lunes, 17 de septiembre de 2012

Ojos de niña sobre el estrecho, de Emy Luna






Hay muchas formas de acercarse a un libro, y reconozco que cuando abrí el de amiga Emy ya iba predispuesta al disfrute, al gozo de recrearme en una prosa sencilla y hermosa a un tiempo, elegante podría ser la palabra más adecuada para definirla.
No me decepcionó. Me gustó desde el primer párrafo, que dice así:
“Dicen que la diferencia entre un escritor y el no lo es, radica en la mirada. Donde el que no es escritor sólo ve un suceso cotidiano, el que fabrica historias descubre, en el mismo hecho, el germen de una historia única, diferente, digna de ser contada.”
Y eso es lo que ha hecho la escritora para nosotros, ha fabricado historias con los retazos de sus recuerdos, las ha hilvanado con cariño y ternura, hasta lograr una prenda armoniosa y con estilo.
Desde el primer capítulo he visto con los ojos de Emy sus recuerdos, y los he hecho míos. Yo, que soy de tierra adentro, me he dejado bañar por las olas, he recorrido las calles de Algeciras, he subido a tender a la azotea, he cazado ranas, me he ido en un camión del ejército para a la playa del Rinconcillo…
 Y al final, me he dejado conmover con un poema que ya había escuchado de labios de la autora, “Mi niño sueña”, porque Emy Luna sabe convertir en poesía hasta el sufrimiento más duro.

Esta es otra publicación de la nueva editorial El desván dela memoria, que demuestra así su apuesta por la calidad y los nuevos autores. Puedes adquirir el libro sin gastos de envío pinchando aquí .

La autora

Emy Luna nace en San Roque (Cádiz) en 1957. Desde los dos años vive en Algeciras. Su amor por la literatura y los libros nacen con ella. Profesora de Diversificación de la ESO, reparte su tiempo libre entre su familia, el deporte, la pintura y la escritura, su gran pasión.
Colabora desde hace tres años con el programa La Firma de la Cadena Ser, tribuna de opinión desde donde por primera vez comparte con los demás lo que siente y escribe.
Ha sido premiada y publicada en diversos certámenes literarios. Con Ojos de niña sobre el Estrecho, su primer libro, Emilia Luna Martín ofrece un mosaico de memorias de infancia. Un paseo nostálgico por la Algeciras de los años sesenta, donde la tristeza por una época perdida encuentra su bálsamo en la mirada tierna de una niña. Podría ser la mirada de cualquiera, en un intento de recuperar la Algeciras de Los Ladrillos, de la Perseverancia, del Casino Cinema...


Como mis torpes palabras son incapaces de describir el contenido de este libro, lo mejor es dejaros con uno de los capítulos.

Un cielo de lunares

Recuerdo el movimiento que había en mi casa los días anteriores a la feria. Todo era limpiar y guardar alfombras, sacar maletas viejas llenas de ropa de los altillos. De las cosas más divertidas era cuando mi madre nos colocaba a los más pequeños encima de una mesa para probarnos la ropa del año anterior y comprobar que todo nos quedaba corto y estrecho. El talle de aquellos preciosos vestidos se situaba casi cerca del pecho en vez de ajustarse a nuestra delgada cintura. Pero el mejor momento era cuando mi madre decidía sacar los trajes de gitana de las niñas. Mi corazón se agitaba mientras bajábamos las escaleras con la maleta en la mano hasta llegar al segundo piso. Me apostaba junto a ella en espera de que el mío saliese de una de las maletas. Siempre me asaltaba la duda de si estaría allí el vestido o habría desaparecido por alguna desconocida razón.
Una mezcla de miedo, emoción. Sale casi muerto de la maleta y va cobrando vida a medida que las sacudidas y el agua lo van despertando. Hay que probar si aún me queda bien. Mi corazón se encoje. Sólo hay que añadirle un nuevo volante. Respiro. Tras horas de plancha, a las que asisto casi sin respirar, mamá lo cuelga de su lámpara en una percha junto a la ventana. Pego mi espalda al suelo y siento en mí el leve vaivén de sus volantes con la brisa. Momento mágico, casi religioso, de intimidad absoluta, eterno, similar al que disfrutan los toreros ante su altar antes de entrar en el ruedo. Solos él y yo. Mañana será de quien lo mire, hoy es mío.
Esa noche me dejan dormir en una cama plegable bajo él. Un cielo de lunares.
Tengo más de cincuenta años, y algunas noches, cuando el sueño me obliga a cerrar mi libro, antes de apagar la luz me dejo llevar por el brillo acristalado de mi lámpara y aún puedo ver mi traje de flamenca balanceándose de ella, devolviéndome a mi niñez.



1 comentario:

El desván de la memoria dijo...

Felisa, Muchas gracias por tus palabras. Para un editor no hay mejor regalo que un lector diga que un libro le ha gustado. Solo con eso merece todo el esfuerzo que supone sacar a la luz una publicación.
Un "esfuerzo" relativo, ya que hacemos lo que nos gusta.
Un abrazo,
Ramón Alcaraz