de la lluvia, padre de los seres humanos, tuvo que ausentarse unos días de la ciudad.
–He de estar presente en los Juegos Olímpicos que se celebran en mi honor –se excusó complacido.
En su lugar envió a su hija Helena (a la postre Helena de Troya), la mujer más bella de Grecia. Subyugada por el café y mi colección de discos de los Beatles, consternada por la soledad que exhalaban mis ojos apagados, Helena durmió aquella noche en mi cama.
Zeus, al enterarse, arremetió con toda su furia contra este indefenso servidor.
Manco del brazo derecho desde ese instante, habrá de perdonar el lector la brevedad y falta de puntería de mis últimos escritos.




MENDEL, DE LA CALLE MARKET

Mendel, el pintor que vivía en la calle Market, había convencido a un amigo labriego, viejo y achacoso como él, para que le cortara la oreja izquierda. Mendel era sordo de ese oído desde los ocho años, secuela de unas fiebres mal curadas; así que pensó que no tenía nada que perder. Después de la “hazaña” su fama de autor maldito recorrería todo el país y sus cuadros, por fin, serían apreciados en su justa medida. ¿Qué tenía Van Gogh que no tuviera él? “Guardaré la oreja en la nevera e invitaré a grandes personalidades de la cultura a que vengan a admirarla”, le dijo a Moshe, que era el nombre del labriego. Éste se encogió de hombros, alzó la hoz y cortó la oreja de un tajo limpio. Aunque la amputación resultó un éxito, el tiempo se encargó de arruinar las previsiones del pintor. Los galeristas seguían rechazando sus obras; su mujer, harta de sus extravagancias, lo abandonó; y sus hijos Yoshua y Lea, avergonzados, optaron por negarle el saludo. Era increpado por unos y otros; los niños le perseguían por la calle y entre burlas coreaban: “Mendel el loco, Mendel el loco”; el rabino alzó las manos e invocó al Todopoderoso pidiendo perdón por su “alma extraviada”; los acreedores le reclamaban a voces el pago de sus deudas. Por si fuera poco, un funcionario del juzgado le había amenazado con el desahucio. La palabra “idiota” estaba en boca de todos. Ante estos reproches, Mendel, con aire de no entender nada, se mesaba su larga y canosa barba y sonreía más feliz que nunca: Moshe, pobre ignorante, le había cercenado la oreja equivocada.


Francisco Rodríguez Criado Cáceres, 1967) compatibiliza desde hace tiempo la escritura con la docencia en talleres literarios. Es autor de de la novela Historias de Ciconia (De la Luna Libros, Mérida, 2008) y de cuatro libros de relatos: Sopa de pescado (Editora Regional de Extremadura, Cáceres, 2001), Los Bustamante, una familia del siglo XXI (Diputación de Badajoz, 2001), Siete minutos (La bolsa de pipas, Palma de Mallorca, 2003) y Un elefante en Harrods (De la Luna Libros, Mérida, 2006). También es autor de la recopilación de articuentos Textamentos (Alcancía, Cáceres, 2005).
Más información en su web: www.rodriguezcriado.com
Rodríguez Criado mantiene una columna de periodicidad semanal ("Textamentos") en EL PERIÓDICO Extremadura (los miércoles, en la contraportada) desde diciembre de 2005. Realiza, además, trabajos de corrección de estilo para editoriales y particulares e imparte talleres de escritura creativa en Madrid, con Universidad 2015. Asociación para la Formación.
Su blog, narrativabreve.com, es un punto de referencia para numerosos internautas interesados en la narrativa breve en castellano.

lunes, 25 de octubre de 2010

El diario, de Paco Gómez Escribano


Muchos de vosotros sabréis de Paco Gómez Escribano por su blog, http://blogdelordbyron.blogspot.com/ , donde nos deja relatos, poesía, artículos de actualidad, comentarios de libros y actos literarios, etc.

Yo lo conocí cuando era el responsable del certamen literario I.E.S Ventura Morón, y desde entonces mantenemos una amistad cibernética, aunque espero que pronto tengamos ocasión de conocernos personalmente.
Hoy he querido traer su literatura hasta mi blog, así que aquí os dejo un magnífico relato:

El diario

Llegué a casa y tomé la cena que corresponde a un teniente de la brigada de homicidios que ha tenido que examinar el cuerpo de su compañero muerto de un tiro en la cabeza, es decir, un bocado ligero. Ni siquiera tuve ganas de anotar en mi diario los acontecimientos del día. Me recosté en la cama y me dispuse a leer las últimas páginas del diario del teniente Cárdenas:
"-... hasta estrellarme contra mi cama-. Terminé de leer el diario del difunto y recliné la cabeza sobre la almohada. Enseguida empecé a relajarme. Tanto, que al poco tiempo sentí que la conocida sensación estaba llegando. En vez de tomar el camino del sueño tomé el otro. Ese en el que uno está lúcido sin estar dormido, pero tampoco despierto, y con el cuerpo totalmente paralizado. En mi cerebro comenzó a sonar un martilleo continuo, lento, aumentando el ritmo hasta convertirse en una frecuencia semejante a un pitido. Era muy extraño y yo sabía que algo iba a pasar. De repente vi una bola de luz creciente que se tornó en estallido mudo y se transformó en un torrente de vértigo que desembocó en una situación de lo más extravagante. Me encontraba ante un ser de figura antropomorfa y en un abrir y cerrar de ojos me estaba mostrando lo que parecía una ciudad con edificios de cristal. Había carreteras, y algo semejante a personas y vehículos. Todo era muy raro y sentía que me costaba ajustar la percepción. Entonces el ser me dijo que dejara de luchar contra mí mismo y mi visión se convirtió en energía. De repente veía luces y entre ellas podía identificar claramente a los seres humanos, que eran resplandores ambarinos. Continuó diciéndome que no me preocupara por nada. Que me enseñaba esto porque pronto sería una luz ámbar, ya que al día siguiente yo iba a morir y regresaría al lugar de donde procedía. A continuación sentí un vértigo atroz y algo tiró desde atrás con fuerza hasta estrellarme contra mi cama. Sudoroso y extrañado tampoco di más importancia al asunto y me dormí."
Vaya con el teniente Cárdenas, sueño premonitorio de muerte anunciada. Terminé de leer el diario del difunto y recliné la cabeza sobre la almohada. Enseguida empecé a relajarme. Tanto, que al poco tiempo sentí que la conocida sensación estaba llegando. En vez de tomar el camino del sueño...



