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jueves, 12 de enero de 2012

La soledad de Elisenda

Elisenda se afanaba porque todo quedara en perfecto estado de revisión. Había limpiado el polvo de los muebles, sacado brillo a la plata que se exhibía en el aparador, y había pulverizado la estancia con un ambientador que olía a jazmines. Su gato la observaba desde el sillón, parecía intrigado con la inusual actividad de su ama, que ahora colocaba unos dulces sobre la bandeja dorada de las grandes ocasiones. Dos tazas, alineadas simétricamente, indicaban que esperaba una visita.

El timbre sonó poco después de las once. Abrió la puerta y se encontró con el rostro del simpático joven, que en ese momento adelantaba la mano para saludarla. Ella ignoró el gesto y le besó ambas mejillas, ante el estupor del muchacho. Lo cogió del brazo y lo introdujo, casi a la fuerza, en el interior de la vivienda.

Llevaba muchos días planeando aquel encuentro, desde que murió Rafael, su marido, la soledad se había enroscado en su vida como una pitón, nadie la visitaba desde hacía semanas, quizás meses. Sus sobrinos se habían olvidado de ella, la mayoría de sus amigas ya habían muerto o vegetaban en algún asilo; así que su vida transcurría en el silencio de aquel piso vacío, tan sólo interrumpido por el maullido triste de su gato, también anciano.
El joven no salía de su asombro, trataba de resistirse con suavidad, tengo prisa señora Elisenda, aún me quedan muchas casas que visitar, otro día vengo con más tiempo.
¿No irás a despreciarme el café y los dulces? En las palabras de la mujer flotaba la angustia, y el chico lo notó. La miró con curiosidad no exenta de lástima y decidió aceptar la invitación. A un lado dejó la revista del Círculo de Lectores, ya habría tiempo después de anotar el pedido.

sábado, 7 de enero de 2012

Alcaudete Imaginado: La Sierra Ahillos

Una nueva colaboración con la revista Deparenpar, en esta ocasión el relato transcurre en la Sierra Ahillos. Como sabéis, Alcaudete Imaginado comprende historias que suceden en sitios muy conocidos de Alcaudete, son narraciones de ficción, no tienen ninguna base real, aunque ya me han preguntado más de una vez si lo que cuento llegó a suceder. Casi en todas ellas aparece algún elemento sobrenatural, para hacerlas más entretenidas. Espero que os guste.


ALCAUDETE IMAGINADO: LA SIERRA AHILLOS




El día amaneció gris. Una maraña de niebla ocultaba la cima de la Sierra Ahillos. Tomás la veía tras el cristal empañado de su ventana. Ya se había puesto el chándal y las zapatillas, le encantaba caminar en las mañanas brumosas, lo hacía desde que murió Clara, su novia, porque se le antojaba que era lo más parecido a estar en el cielo, cerca de ella. Además, desde hacía una semana tenía un motivo nuevo para disfrutar con sus caminatas matinales.

El otoño por fin había decido mostrarse. La tierra, mojada por las últimas lluvias, había adquirido un rojo más intenso. A su izquierda, los pinares se alzaban orgullosos, flotando en un manto de agujas secas. A la derecha, los olivos, impasibles al paso de las estaciones, siempre verdes, siempre fuertes y poderosos, se humillaban ahora con el peso verdinegro de las aceitunas.

Tomás avanzaba con rapidez, sus piernas ya estaban acostumbradas a la pendiente, a la carretera sinuosa que lo llevaría hasta el lugar de encuentro. Su corazón no estaba alterado por el esfuerzo sino por las ganas de volver a verla, de contemplar su cabellera rojiza, como la tierra mojada que las lluvias habían arrastrado por la cuneta, y el verde oliva de sus ojos transparentes. Hacía una semana que se habían conocido, y cayó por primera vez en la cuenta de que aún no sabía su nombre.

Ella apareció un poco antes de llegar al cortijo Las Pitas, justo en la pequeña meseta desde donde se puede divisar una hermosa panorámica de Alcaudete. Estaba parada, absorta en la contemplación del Castillo, su pelo ondeaba al viento y la niebla le daba un aspecto fantasmagórico. Una fuerza inesperada lo llevó a vencer su timidez y se detuvo junto a ella. Es precioso, ¿verdad?, dijo la chica y se quedó mirando a Tomás con fijeza.

