viernes, 7 de noviembre de 2008

Una de abogados

- Deseo destrozarla, aniquilarla, arrasarla, hundirla en la miseria... En fin, quiero demandarla

Juan, el abogado, lo observaba callado, inmóvil, pétreo. Escuchaba impávido los insultos e improperios que profería aquel zoquete. Era su sistema de defensa, convertirse en un bloque de hormigón armado.
- No le aconsejo hacer eso señor Lechuga. Soledad sólo es una pobre anciana, sus loros le hacen mucha compañía y además ....
- ¡Calla! ¿Acaso sabes lo que me hizo ese pajarraco, esa piraña voladora?
- No, aún no me lo ha dicho.
- Se llevó mi viagra en el pico, justo después de pagarle a la chica.
- Entiendo- dijo Juan.
- Pues quiero que pidas tres mil euros por daños y perjuicios.
- ¿Tanto?
- Sí, por la vergüenza que pasé ante la muchacha.
- La prostituta- puntualizó Juan.
- Eso es lo de menos. ¿Qué opinas? ¿tenemos opciones?
- Podríamos tenerlas si Soledad no fuera, ... su madre.