Currículum literario:
Gané el segundo premio del Certamen Internacional de Novela Corta “Lola Peche”, del casino de Algeciras, edición 2006. Un buen número de relatos míos están publicados en diversas antologías de certámenes en los que he quedado finalista. También gané el segundo premio del II Concurso de Poesía Social Julia Guerra. Una buena muestra de relatos, artículos y poesías están publicadas en mi blog, que actualizo regularmente: http://blogdelordbyron.blogspot.com/
Mi primera novela, de intriga histórica, está en manos de una editorial importante esperando ser publicada en breve. Y la segunda, del mismo género, está comprometida con otra editorial y saldrá a finales de año.

jueves, 21 de octubre de 2010

Un premio para Maribel (mi seguidora número 300)


Mi amigo Paco Gómez Escribano proponía en su comentario que Maribel merecería un premio por ser mi seguidora número 300. Y estoy de acuerdo: Maribel Romero merece un premio, pero no por seguirme, sino por ser una escritora magnífica, una luchadora constante, una persona cercana, una amiga que está ahí cuando recurres a ella, por quedar finalista en el premio Azorín, por merecer ganarlo, porque va a publicar un libro infantil "Charli y los cinco peligros", por compartir con nosotros tantos y tan estupendos relatos. Por todo eso Maribel merece un grandísimo premio, y los premios más estupendos son los que no se pueden comprar con dinero.

Por lo pronto sólo se me ocurre hablar de ella en este blog y dejaros uno de sus relatos y un enlace a su página:



Título: Vista oral



—Le aseguro, señoría, que mi tortuga no se comió el calcetín de mi vecino.

—Sin embargo —intervino el fiscal—, hay un indicio de que pudo haber sido ella, y es que en otra ocasión se comió el tanga de su vecina.

—Pero porque era verde y lo confundió con una hoja de lechuga.

—Basta —intervino el juez—, me parece muy triste este alegato. Por favor, que pase la tortuga.

El animal entró en la sala con su acostumbrada lentitud y con el caparazón mojado.

—Espero que sea importante el asunto —dijo—, nunca salgo de casa los días de lluvia.

—¿Se comió usted el calcetín? —preguntó el juez a bocajarro.

—Jamás, a mi vecino le huelen los pies. Y quiero aclarar que el tanga de su señora esposa, con sabor a menta, se lo comió mi amo. Ya está bien de cargar siempre con las culpas de otros.

Maribel Romero Soler.

Microrrelato seleccionado en el mes de Octubre. III Concurso de Microrrelatos de abogados.es.



http://ocurrienfebrero.blogspot.com/

miércoles, 13 de octubre de 2010

Cita con los sentimientos, de Anif Larom


Cita con los sentimientos es el primer libro de mi paisana Anif Larom, lo presentó un par de días antes que el mío. Tuve la suerte de poder asistir y escucharla recitar sus poesías en directo. Fue un acto lleno de magia y emociones, y cómo no, de sentimientos.

En los últimos días he ido acudiendo a esta cita con los sentimientos, leyendo poco a poco, deleitándome en sus palabras, los poemas que se derraman en estas páginas, llenándolas de emociones sutiles.

No es lo mío reseñar libros, y menos de poesía, de la que me declaro una ignorante absoluta, pero puedo decir que este libro es algo más que un libro de poemas, es la vida misma, con sus alegrías y sus tristezas, sus nostalgias, a veces cruda, otras tan bella.

Os animo a acudir a esta cita con Anif, no os defraudará.


Transcribo algunos versos que me han gustado especialmente:



Echo de menos



Echo de menos

la luz cansada de los recuerdos.

Echo de menos

tus pasos vacilantes que no llegaron

a tiempo.

Echo de menos

a nosotros, que ya no estamos.

Echo de menos

aquella ciudad de sueños imposibles

que me invitó a conocerte.



Mi nombre, Puta.



Vestida de seda con olor a jazmín,

piso mis dudas tras la esquina

del deseo.

Bajo un sutil maquillaje,

seco el temblor de mi llanto

y vendo mis caricias doblegadas

a una soledad de ojos fríos,

que, esa noche,

olvidarán mi nombre.



El calor de unos labios viejos

aplastan los míos, repitiendo

¡Puta! ¡Puta! ¡Puta!

Su lujuria áspera y furiosa

resbala por mi angustia sumisa

con un rumor de sábanas grises

y gemidos educados.

.........





Anif Larom nace en Sabariego, aldea de Alcaudete, en la provincia de Jaén, el 30 de junio de 1961. Su niñez transcurre entre olivos, herencia de su pasado; hoy, testigos de la melancolía que la autora deja caer por sus poesías. Como asesora de imagen, su vida corre entre Barcelona, País Vasco y Granada, donde reside actualmente y en la que alterna la escritura y la pintura, otra de sus grandes pasiones. Sin embargo, no fue hasta 2007 cuando despertó su interés por la poesía, y comenzó a escribir de forma automática. La realidad y la actualidad seducen a Anif Larom, lo cual queda plasmado en sus versos. Esta espiral de vivencias ha culminado en Cita con los sentimientos, como una liberación de sus inquietudes.

viernes, 20 de agosto de 2010

El cuaderno de astros, por Manuela Padial

Manuela Padial (primera a la izquierda de la foto) es una ganadora nata. Sus relatos son seleccionados una y otra vez en diferentes concursos literarios. He coincidido con ella tres veces, las dos primeras fueron en Baena (Córdoba), en esta ocasión el encuentro se produjo en Cantillana (Sevilla).
Además de eso es una persona encantadora, sencilla, amable, de sonrisa fácil. Suele quitar importancia a sus numerosos premios, sólo es una aficción, no me considero escritora, me ha dicho en más de una ocasión. Pero no hay más que leer un texto escrito por ella para darse cuenta que sí, que tiene magia, que escribe bien, y que sólo le falta creérselo y ambicionar un poquito más.
Le pedí una pequeña reseña suya para ponerla en el blog, pero unicamente me ha mandado un relato, creo que su humildad le impide hacer una relación de todos los premios conseguidos, yo sé de buena tinta que son muchos.