Unos segundos después, ya caminaban juntos. No se habían presentado, pero Tomás sintió que la belleza del otoño lo unía a aquella muchacha, avanzaron algunos kilómetros más, hasta que ella se despidió al pie de un carril que se adentraba en la sierra. Me esperan, fue lo único que le dijo antes de desaparecer entre los pinos.

Ese día iba decidido a preguntarle el nombre, a pedirle el número de su teléfono móvil, a conseguir una cita… No era tan feo, y junto a ella, su timidez desaparecía como la niebla se deshilachaba conforme avanzaba el día. Hablaba sin cesar de su vida, de sus miedos, de sus inseguridades,… Ella sabía escuchar, parecía existir sólo para oír lo que él tenía que contarle. A veces, cuando regresaba a su casa, dudaba de que fuera real, quizás sólo la había imaginado, quizás sólo era una forma de alejar la soledad que se había instalado en su vida desde que su novia murió en un accidente de tráfico, hacía ya más de dos años.

Ella estaba esperándolo en el lugar acostumbrado, con la vista perdida en el horizonte; cuando Tomás se acercó pudo ver que lloraba. Lágrimas gruesas rodaban por su piel blanca, moteada con pecas de canela. El hombre deseó beberse aquellas lágrimas, acabar con la tristeza que las provocaba; deseó besar cada centímetro de su rostro. Era la primera vez que sentía atracción por una chica desde que su novia murió, la primera vez que tenía un motivo para seguir viviendo.



―Tengo que marcharme―, dijo ella― mi tiempo aquí se acabó.

―No puedes hacerme eso, ¿dónde te vas? Dime la dirección, iré a visitarte, por favor, no desaparezcas de mi vida. Ni siquiera sé como te llamas.

―No admiten visitas a donde voy, ni se necesita nombre, ni siquiera cuerpo; se puede coger prestado si, como ahora, me hace falta. De todas formas, puedes llamarme Noviembre.

―¿Noviembre? ¿Qué clase de nombre es ese?

―Noviembre es el mes de los muertos. Los vivos se acuerdan de sus difuntos, los cubren de flores y de velas, los llaman y a veces…

―A veces, ¿qué? ¡Dime! ― gritó Tomás sin poder ocultar sus lágrimas.

―A veces …, respondemos a esa llamada, Tomasete.



Y dicho esto se lanzó con los brazos abiertos hacia el horizonte. Tomás observó, asombrado, como flotaba sobre los olivos, mientras su cuerpo se transformaba en niebla; la misma niebla húmeda y fría que se había quedado helada en su espaldas al oír la palabra Tomasete. Sólo una persona en el mundo lo llamaba así: Clara.





martes, 27 de diciembre de 2011

¿Te tocó la lotería?

A mí sólo un reintegro, y ¿a Juana, la protagonista de esta fantasía navideña ambientada en mi tierra olivarera? Ojalá.


LAS MÁQUINAS NO SUEÑAN


Juana se mueve con lentitud, el barro que se acumula en la suela de sus zapatos le impide andar con normalidad. A la voz del manijero, corre en busca del fardo. Mientras coloca la lona alrededor del árbol, echa de reojo una mirada a sus manos, duras y resecas como la corteza de los olivos, y piensa en sus rodillas coloradas, hechas un puro callo de arrastrarse por el suelo.

A Juana le duele la cintura, los tres embarazos han dejado huella en su cuerpo, también le duelen los brazos, y los tobillos atrapados en el barro…, pero lo que más le duele son los sueños perdidos.

En el pueblo decían que bailaba muy bien, que se movía como una artista de cine, de las de Hollywood. Hasta poco antes de casarse se imaginaba subiendo al avión que la llevaría a California; una vez allí, sus piernas largas y su cara bonita harían el resto. Se lo decía a sus amigas con voz frívola, quitándole importancia, pero el deseo anidaba en su interior, incluso llamó a Iberia para preguntar por el precio del billete.

Paco, su novio, se encargó de borrar aquellos sueños locos. Si al principio le seguía la corriente, incluso la animaba a prepararse para su futuro triunfo en el espectáculo, en cuanto se prometieron y se vio con la suficiente autoridad, le prohibió hablar de tonterías, y trataba de convencerla de que traía mejor cuenta dar la entrada para un piso que gastar los ahorros en un billete de avión a ninguna parte… ¿Qué sabía ella de Hollywood y los artistas?

