miércoles, 3 de diciembre de 2008

Una estufa en Bélgica

Recuerdo aquel invierno, nunca viví otro igual, no solo por el frío, que azotaba mi rostro sureño con especial encono, de aquella ciudad gris de Bélgica, sino por el muchacho que conocí en el autobús. Cada día lo veía subirse en mi misma parada, él no aparentaba sufrir las inclemencias del invierno, aunque su cara también aparecía enrojecida algunas mañanas. Andaba desenvuelto, no encogido como yo, que parecía una berenjena arrugada, oculta tras capas y capas de jerséis, abrigos y bufandas. Empecé a maquillarme al tercer encuentro, como entre tanto paño lo único que se veían eran mis mejillas y los ojos, insistí en la sombra y el rimel, dotando mi mirada de una intensidad desconocida, que hasta a mí logró impresionarme.

A la segunda semana ya me desenvolvía con el francés y empezamos a saludarnos, supe entonces que era ruso y que, como yo, estaba allí con una beca de estudios. Acabamos hablando en inglés junto a la estufa de su apartamento, un artefacto gris, desconchado, que funcionaba con gas butano. Según Mijail la había introducido de incógnito, pues la casera parecía empeñada en que se helaran con la tenue e insuficiente calefacción central.

Ahora, que han pasado más de veinte años, apenas distingo sus facciones, el azul de sus ojos se desvanece en mi memoria, pero recuerdo con gran nitidez la calidez de aquella estufa, que siempre me incitaba a desprenderme de mis telas de cebolla.

5 comentarios:

Paco dijo...

Esa ventaja sobre el frio la tenemos los que vivimos en zonas menos cálidas.

Yo tengo una estufa de leña que calienta mi estudio. Algún día deberé agradecerle todo lo que ha hecho por mi este invierno. Así la recordaré como compañera de aventuras, siempre a mi lado ofreciéndome su calor desinteresado, al igual que esa estufa de tu historia.

Juan Manuel Rodríguez de Sousa dijo...

Mira Felisa, las estufas dan una especie de calor memorístico,

¡Qué agradable estoy ahora mismo con ella!

Este relato ya lo leí hace tiempo, pero creo que has buscado la época perfecta para exponerlo,!!,

BEsos

Felisa Moreno dijo...

Gracias Paco, las estufas siempre prestando su calor desinteresado.

Gracias Juanma, ya sabes que este relato nació de un ejercicio del taller, la unión de dos palabras. Abrí el diccinario y salió Bélgica y estufa, luego sólo tuve que ir juntando letras para convertirlo en un microrrelato.

Celia Álvarez Fresno dijo...

Un relato muy apropiado para estos días tan fríos, ya que nos damos cuenta de que hay más, en otros lugares. Y eso parece que nos mitiga un poco nuestro propio tiritar.
Es un relato muy preciso, y con mucho contenido, la ilusión, el ¿amor?, el frío, los sueños...
Un abrazo.

Felisa Moreno dijo...

Gracias Celia, sí que hace frío, por eso me acordé de esta historia, que de alguna forma da un poco de calidez.