"El cuaderno de astros" ha recibido un accesit en el Certamen de Cuentos de Mijas, un prestigioso concurso, por el gran número de obras que recibe cada año.
EL CUADERNO DE ASTROS


Daniel ha ido aplazando, desde hace años, una decisión que sabe inevitable y un viaje que le lleva dando pereza durante media vida. Sin embargo, hoy se ha levantado temprano, antes que la claridad de abril rompiera las sombras ambiguas de la noche, antes que los astros nocturnos abandonaran el cielo rendidos ante la pujanza del sol, incluso antes de que el sueño lo hubiese abandonado por completo, se ha levantado temprano y ha tomado la determinación de ponerse en carretera. No está seguro de si ha sido un sueño, uno de esos que se olvidan al despertar, o simplemente alguna fuerza extraña, quien lo empuja a tomar la decisión, pero no tiene dudas, sabe que hoy es el día, como si estuviese escrito en algún calendario imaginario y todo el tiempo no hubiese sido más que una espera para la llegada de esta fecha.

Toma una pequeña maleta, y se dispone hacia la estación de trenes, con la precipitación imprudente de las situaciones no advertidas. La estación amanece con el ritmo de los silbidos de los trenes que se aproximan o se alejan, se llena de la luz que limpia las horas cansadas de una noche en continuo movimiento. Daniel compra un billete y se sumerge entre el bullicio de la gente que controla los avisos de las próximas llegadas. Comprueba que aún queda más de media hora para la salida de su tren y se encamina hacia una cafetería para tomar un café que le sosiegue un estómago al que Daniel había dejado olvidado con las prisas.

La claridad de abril penetra hacia las calles de una ciudad que se prepara para despedirse del invierno áspero y crudo al que sólo le quedan unos coletazos de cólera, de un invierno que se aleja a regañadientes, adueñándose aún de las madrugadas, de las atardecidas en las que se difumina el sol, de las amanecidas lentas… La luz de abril avanza paulatinamente por las piedras de la ciudad, por sus sombras, por las laderas de los montes colindantes que parecen acercarse desde el horizonte con sus cumbres todavía recubiertas de nieve; la luz de abril avanzaba por los sentidos de Daniel, por sus juicios, por sus reparos, por sus emociones, por todas las honduras que han quedado aletargadas durante los días grises del invierno.

Daniel entra en la cafetería, coge un periódico, pero su cabeza está tan aturdida que no es capaz de concentrarse en ninguno de los titulares, sólo la fecha parece acercarse a su entendimiento como si la tinta de la misma se tornara en un tono distinto, 10 de abril de 2010, y saltara hacia sus ojos. Toma un sorbo de café, su sabor áspero le obliga a reencontrarse con la realidad que le estaba robando la fecha del periódico y comprueba el reloj de manera instintiva. Termina el café, suelta un periódico al que ha ojeado todas sus hojas, sin haber leído una sola línea, y se encamina hacia el andén indicado en su billete.

Se sienta junto a la ventana y apoya la frente en el cristal, intentando sentir el tacto del vidrio frío sobre su piel. En pocos minutos el tren se pone en marcha con un movimiento lento que va acelerando progresivamente hasta tomar un ritmo uniforme y acompasado. Daniel se reincorpora en el asiento, coloca la cabeza en el respaldo y toma una postura cómoda que lo envuelve en el sueño que dejó sin despabilar antes que el día hubiese amanecido por completo. Cuando despierta comprueba que han pasado los kilómetros y las horas como si nunca hubiesen existido.

Calcula que en pocos minutos se encontrará en su destino y comienza a fabricar un croquis mental de las calles y plazuelas con el fin de no perderse en un pueblo que recorrió por todas sus callejas, por todos sus campos, por todos sus montes, por todos sus rincones y todas sus estancias, pero del que apenas recuerda más que la luz de sus calles y el olor lúgubre de una casa inmensa, con escaleras de trancos muy altos, habitaciones oscuras, y un pajar repleto de trastos amontonados.

La próxima será su parada. Una extraña ansiedad se apodera de su ánimo y le provoca un nerviosismo desconocido, de un lado el miedo irracional de reencontrarse con sus propios recuerdos, de otro lado una inquietud impaciente de pisar el pueblo, como si sus tierras pudieran arrancarle los años transcurridos fuera de esos lugares y lo convirtieran, de nuevo, en el niño silencioso que paseaba sus fantasías, en el niño que crecía entre sus calles, o en el muchacho que estudiaba en la ciudad y que siempre regresaba por vacaciones.

Baja del tren, se queda de pie ante los andenes y ve marchar, con la mirada vacía, el vagón que lo ha devuelto a su territorio. Aprieta con fuerza la mano derecha, que empuña la pequeña maleta, y bosteza ampliamente, intentando hacer un lapsus en el tiempo antes de comenzar a retomar la vida que dejó apresuradamente otra mañana de hace tantos años.