Hace frío, a Juana se le han quedado heladas las orejas, la nariz le gotea y se la limpia con un pañuelo de papel. El ruido de las máquinas le impide conversar con los compañeros. Le gustaba más antes, cuando en el campo se podía hablar sin el estruendo de las varas mecánicas, ni las sopladoras,… Otros inviernos, aún con el cuerpo cansado, había lugar para las charlas, las bromas, los chascarrillos… Para el flirteo entre chicas y chicos. El ritmo de trabajo ahora es fabril, Juana tiene la sensación de que es una máquina más, y las máquinas no sueñan.

Hoy es un día distinto, en la chaqueta, una vieja de Paco que tiene muchos bolsillos, lleva el móvil y los auriculares. Hoy es el día de la lotería, y está segura de que le va a tocar. También lleva encima los décimos que ha comprado, cinco. Más de cien euros invertidos a espaldas de Paco, que a él no le gusta soñar. Dice que la lotería es un engañabobos y que el único que gana es el Estado, que se embolsa una buena pasta.

A Juana le da igual lo que piense Paco. Este día es un paréntesis en el resto de su vida, una nube que baja hasta el suelo para que ella se suba y pueda pasear cerca de las estrellas, aunque no sean las de Hollywood. Juana tiene otros sueños que han nacido después, cuando sus hijos han ido avanzando cursos y ha visto que ya no puede ayudarlos con los deberes. No se aplicó mucho en sus años de estudiante, solía embelesarse en sus fantasías de bailarina mientras don Amador explicaba la lección. Ni siquiera se sacó la EGB, sus padres la quitaron del colegio el primer año que repitió, en sexto curso. En el campo nos serás más provechosa, hija mía, le dijo su padre sin atisbo de pena, más bien parecía aliviado, no entendía la necesidad de que una mujer fuera tantos años a la escuela.

El sueño de Juana, ahora, es estudiar una carrera, y en uno de aquellos cinco números que atesora en el bolsillo interior de la chaqueta vieja de Paco, está su realización. De este año no pasa. Sube el volumen a la radio del móvil, los niños de San Idelfonso ya han iniciado sus letanías, sólo es cuestión de aguantar unos minutos más, quizás unas horas, después la vida será diferente para Juana. Y si no sucede el milagro, al menos le quedará el derecho a seguir soñando, que ella no es ninguna máquina, por mucho que el mundo se empeñe en demostrarle lo contrario.















jueves, 3 de noviembre de 2011

Bocados Sabrosos, el libro del I Concurso de Microrrelatos ACEN

Uno se mis micros ha sido seleccionado para aparecer en este libro, se titula Envidia, ya está publicado en este blog, pero vuelvo a dejarlo por aquí.

Se quedó prendado de su cuello, largo, hermoso, eterno. Anudado a las pestañas que abanicaban sus ojos negros. Absorto en sus esbeltas piernas, de muslos infinitos. Después, con un suspiro, se alejó con sus patas cortas, arrastrando la cruel barriga por el suelo. ¡Quien fuera jirafa!, anheló el hipopótamo.


Información sobre la presentación del libro facilitada por ACEN:

La presentación de “ Bocados sabrosos” , libro que contiene los 300 microrrelatos seleccionados del I concurso de microrrelatos ACEN, que tendrá lugar el sábado 3 de diciembre a las 12h en la librería Argot de Castellón (más información en www.argot.es ).

Los beneficios de dicho libro irán destinados a actividades de promoción de la lectura para niños y niñas con parálisis cerebral . Para ello hemos firmado un convenio con la Fundación Borja Sánchez ( www.fundacionborjasanchez.org ). El día de la presentación del libro “Bocados sabrosos” varios niños y niñas de la Fundación vendrán a leer microrrelatos junto con los/las autores/as que estén presentes. También el día 27 de noviembre, como primera actividad, durante la celebración de la V marcha no competitiva por la igualdad de oportunidades de las personas con discapacidad, ACEN facilitará un cuenta cuentos para todos los pequeños que participen en la marcha.

Consulta en este enlace los relatos seleccionados para su publicación:
http://acencs.org/?p=373



sábado, 29 de octubre de 2011

HALLOBLOGWEEN 2011


Mi amiga Teresa Cameselle se ha propuesto movilizar a los blogeros, la excusa, escribir un relato de terror para Halloween. Y como me parece una propuesta divertida me he apuntado, este es mi relato.