Observa su alrededor y no consigue reconocer nada de lo que encuentran sus ojos; de pronto siente miedo, es posible que se haya bajado en una estación equivocada, es posible que aquel pueblo, que él recordaba perfectamente, no fuese más que una acuarela de tintes irreales que haya crecido en su retina y en realidad nunca hubiese existido. El entorno que lo rodea es absolutamente desconocido, tan desconocido como todos los lugares que nunca se han visitado, tan desconocido como todos los lugares que nadie ha descrito para nosotros, tan desconocido como todos los lugares ajenos a nuestra existencia. Respira profundo para poder controlar su miedo y se impregna de un aire que identifica enseguida, es el aire que proviene de esas montañas cercanas a las que reconoce sus picos, sus formas, su color manchado, su arrogancia exuberante, su sombra generosa y opulenta; ahora está seguro, no ha errado el camino, no ha despistado la estación, ni ha imaginado lo que no existía, está seguro, se encuentra en el pueblo, su pueblo. Se apresura en buscar un alojamiento para pasar la noche que pronto caerá desde las montañas cercanas. Advierte un letrero de Hostal en un edificio alto, se dirige hacia él y toma una habitación en el último piso. Acomoda el escaso contenido de su maleta en el armario de la habitación y enciende un pequeño televisor, frente a la cama, mientras se tumba buscando una postura cómoda. Recorre con el mando a distancia todas las cadenas, pero ninguna parece interesarle en absoluto. Se incorpora y observa por la ventana que al día le queda luz suficiente para acudir al lugar que tanto temen sus recuerdos. Está inquieto, decide salir a toda prisa de la pequeña estancia y encamina sus pasos hacia la cuesta de los almendros.

Desde lejos la divisa, es lo único que ha quedado inmóvil, impermutable al paso del tiempo, allí está, con las paredes desconchadas y la puerta cerrada, tal como se quedó hace años. Es la casa de su infancia, la casa de la que lleva huyendo varias décadas, la casa que dejó cerrada con su olor de muerte y a la que no ha podido volver desde entonces.

Sabe que cerró con ímpetu la puerta y dejó la llave en el lugar de los geranios, donde siempre la dejaba, desea con todas sus fuerzas que la llave haya desaparecido y le obligue a marcharse sin tener la oportunidad de entrar en el interior, al fin y al cabo sólo ha venido a venderla, a deshacerse de ella y de su olor funesto. No será necesario comprobar su estado, la venderá por lo que le ofrezcan, después de tantos años no habrá nada que recoger de su interior, no habrá nada que no se haya impregnado con el olor repulsivo de la muerte.

Mientras se acerca hasta la casa recuerda aquella última mañana, las prisas de su llegada, aún de madrugada, tras la llamada de la tía Ángeles. Recuerda aquella llamada que le anunció entre sollozos que su madre se encontraba en los últimos momentos, que llegara lo antes posible para poder despedirse de ella; pero fue inútil, fue imposible, fue demasiado tarde, las prisas no sirvieron para nada y cuando Daniel entró en la casa sólo pudo reconocer el olor denso y plúmbeo de la muerte; sólo pudo ver la cruz y las sillas en una habitación en penumbra que velaba el cuerpo amortajado de su madre y aquel olor macabro y viscoso que penetraba por todos los rincones de la vivienda. Un olor de cuyo recuerdo Daniel aún no ha podido desprenderse, un olor que le acosa en los momentos más lúcidos de su vida cotidiana. Por eso ha sido incapaz de volver al pueblo, de volver siquiera para deshacerse de aquella casa sombría cuya evocación le producía el más irracional de los miedos.

Llega junto a la ventana donde encuentra un tiesto de tierra, el tiesto que en otro tiempo criaba frondosos geranios que alegraban la fachada, -rosa claro, rosa oscuro, rosa pálido, verde intenso, como un tapiz, como un trozo de primavera, como la vida…- Levanta el tiesto con una mano, haciendo un esfuerzo mental para no encontrar nada debajo, pero fracasa en el esfuerzo y relaja su cabeza en el último instante. No ha contenido la suficiente energía para hacerla desaparecer y descubre, sin remedio, que la llave continúa en el lugar de siempre; la coge con los dedos temblorosos de la otra mano, suelta el tiesto de tierra e inserta la llave en la cerradura, dejando abierta la casa apenas con un movimiento de muñeca.
Despliega la puerta muy despacio, con el pavor apretado entre los dientes, y deja al descubierto un pasillo largo y amplio, con una puerta de cristal al fondo por el que se filtran los rayos de sol de la atardecida. Siente cómo sus pies son más veloces que sus sentidos y se introducen sin titubeos dentro de la vivienda. Comprueba el estado casi intacto de las habitaciones, sólo un poco de polvo acumulado recuerda que la casa ha estado cerrada durante mucho tiempo. Comienza a respirar tras superar el primer impacto y distingue, con sorpresa, un olor agradable, tan lejano al olor que él suponía. Reconoce el olor de siempre, el de entonces, el de todos los días anteriores a aquella trágica mañana, el olor de la vida, el olor de la infancia, el olor del hogar, el olor del refugio, el olor de las amanecidas lentas, el olor de la primavera, el olor de los otoños de castañas, el olor de los inviernos junto al fuego… No existe ningún olor macabro, ni tan siquiera el olor desapacible del vacío, ni el olor rancio de la carcoma, ni el olor del abandono…

Nota como la sangre, que hace pocos momentos se agolpaba en su pecho, a punto de estallarle, se transporta hacia sus talones, vaciando todos sus miedos en el suelo, fuera de su cuerpo. Recorre la casa, primero con la mirada, y seguidamente con todos los elementos que componen su propia naturaleza. Sube las escaleras para internarse en la planta primera, el corazón le palpita con un ímpetu que parece irrefrenable, está tan impaciente que apenas contiene el pulso firme para poder abrir la puerta, ¡es su dormitorio!, su cuarto de estudio, su espacio de reposo y reflexión, el lugar donde aprendió a ser niño, a ser adolescente, a ser mayor… Todo se encuentra en su lugar, como si cada cosa esperara su regreso para volver a ser útil, allí están sus fotografías, sus cuadros, las medallas deportivas del colegio, sus libros amarillentos, la caja de objetos encontrados, los cromos y las chapas, la tinta negra, los tiralíneas, y por supuesto, lo más importante, su telescopio apuntando hacia el cielo que le procura la pequeña ventana, ¿cómo ha sido capaz de olvidarlo?

El recuerdo de la muerte borró de su cabeza todo lo que en otro tiempo fue importante, lo realmente importante, tal vez por eso se convirtió en una persona seria, demasiado seria, sin alicientes ni motivos, desterrado de sus lugares, desheredado de los elementos que habían formado su propia esencia. Se acerca hasta el telescopio, lo toca como intentando cerciorarse de que lo tiene de nuevo entre sus manos, lo manipula con sumo cuidado, como si fuera tan frágil como sus dedos temblorosos.

Sobre el estribo que forma el muro en el hueco de la ventana, descubre un cuaderno de pastas azules, que dibuja en su portada las palabras “CUADERNO DE ASTROS”. Se queda pensativo ante la visión de esas letras manuscritas con rotulador negro en letra de imprenta, esas letras que golpean la vista desde el azul pálido de las pastas de aquella extraña libreta que no reconoce en un primer intento. Lo abre inquieto, no sólo la curiosidad le obliga a ojear su contenido, sino que un extraño sentido le hace avanzar hacia él e introducirse en el interior de unas páginas que contienen cientos de fórmulas, de anotaciones extrañas, de cálculos aritméticos, de cómputos con ecuaciones de múltiples incógnitas. A medida que va pasando las hojas se le hacen más inaccesibles las anotaciones, más insólitas, más peregrinas, más complicadas… Es extraño, pero aquel cuaderno tiene una luz distinta, cómo si sus hojas no se hubiesen vuelto amarillentas con el paso de los años como las del resto de los libros, cómo si por ellas el tiempo tuviese un transcurrir diferente, más lento, más indolente, o tal vez lo contrario, cómo si el tiempo le pasara tan fugaz que los años no fuesen más que momentos.

Intenta detenidamente descubrir el significado de aquellos dibujos trazados con tinta negra, escrupulosamente marcados y medidos. Esas hojas apenas contienen fórmulas que quepan en su entendimiento, no cree haber poseído nunca los conocimientos suficientes para descifrar semejantes cálculos, ni siquiera para realizar esos dibujos de tinta con tanta precisión, y sin embargo ahí está la prueba más innegable de que ha sido capaz de hacerlo e intenta con todas sus fuerzas recuperar su memoria, recuperar sus conocimientos perdidos, recuperar su pericia.

Se concentra en un nombre, “Cometa Asley” y de repente todo comienza a tomar sentido, los dibujos coinciden con las constelaciones estelares, con recorridos de meteoritos y planetas; las endiabladas ecuaciones sólo son cálculos de órbitas elípticas de diferentes astros, cálculos complicados en este momento, pero que él manejaba sin esfuerzo en sus años de adolescencia cuando su telescopio y su cuaderno eran lo más importante de su existencia, cuando solamente quitaba los ojos del cielo para trazar en su cuaderno todo lo observado, todo lo contractado, todo lo presumible…

El nombre del cometa se repite en las últimas hojas, bajo cada expresión de álgebra, bajo cada dibujo, y al final del cuaderno, en la última hoja utilizada, una expresión que podría coincidir con una fecha, con un momento en el universo. Con una letra más nerviosa que la que escribe el resto del cuaderno, -pero que también reconoce como suya-, con una letra agitada, como emergida de una revelación, y subrayada con fuerza, salta a su vista una fecha, 10 de abril de 2010.

Daniel se pone intranquilo por unos momentos, intenta descubrir qué significan esos números que coinciden con la fecha de hoy, con la fecha que ha comprobado esta mañana en el periódico. Revisa, de nuevo, las últimas páginas, ésas en donde se repite constantemente el nombre del cometa, comprueba incrédulo que se corresponden con los cálculos y conjeturas para predecir su paso por encima de las montañas del pueblo.

Ahora entiende la determinación de esta mañana, posiblemente estos números habían quedado en algún rincón de su memoria. ¿Cómo es posible que haya conservado esa fecha en la cabeza si había olvidado por completo la existencia del cuaderno? ¿Cómo es posible recordar el resultado de unas suposiciones, cuando ni siquiera sabía lo que contenía el cuaderno, ni aún después de haberlo encontrado? ¿Cómo es posible retener una fecha que hace tantos años había dejado de significar nada para él? Daniel se queda con la duda mientras intenta repasar en su cabeza algún dato más, algún dato que le muestre una respuesta, pero es inútil, son unas anotaciones, tan ajenas a él mismo, que no logra ninguna pista; supone que la memoria es un lugar inaccesible del que extrañamente se ha escapado una fecha de forma casual.

De pronto lo comprende todo, Daniel sonríe entre dientes, no ha sido su memoria aletargada, ¡tal vez ha sido Asley, el cometa, quien le ha convocado al encuentro! ¡Tal vez ha sido Asley el que le obligó a salir corriendo esta mañana para demostrarle lo acertado que estaba en todos sus racionamientos! ¡Seguro que ha sido Asley, que quiere que le observe en su paso fugaz por encima de la ventana!

Se sienta en la cama a esperar, comprueba en su reloj que aún son las nueve de la noche. Daniel está seguro, sabe que el cometa cruzará hoy el cielo; está seguro que dibujará su órbita por debajo de las estrellas que comienzan a flamear; está seguro que esta noche irrumpirá en la oscuridad de las alturas, y él estará presente, será el testigo que confirme todas las teorías de aquel joven que pasaba sus horas descubriendo un universo que casi tocaba con los dedos, será el testigo de que aquel joven aún existe en su propio interior y que el miedo a la muerte no le ha robado más que unos años, unos años que en el firmamento sólo son segundos, instantes que apenas entrañan. Está seguro de que el miedo a la muerte, ese miedo irracional que le obligó a olvidarse de todo lo que fue importante, no ha logrado imponer su voluntad, no ha logrado anular a aquel joven que observaba el universo, está seguro que aquel joven no ha desaparecido, está seguro que aquel joven es la parte de su esencia más verdadera.