Vestida de Piel

El centro comercial se quedó en penumbra. El estruendo anterior había dado paso a un silencio lúgubre que se iba apoderando de cada pasillo, de cada comercio, subiendo hasta la planta alta, colándose por la entrada de los cines. Era el momento que ella aprovechaba para salir, aún se respiraba el olor a humanidad. Era un aroma rancio y dulzón al mismo tiempo, mezcla de sudor y perfume, que le daba la vida, fue aspirando a grandes bocanadas como pez fuera del agua, hasta que vio con placer que ya tenía manos, un par de bocanadas más y aparecerían los pies, subió por las escaleras, en la planta de arriba encontraría más. Se dirigió hacia los cines y estudió la cartelera. Sin duda la película de la sala primera era la más sangrienta, así que se adentró en la oscura estancia. Podía notar el aliento de la gente que hacía unos minutos abarrotaba la sala. Su cuerpo ya tenía la consistencia de la materia humana. Ahora podría salir sin llamar la atención. No aún no, sólo estaba vestida de piel, debía cubrir aquel cuerpo. Volvió a bajar, recordaba haber visto una tienda de ropa en la planta baja. Eligió un vestido negro, ajustado, con amplio escote y lo suficientemente corto para dejar a la vista la mayor parte de sus recién adquiridos muslos. Completó su atuendo con zapatos negros de tacón. Ahora tendría que cumplir con su destino, había respirado, absorbido, acaparado toda la maldad que cientos de personas habían ido dejando en el centro comercial. Algunas solo pequeñas miserias, enojos superfluos que el tiempo había convertido en enconos, otras, odios perversos que les impedían vivir. Llena de la maldad ajena se dirigió a la calle, a lo lejos, entre las sombras vio una figura humana, sonrió dejando ver sus afilados colmillos, allí estaba su primera víctima, sobre ella se desataría toda el odio de la ciudad.

Podeis leer el resto de los terroríficos relatos en el siguiente enlace:

lunes, 24 de octubre de 2011

Paratodalavida, una hipoteca con suelo, pero sin techo

Había una vez un tipo de hipoteca llamada Paratodalavida. Era una hipoteca tranquila, de andares pausados, de esas que se cuelan en tu casa sin apenas darte cuenta. Poco a poco se hizo dueña de todo el barrio, que digo, de la ciudad, del país, ¡del mundo! … Extendió sus tentáculos sin distinción de clases, hasta los hogares más humildes recibieron su visita.

Paratodalavida sabía bien como comportarse, al principio, modosa, con un interés pequeñito, ofrecía miles de ventajas, que las víctimas (también llamadas clientes) eran incapaces de rechazar. No tenía prisa, ahogaba a su presa despacito, se enroscaba en su cuenta corriente hasta hacerla zozobrar para siempre.
Siempre era la palabra favorita de Paratodalavida. Le gustaba jactarse de que ella era como un hija: deseada al principio, cuidada en sus primeros años, problemática en las épocas de apuros, pero nunca abandonada. Antes que las vacaciones o el coche nuevo, la comilona de los domingos o las copas de los sábados, había que atender a Paratodalavida.
Y si no se podía atender, ella devoraba la propiedad, la engullía sin miramientos, dejando al pobre incauto y a su familia en la calle. Pero Paratodalavida no era tan mala como pudiera parecer, pues, aún estando la víctima (antes llamada cliente) ya desahuciada, ella seguía acompañándolo, con el mismo interés de siempre, no en vano tenía un bonito y rígido suelo.

(Se llama suelo de una hipoteca el  tipo de interés mínimo que te cobran, aunque la suma del euribor mas el diferencial sea menor, ahí va eso, y que me digan que hay que inyectar más dinero a los bancos...)

martes, 18 de octubre de 2011

La prima de Riesgo

Riesgo, a pesar de su nombre, siempre fue un hombre prudente. No salía de casa sin tomar las debidas precauciones: apagar las luces, revisar que el gas estuviera cortado, comprobar que su presupuesto le permitía las compras a realizar, etc.. Su vida trascurría sin sobresaltos hasta que llegó su prima, la prima de Riesgo, una resuelta jovencita de extrañas costumbres. Por su afición al montañismo, la prima tenía tendencia a subir constantemente, y el corazón de Riesgo se aceleraba hasta límites insospechados.

Riesgo decidió encerrar a su prima en casa, al menos allí tendría un techo que le impediría subir más arriba; como la joven se resistía, debido a su tendencia alcista, Riesgo pidió ayuda a un amigo suyo, muy europeo, que trabajaba en un banco central, BCE, para los amigos españoles, pues los ingleses solían llamarlo ECB.