Daniel admite que ningún temor debe ser eterno, ningún recelo puede desarmar el pasado, ninguna cobardía merece apoderarse de nuestra médula. Así ha querido demostrárselo el cometa, haciéndole correr hasta su encuentro, haciéndole recuperar las horas transcurridas entre los cálculos de aquel cuaderno que estudiaba el infinito. Asley paseará su cola de meteoritos y rayos estelares por el trozo de cosmos que le ofrece su ventana, atravesará los cielos con su aspecto endiosado, y él estará en el lugar preciso, en el lugar de siempre, para comprobarlo desde la mirilla de su telescopio.

martes, 10 de agosto de 2010

Trece cuentos inquietantes: El prólogo.

En Madrid, cuando nos conocimos personalmente.

Tengo suerte de contar con amigos que me escriben prólogos preciosos para mis libros. El año pasado, Ramón Alcaraz, me dedicó unas hermosas palabras que precedían a mi novela "La asesina de los ojos bondadosos". En esta ocasión ha sido Luis Conde-Salazar el encargado de prologar estos Trece cuentos inquietantes. No sé si soy merecedora de este texto, si mi literatura no llegará a defraudar después de tantos halagos, aún así, me arriesgo a mostrarlo porque me gusta compartir las cosas buenas. Espero que os guste tanto como a mí, y que os den ganillas de leer los cuentos.

PRÓLOGO:

El genial socarrón hondureño Augusto Monterroso, autor del cuento más corto del mundo -ese de un dinosaurio que cuando despertó todavía seguía allí-, decía en el punto noveno de los doce (sí, doce) que componen su Decálogo del escritor: “Cree en ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor”.
Hace ya una eternidad, por lo menos un año desde este de 2010 que nos pesa, que tuve la suerte de toparme en el camino de la vida con Felisa Moreno, por esas sorpresas agradables que a veces, casi ninguna, te ofrecen las redes sociales. Tras un tanteo mutuo, necesario, para ver por dónde soplábamos ambos, empezamos a hablar -a chatear, o charlotear, o conversar, como quieran- de eso que nos apasiona llamado Literatura. Supo que yo había ejercido (la crítica) y que acababa de publicar un libro de esos de gran formato, un ensayo histórico de los que encanecen el pelo y hacen brotar la presbicia. Me pidió, así, con una humildad exacerbante, si sería tan amable de leer su novela, su primera publicada, La asesina de los ojos bondadosos. Accedí, así como cosa entre profesionales de este oficio de darle a la tecla y vivir en un constante pasar página, aunque ella no se reconociera como tal, error por su parte. Eran los comienzos, diré como disculpa.
Mis peores temores se confirmaron. Comenzaba la obra con una incursión en el mundo del periodismo escrito con no demasiada, digamos, fortuna. Pero me había comprometido y suelo cumplir, así que seguí adelante. Según finalizaba la trama, la mise en scène de redacciones en las que habitan becarias arrinconadas por su falta de proporciones “conejito Playboy”, y comenzaba el nudo, la chicha del asunto, me sorprendió, en gran medida, el hecho de que apenas tuviera que realizar esfuerzo alguno para visualizar los escenarios en los que se desarrollaba una trama construida con una soltura impropia de novel, casi cinematográfica. No cabía duda de que aquel “thriller rural” tenía marcado el intangible pero inconfundible sello del talento. Cayó en una tarde, y eso que no llovía, ni era domingo.
Por entonces estaba yo involucrado en la redacción de un reportaje sobre agricultura ecológica y se me vino a la cabeza que Felisa me devolviera el favor de ese supuesto esfuerzo -que en realidad no fue- y le pedí que me mandara unas líneas sobre los olivares que le son tan propios y tan cercanos como que vive entre ellos allá por Alcaudete, provincia de Jaén, nada menos. Escribió un texto precioso que no dudé en incluir citándola como escritora. Lo era. Lo es. A pesar de las dudas con las que una y otra vez me castiga. Cada vez que duda la hago creer. Cada vez que cree, la hago dudar. Siento que me he convertido en un agente de Monterroso con misión en Alcaudete. Le mandé la revista que incluía mi reportaje y sus palabras con una nota manuscrita en negro sobre rojo y con forma de espiral, como un caligrama de Guillaume Apollinaire. En ella le decía algo así, no recuerdo ya, como que escribiera y escribiera y escribiera... ¡Vaya, otra vez Monterroso! Esta vez en el primer mandamiento de su decálogo de doce puntos: “Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre”. Pero eso no pasó debido, entre otras cosas, a que ya estaba pasando, desde que esta lectora empedernida y exigente saltara a la arena de la escritura, cuatro años atrás, efusiva, feraz, valiente.
Desde entonces y hasta ahora han caído por mis manos muchas, muchísimas páginas salidas de la vibrante fantasía de Felisa. Pero ya no es ella quien me pide que los lea si no yo quien pide leerlos. En cierto sentido, tal vez en el más amplio, me gusta ser el primero en disfrutarlos, antes que nadie. Esa exclusividad no durará mucho, lo sé, pero mientras ocurre, que ocurra. El motivo no es otro que el de la evasión. Sencillamente: me gustan sus relatos, siempre atmosferizados en lo cotidiano, sujetos a esas relaciones pequeñas, sutiles y extrañas que se producen entre personas cuya normalidad vital se confunde con la anormalidad que habita en la parte secreta, arcana, de nuestro subconsciente, como las de Los amores difíciles de Italo Calvino, aunque ella no lo sepa. Los juegos sutiles de las miradas, el tacto de las manos rozándose con mesura mientras llegan pensamientos turbios, a veces malévolos, otros libidinosos. Como los diálogos entre dos interlocutores de las novelitas de Javier Tomeo (La agonía de Proserpina, El cazador de elefantes...), aunque ella lo desconozca. A menudo salpicadas de artefactos capaces de modificar el espacio y el tiempo, a la manera de La hierba Roja de Boris Vian, aunque ella lo ignore.
En sus relatos, algunos tan breves como el placer, Felisa Moreno se deja llevar por lo real-cotidiano para modificarlo no ya su antojo, si no más bien al del lector, al de aquel que busca desenlaces que no estén en su guión de lectura, capaces de sorprender, de hacer sentir un cosquilleo por la médula, de electrificar el vello corporal hasta convertirlo casi en pluma.
Cuentos inquietantes, trece, como no podía ser de otra manera, recopilación de escritos mayores, menores y recién nacidos, almacena en sus páginas a personajes cautivos de la inmovilidad en espacios agobiantes en los que una mancha en la pared o un simple cajón son ya excusas perfectas para una trama perfectamente encajada y un desenlace incierto (La piel de la serpiente, El número cuatro); seres que se mueven por la montaña de la vida como un Sísifo condenado a subir a su espalda una enorme piedra que, una vez en la cima, vuelve a rodar hacia la base (Historias truncadas); parejas imposibles que transitan por el yugo de un matrimonio demencial (La habitación de pensar, Las hermanas, El misterio de mi boda); intrahistorias literarias (El libro); chismes que modifican la voluntad de quien los posee o los usa (Cuando Elena dejó de ser vaca, El sueño dorado, El teléfono móvil, El tiempo detenido, El despertador de colores); apariciones espectrales (El motorista)...
Pasen y lean. Disfrútenlos como yo hice. Y duerman tranquilos que esto es ficción. ¿O no...?

Luis Conde-Salazar Infiesta
Periodista, escritor, guionista
Madrid, 2010

martes, 22 de junio de 2010

Atlas de los exploradores españoles, de Luis Conde-Salazar Infiesta

A Luis lo conocí hace unos meses, a través del facebook, aunque a veces tengo la impresión de que somos amigos de toda la vida, como si fuera un compañero del colegio recuperado tras muchos años de ausencia. Será que compartimos aficiones, principalmente el amor por las letras. Él es periodista y escritor, con una larga trayectoria profesional, yo una simple aficionada con un sueño, ser escritora. Procuro prestar atención a lo que me dice cuando lee alguno de mis relatos, siempre aprendo algo.
En varias ocasiones hemos hablado de su último libro, Atlas de los exploradores españoles, una gran obra en la que se recoge no sólo a los grandes descubridores, por todos conocidos, sino que también tienen cabida otros personajes: aventureros, científicos, escritores, diplomáticos o viajeros hasta ahora olvidados. Hoy os lo quiero acercar a través de mi blog, y creo que la mejor forma de hacerlo es con sus propias palabras. Así que con ellas os dejo.


Atlas de los exploradores españoles


"Si alguien con la necesaria santa paciencia tuviera valor y tiempo para trazar sobre un globo terráqueo las líneas que marcan las rutas de los exploradores, aventureros y grandes viajeros españoles de la Historia notaría al finalizar la pesada tarea que apenas quedarían espacios sin marcar sobre la esfera. Es manifiesto que mucha gente identifica la exploración española casi exclusivamente con la conquista y colonización de América y, en menor medida, con la del Pacífico Sur. Sin embargo la realidad es que la presencia de nuestros ancestros en el mundo a lo largo del tiempo ni se limita a un continente ni tiene por apellido el de “conquista” o “colonia”. Los logros de la exploración española son más que notables no sólo en las nuevas tierras que pisó Colón y que durante siglos exploraron sin descanso cientos de aventureros, soldados o no, que en buena parte de los casos marchaban para no volver. La triste realidad es que mientras que en España son muy conocidas las figuras de Livingstone, Stanley, Cook, Amundsen, Shackelton o Burton, pocos son los que saben que la primera mujer que escribió un libro de viajes era de Galicia, se llamaba Egeria y recorrió en el siglo IV buena parte del sur de Europa y norte de África para llegar a los Santos Lugares; que Antonio de Montserrat, un jesuita catalán, fue el primero que alzó un mapa del Himalaya; que Pedro Páez fue quien descubrió las fuentes del Nilo Azul; que Domingo Badía, escondido bajo la identidad de Alí Bey, fue el primer europeo moderno que puso sus pies en La Meca antes que Richard Burton; que cientos de especies animales o vegetales de todo el mundo llevan en su nombre científico impreso el de sus descubridores españoles; que los ojos de Gabriel de Castilla fueron los primeros en contemplar la maravillosa y gélida Antártida; que el descubrimiento de que La Tierra está achatada por los polos se debe a la diligente labor de los marinos Antonio de Ulloa y Jorge Juan; o que los viajeros ilustrados de nuestro país llevaron a cabo en su momento una ingente labor de investigación tecnológica y científica que marcó el destino de futuros viajes, de nuevas rutas y de mayores y mejores posibilidades para conectar el mundo, intercambiar materias, abrazar culturas y alcanzar horizontes antes impensables.

Hace casi un lustro Diego de Azqueta, vicepresidente de la SGE, planteaba la idea de llevar cabo un proyecto absolutamente necesario con el que reivindicar ese lugar de privilegio que debían ocupar no sólo los grandes exploradores españoles o al servicio de España, sino también y sobre todo esos incomprensiblemente desconocidos y olvidados aventureros, científicos, viajeros, diplomáticos o escritores que merecían ver su nombre grabado con letras de oro en la historia universal de los descubrimientos geográficos de todos los tiempos por su hazañas, logros o, en muchos casos, simplemente por su capacidad para asombrar. Era el germen del Atlas de los Exploradores Españoles, hoy una realidad editorial que ve la luz gracias a un equipo humano generoso en el esfuerzo y entregado con denuedo a la tarea."