Pero nada era capaz de detener a la joven e intrépida prima de Riesgo, siguió escalando hasta encaramarse a la chimenea, donde permanece, obstinada, haciendo caso omiso a las súplicas de su primo y de todos los vecinos, ya alarmados por tanto alboroto.



(Un día mi hijo de 7 años y mi hija de 10, me preguntaron qué era la prima de riesgos, lo cierto es que me pusieron en un apuro, traté de hacer un símil que pudieran entender, hoy me he acordado de esa pregunta y me apetecía divertirme un rato, a veces, las cosas serias, como la dichosa prima de riesgo de nuestra deuda, hay que tomárselas a cachondeo, para que no nos amarguen la vida.)

viernes, 2 de septiembre de 2011

Te invito a escuchar


A menudo comparto relatos en este blog, normalmente os invito a leerlos, en este caso los relatos han sido grabados y emitidos en la emisora Radio Silenci, en el programa "Calaix de Llibres" a cargo de Violant Muñoz Genovés. Tengo que reconocer que me ha emocionado un poco oír mis relatos en la voz de otra persona, y es por eso que me gustaría compartirlo con mis amigos del blog.
Estos son los enlaces a los dos relatos:
La madre:

El número cuatro, incluido en el libro Trece cuentos inquietantes.


Además, si os gustan, podeis votarlos,  pues están participando en un certamen. Tan sólo teneís que envíar un correo electrónico a esta dirección:  violant@agmediatica.com poniendo en el asunto del mensaje "CONCURSO RELATOS", y siempre citando el título y el autor de la obra. Se pueden votar hasta 3 relatos dando esta puntuación: 3 puntos al Primer Puesto, 2 puntos al 2º puesto, y 1 punto al tercer puesto.

Las votaciones comenzarán de las 00:00 horas del 1 de septiembre de 2011 a las 00:00 26 de septiembre de 2011.

martes, 28 de junio de 2011

Extraño país


No sabía nada de las extrañas costumbres de aquel país, ni que sería acusado por  un gesto que a él le parecía inocente. Cuando se bajó del barco vio mujeres con vestidos de encaje, semidesnudas, abrazadas a hombres siniestros, que metían billetes en su escote. Por la noche, contempló peleas a cuchillo en la feria del puerto, sangre joven que regaba el suelo, sin que nadie prestara atención. En el bar del hotel, unos ejecutivos esnifaban coca, bajo la mirada indiferente de un policía que apuraba su cerveza.  Fue allí donde ocurrió todo, llevó la mano hasta la chaqueta, sacó el paquete y encendió un cigarro.

miércoles, 8 de junio de 2011

Otro de abogados

El castillo de Alcaudete se asoma tras las chumberas.


Salvemos el planeta…, decía la gran pancarta. En principio, nada raro en estos tiempos en los que ya no se está bajo sospecha por ser ecologista. Un pájaro negro se había posado sobre uno de los palos que sujetaba el letrero. Mal agüero, pensó el chico pelirrojo que lo llevaba, sin dejar de proferir gritos por la causa. Tras él, un grupo de personas con los más diversos disfraces: romanos, árabes, judíos ortodoxos, hindúes, monjes budistas, … repetían las consignas a viva voz.

Meses después, cuando se conoció el fallo, aún se seguía hablando de aquel extraño caso de protesta. El obispado no los había demandado por las palabras que figuraban en el anverso del letrero: “… de la religión”, sino porque no hubo forma humana de convencerles para que abandonaran su sitio tras la Virgen de los Dolores, en la procesión del Viernes Santo.

jueves, 17 de febrero de 2011

Te tomo las medidas


Te tomo la palabra, me dijiste...
Y empezaste a desabrochar mi camisa con la misma delicadeza que cae una pluma sobre la hierba del parque. Noté la caricia de tus dedos en mi espalda, y una oleada de placer azul escaló mi vientre. Luego te postraste a mis pies, rozando mis tobillos con tus uñas afrancesadas. Subiste a mi cintura, la rodeaste con tus brazos de seda, y deseé penetrar en tus ojos de cobalto.
El sueño sólo duró unos minutos, los que tardaste en tomarme las medidas para mi traje de novio.
Te tomo las medidas, me dijiste...