Podéis leer sobre estos exploradores en su blog:

Pincha aquí para escuchar la entrevista sobre el libro en Radio Exterior


Luis Conde-Salazar Infiesta (Madrid, 11 de septiembre, 1965). Periodista, escritor, guionista y crítico literario. Profesor de los Talleres de Escritura y Narración Historiográfica (Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Jaime I de Castellón, London University, Canadá, Universidad Nacional de Medellín y Javeriana de Bogotá, Colombia).
Coordinador de cursos de Literatura e Historia en el Instituto de Historia de la Fundación Mapfre. Colaborador del diario ABC en páginas de cultura y del suplemento ABCD de la Artes y las Letras. Colaborador de diferentes revistas de Historia y de La Fundación.
Licenciado en Periodismo por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid comenzó pronto a trabajar para revistas de cine y agencias de prensa. Al mismo tiempo se inició en el mundo del guión de series de animación y cortometrajes publicitarios. Después de trabajar y colaborar con diferentes medios de comunicación (El Mundo, Imagen Press, Prensa Madrid, Interviú entre otros) comenzó a convertir lo que eran sus grandes aficiones (la Historia, la Literatura y el Cine), en nuevos territorios de su oficio periodístico y literario. Desde entonces ha dado cursos de diferentes materias en el Centro de Humanidades del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Es autor, entre otros, de los libros “Caminar escribiendo, la literatura de viajes hoy” (CSIC) y del “Atlas de Viajeros y Grandes Exploradores españoles” (Planeta, Sociedad Geográfica Española), así como de la “Historia de la Literatura Latinoamericana” de la Enciclopedia Universal Micronet

jueves, 6 de mayo de 2010

Los pelícanos ven el norte, Pablo de Aguilar


Hoy quiero compartir con vosotros un libro que ha conseguido sorprenderme, atraparme, conmoverme... Algo que no han logrado las novelas que he leído últimamente, algunas de ellas top ventas y/o de escritores muy reconocidos.
En este caso se trata de uno de nosotros, compañero de blogs, de taller, de ilusiones. Siempre gusta la buena literatura pero si además es de alguien tan cercano, es un verdadero placer degustarla.

La historia de Hércules, el protagonista de la novela, engancha, está bien llevada, tiene consistencia; y además está bien escrita. No es fácil encontrar una novela que reúna las dos cosas. A veces parece que el interés del argumento está reñido con la calidad literaria. Se me ocurre pensar en Los hombres que no amaban a las mujeres, la historia consigue enganchar, los personajes (sobre todo el de Lisbeth) están bien dibujados, pero poco más.

No dudéis, podéis conseguir el libro con la revista Qué leer de este mes, en cualquier quiosco o librería.

El premio:

El jurado del III Premio Volkswagen Qué Leer compuesto por Ángela Becerra, Enrique Murillo, Alberto García y Toni Iturbe, reunido en Barcelona a finales de marzo de 2010, ha acordado que la novela ganadora de esta edición es “Los pelícanos ven el Norte”, que corresponde al autor Pablo de Aguilar González. La novela narra las peripecias de un hombre llamado Hércules, que pese a su heroico nombre es una persona más bien desorientada y agobiada por sus fobias, que se va a Estados Unidos para cruzar el país en coche en busca de un amor de adolescencia que cree que va a convertirse en ese norte que perdió muchos años atrás, o que realmente nunca llegó a encontrar. Viaje, humor, amor, aventuras y desventuras se agitan en esta historia agridulce que discurre entre carreteras, persecuciones y recuerdos.
El autor:

Vi la luz un domingo de hace 46 años, en la llanura de Albacete. Quizá, por eso, me gusten tan poco los lunes y las cuestas.
Llegué a un piso del barrio de Vistabella hará unos 26 años para hacerme informático. Y me convertí en murciano consorte hace 14. Supongo que por quedar bien con todos, mi hijo nació en Albacete y mi hija en Murcia. Para la literatura (obsérvese la minúscula), aparecí en el mundo hará unos 5 años, en Molina de Segura.
Con todo esto, me siento albaceteño, murciano y molinense.
Soy un autor tardío porque -como dice un amigo- seguramente, a los veintitantos, tendría mejores cosas que hacer que pasar horas a solas con mi monitor. Por el tiempo que llevo escribiendo, se puede decir que estoy a punto de licenciarme: o sea, que, ahora, empiezo a atesorar algunos conocimientos y me queda todo por aprender.

Cuando empezaron a enseñarme lenguajes de programación, me dijeron que uno de los mejores modos de aprender consistía en leer programas ya escritos. Es curioso cómo la informática coincide con la literatura en este punto. Creo que para alguien que quiere escribir, es indispensable leer. A mí, por suerte, me gusta más lo segundo que lo primero. Siempre he pensado que con el talento se nace; pero, como informático, sé que la técnica se aprende. Consciente, pues, de que el talento es el que es y que no podré mejorarlo, me interesa bastante todo lo que tenga que ver con la técnica de la narración. Intento leer sobre ello y quedarme con lo que sea capaz de todos los que puedan enseñarme algo. Y, por eso, agradezco a todos los que han sido tan amables de, bien por sus conversaciones, bien por talleres, bien por sus textos, compartir sus conocimientos conmigo (La Molineta Literaria, Ramón Alcaraz, Ana María Tomás, Andrés Neuman, Rubén Castillo, Chuck Palahniuk, Stephen King, y un largo etcétera) . Éste y todos mis relatos poseen algo de ellos.
He ganado algunos premios y he quedado más veces finalista. No voy a aburrir con una (no tan larga) relación de todos porque creo que sólo le interesarían a mi madre y a mi ego; y no sería conveniente que cualquiera de ellos engordara en exceso.
Para terminar, una frase de Camilo José Cela: "En ocasiones pienso que el premio de quienes escribimos duerme, tímido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano.". Estoy básicamente de acuerdo con ella pero... ¡qué demonios! a él seguro que no le importó ganar el Nobel.