jueves, 27 de enero de 2011

El pacto



Nunca imaginé que me sentaría en el banquillo de los acusados. Mi vida mediocre no vaticinaba tales emociones, lo más temerario que cometía era devolver un recibo bancario, que después pagaba religiosamente; o reservar algún hotel en una ciudad exótica, que cancelaba con suficiente antelación para que no cargaran gastos en mi tarjeta. A veces, la vida es como la gaseosa, tranquila y relajada mientras permanece dentro de la botella, explosión de burbujas cuando alguien la descorcha. Y fue aquel vecino, el del tercero, quien hizo que estallara en espumarajos de odio, como una gaseosa. Él no lo sabía, pero teníamos un pacto, yo no me molestaba por su indiferencia, (ni me miraba al cruzarnos en la escalera); a cambio, él se desnudaba para mí cuando tomaba el sol en su terraza. Decidí matarlo el día que los operarios pusieron el toldo sobre su balcón. Un pacto es un pacto.

(Relato seleccionado en el mes de enero en el III Concurso de microrrelatos sobre abogados, para leer más pincha en este enlace: Relatos Enero )

lunes, 15 de noviembre de 2010

La madre


Cada vez que la mira a los ojos tiene la sensación de estar asomándose a un pozo oscuro y profundo, un enmarañado de tinieblas y miedos.
No hace tanto podía adivinar todos sus movimientos incluso antes de que empezara a ejecutarlos, como si se tratara de la coreografía de un ballet mil veces visto.
Este pensamiento le lleva de la mano hasta sus primeros años, cuando apenas levantaba un palmo del suelo y se agarraba a su mano con fuerza al cruzar el semáforo que las llevaría hasta la escuela de danza. Aún no había cumplido los cuatro años.
Ahora se pregunta si no estaría allí el origen de la desgracia, si no sería ella la culpable por animarla a ser una bailarina, a cumplir el sueño que ella nunca logró. Quiso pasar por alto que su hija, como ella, era una niña regordeta, de pies pequeños y hoyuelos en los dedos, que su constitución no era la más apropiada para la danza. Duele sentirse culpable, pero lastima más no saber qué hacer, qué camino tomar para ayudarle a salir de ese cenagal de vómitos y hambrunas.
Observa como termina el desayuno, sin ganas, como un pajarillo inapetente. Mira su piel mortecina, la nariz afilada, el perfil transparente de sus orejas, las flores moradas de sus labios. No parece su niña. La ilusión por vivir se le escapa entre sus dedos, tristes y descarnados, que dejan resbalar la tostada hasta ocultarla bajo la servilleta. Ella finge que no la ha visto, prefiere que coma poco a que luego vomite. Hoy tienen cita en la clínica. A la madre no le gusta ir allí, teme ver las imágenes de esos cadáveres vivientes que deambulan por los pasillos. Su hija todavía puede pasar por una chica demasiado delgada, aún no lleva escrita en la frente la palabra maldita: anorexia.
Es tan hermosa, piensa la madre mientras conduce con la mente tan alejada del tráfico que, al cambiar el semáforo, a punto está de chocar con el coche que la precede. Le gustaría hablarle, decirle cuánto la quiere, cuánto la quiso desde el momento que vio su carita rosada en la sala de partos, olvidando de golpe el esfuerzo y el dolor sufrido durante más de veinte horas. Un parto de primeriza.
Se bajan del coche, intercambian una mirada angustiada, llena de inseguridad, la madre nota la presión de aquellos dedos famélicos en la palma de su mano, como el primer día que la llevó al colegio. En esa ocasión se separó de ella muerta de miedo, pero sin llorar ni gritar, como hacían los otros niños. Sólo le dirigió una mirada acusadora que la llevó a estar todo el día inquieta, con la sensación de haberle fallado, y la seguridad de que lo había hecho por su bien. Sabe que hoy tendrá que regresar sola, que Maite se quedará allí, ya ha dado un primer paso, aceptar que está enferma.
Busca sus ojos, esta vez no ve reproches, tan solo miedo. Un miedo como el que aprieta su garganta, que le impide hablar y decirle cuánto la quiere, cuánto la ha querido desde que nació, desde que la matrona la dejó sobre su pecho, húmeda y desamparada.
Es la hija quien inicia la despedida, sus palabras son susurros apenas musitados.
- Debes marcharte mamá, estaré bien, voy a curarme. Quiero curarme, aquí me ayudarán.

La madre no puede hablar, quisiera decirle que sí, que seguro que se recuperará, que la esperará, que cuando regrese harán miles de cosas juntas, todo lo que no han hecho desde que ella dejó de ser ella, desde que se convirtió en una extraña con ojos de pozo.
No dice nada. Le da un beso y se marcha sin decir adiós, no quiere que la vea llorar.

domingo, 31 de octubre de 2010

Hallobogween: La venganza de la tía Evarista

Mi amiga Teresa Camesalle nos ha hecho una terrorífica propuesta, escribir un relato de miedo. Aquí os dejo el mío, si quereís leer más visitad esta página:
http://teresacameselle.blogspot.com/2010/10/comienza-el-halloblogween.html


La venganza de la tía Evarista.
La tía Evarista siempre me dio miedo. Su cuerpo flaco, las ojeras negras, la nariz de bruja y sus dientes cariados. Odiaba tener que besarla cada vez que venía a casa de visita, por eso me escondía debajo de la cama cuando oía su voz de serrucho oxidada. Siempre que la veía imaginaba que su dedos largos de uñas amarillas se parecían demasiado a las de cierto asesino que salía en las pelis de terror.
Cuando murió, mi madre me obligó a asistir al velatorio. Ya tienes trece años, no te hará mal ver un cadáver, dijo y se quedó tan fresca. Si la tía Evarista era fea viva, muerta parecía una auténtica pesadilla. No puede permanecer más de cinco segundos delante de ella, y mucho menos rezar el padrenuestro que me había exigido mi madre
Esa noche me acosté con el estómago encogido y tardé mucho en dormirme, me sentía culpable por no haber orado por la salvación del alma de mi tía, a fin de cuentas, era de mi familia.
Me encontraba en ese instante en el que no estás dormido ni despierto, ni vivo ni muerto, cuando oí una voz de serrucho oxidado que pronunciaba mi nombre. Como siempre, por instinto, me metí debajo de la cama. Algo había cambiado allí debajo, un olor acre me irritó la garganta, y me hizo toser. Cerré los ojos y me hice un ovillo. Noté como unas uñas afiladas recorrían mi espalda destrozando el pijama pero sin herirme. El miedo se comió mi lengua, no podía gritar para pedir ayuda. La voz repetía una y otra vez en un horrible soniquete: Me faltó una oración para subir al cielo, ahora tendré que vagar eternamente por el purgatorio, tú me acompañarás cada noche.
Cuando desperté estaba tumbado sobre la cama, un sol brillante entraba por la ventana, sólo ha sido un sueño, me dije aliviado, pero me sentía cansado y me dolían los pies. Los miré, estaban magullados, como si hubiera recorrido descalzo un valle de piedras. El miedo se agarró definitivamente a mi pecho cuando toqué mi espalda y comprobé que el pijama estaba roto.
Esa fue la primera noche de las muchas que vinieron después, nunca más pude dormir en paz. ¿Lo entiendes ahora, sobrino?

El niño miró a su tío asombrado, no podía creer lo que le había contado, pero, entonces, ¿por qué tenía siempre aquellas ojeras moradas, casi negras?

sábado, 12 de junio de 2010

Adulterio



Llevaba varias semanas enganchada a aquel blog. Nada más acostarse cerraba los ojos y trataba de adivinar lo que su autor, a la mañana siguiente, escribiría para ella. Sólo para ella. En la otra esquina de la almohada su marido dormía levantando, con el sonido de su respiración acompasada, vientos de remordimiento en Carmela. No, no lo estaba engañando, sólo leía las palabras que alguien, un total desconocido, redactaba a miles de kilómetros de distancia. Era como abrir un libro o ver una película. Entonces, ¿por qué ese calor en el vientre cuando sus ojos recorrían los párrafos anhelados? Se sentía roca, el lugar donde llegaban las mareas de los sonidos no pronunciados, que cada día alguien inventaba para ella. Al menos eso quería creer, que los textos crecían al calor de sus lecturas.
Sólo palabras, ni siquiera fijadas en un papel... Sólo una titilante pantalla manchada con los pensamientos de un extraño. A cada entrada del blog ella escribía un comentario; en la siguiente publicación el escritor desconocido le contestaba. Nadie más leía aquella página. Quizás de ahí devenía su sentimiento de culpabilidad: la calificación de adúltera que a veces se dedicaba a sí misma. Y también la irreprimible atracción que sentía por aquel blog.
Una mañana, cuando entró en la red a recoger su ración diaria de evasión, notó que algo había cambiado. Alguien más había dejado un comentario a la publicación de ese día. Era otra mujer; a la que él había contestado con la misma dulzura que empleaba para dirigirse a ella, las mismas palabras cargadas de erotismo y sensualidad.

Nunca más volvió.

martes, 23 de marzo de 2010

El tricornio burlón


Tal vez sea mejor que se quede en casa. Pronunciaste esta frase sin mover un músculo de la cara, que ya es difícil hablar así, en silencio. Yo te entendí porque hace tiempo que se leer en tus ojos, es un idioma complicado compuesto por luces y sombras, por brillos y destellos ambarinos. Él seguía mirándonos a los dos, la piel aún cubierta de salitre y el miedo enroscado en su garganta. Le pusiste la manta sobre sus hombros, para hacerle olvidar el frío del cayuco. Tu tricornio nos miraba burlón desde la percha.

lunes, 15 de marzo de 2010

El tubo fluorescente


Sea breve por favor, dijo el fiscal, ¿por qué mató a su jefe? La culpa la tuvo el parpadeo intermitente de la lámpara estropeada, confesé, toda la mañana apagándose y encendiéndose, como si estuviéramos en una discoteca. No le aplasté la cabeza con la pantalla del ordenador por los veinte años de vejaciones, ni por las promesas incumplidas de subidas de sueldo, ni por las horas extras sin cobrar. No. El motivo no fue otro que su negativa a dejarme salir diez minutos para comprar un puto tubo fluorescente.

viernes, 26 de febrero de 2010

Yo sabía que iba a suceder algo


Cuando se enfundaba el conjunto rojo pasión, yo sabía que iba a suceder algo. No hace falta ser abogado, ni dirigir el mejor bufete de Madrid, para adivinar lo que Judith quería esa noche. Se subía a su coche deportivo y bajaba la ventanilla, dejando que la ciudad entrara en forma de viento libidinoso. Yo ponía mil excusas, la cena con mis padres, el juicio de mañana… Ella acallaba mis protestas con un beso de esponja que absorbía mis palabras…, y mi voluntad. Recorríamos las calles a la velocidad del miedo, el que yo sentía cada vez que Judith pisaba el acelerador. Si por fin frenaba, varias horas después, siempre lo hacía delante de mi casa, pero nunca se bajaba.
Cuando se ponía el traje rojo pasión yo sabía que iba a suceder algo, y también sabía que ese algo no sucedería conmigo, Judith era la fiscal y estaba casada.


(Otro de abogados)

miércoles, 17 de febrero de 2010

La semilla del desamor


He encontrado un motivo para amarte. Es pequeño y débil, pero estoy segura de que si lo cuido con esmero crecerá y dará frutos. Todos insistían en que me deshiciera de ti, sólo será una carga, me repetían mis amigas, mis padres, los sicólogos… Lo pensé, es cierto, y ahora me avergüenzo de contártelo pero quiero que nuestra relación sea sincera desde un primer momento. Tendré que decirte también lo de tu padre. Eso me costará un poco más, aún me duele el recuerdo. Los recuerdos lastiman, ¿lo sabías? Es un dolor agudo, que se clava en el alma y seca la boca, como si te la llenaran de tierra. Duelen más que el daño que me hizo en el cuerpo, ese se curó. Las heridas cerraron, ya no queda nada, sólo tú. Ahora que lo pienso, tú eres un recuerdo; sin embargo, cuando pienso en ti, no me duele, sólo me hacen cosquillas las patadas que me das en la barriga. Creo que no, que no te contaré nada, no mereces vivir con el peso de mis recuerdos.
(Relato semifinalista certamen diciembre Ediciones Fergutson)

miércoles, 10 de febrero de 2010

Vocación


Cuando empecé la carrera de Derecho aún no sabía que quería ser abogado. Eso se aprende con el tiempo, me dijo un profesor. Durante años acumulé experiencia en el tema realizando un doloroso arbitraje en las peleas de mis padres. Me fue de gran utilidad la querella que mi ex esposa me interpuso para que le subiera la pensión, a pesar de su abultada nómina como gerente de la estación de autobuses. Y llegados a este punto, en el que ya he usado todos los términos exigidos en el relato, qué más puedo contar sobre mi vocación. Ah, sí, ya recuerdo, despertó definitivamente el día que mi hermana vino con un moratón en el ojo y el alma rota, recogí los pedazos, le ayudé a meterlos en su bolso y nos fuimos a la comisaría de policía más próxima para poner una denuncia al bestia de su esposo.


(Uno de abogados que no fue seleccionado, creo que es el de diciembre)