En muy pocas ocasiones había salido de su barrio, casi siempre para visitar a su abuela Cassandra, así que esa expedición se convirtió en una auténtica aventura. Se subió a la cinta transportadora que le llevaría hasta la parada de metro más cercana; nunca había cogido el metro, elemento de transporte que ya sólo usaban las clases desfavorecidas, creía recordar que antes se les llamaba pobres, quizás era otra de las palabras prohibidas. Cuando entró en el túnel se sintió sobrecogida, el hedor a humedad, a orines, a deshechos orgánicos golpeó su nariz, agradeció que la iluminación fuera escasa, así no podía ver de dónde procedían aquellos efluvios hediondos. Entró en el tren, la mayoría de los asientos estaban destrozados, la gente iba de pie, asida a las barras. Muchos la miraron con curiosidad, Nova desprendía un halo distinto, parecía rodeada de una luz mágica. Su larga cabellera rojiza brillaba limpia y cuidada, vestía ropas de lujoso diseño y calzaba unos zapatos dorados. En cambio las personas que la acompañaban lucían sucias, casi todas llevaban un mono gris, peinadas con descuido y con las uñas ennegrecidas, como si mostraran luto por la situación de sus propietarios. Las mujeres se le antojaron cansadas, envejecidas, las arrugas (esas desconocidas en su mundo desde que se descubrieron las pastillas rejuvenecedoras) les surcaban los ojos y las comisuras de los labios, dibujando curiosas formas, distintas en cada rostro. Vio a alguna jovencita de ojos soñolientos y expresión tan triste como la de los mayores. Nova no se hubiera sentido más extraña si acabara de aterrizar en otro planeta. El miedo hizo que se le humedecieron las palmas de las manos y las axilas. Empezaba a arrepentirse de haber ido hasta allí sola, de no haber contado con la ayuda de Indómito, pero eso hubiera significado confesarle su falta, el incumplimiento de las normas al leer el mensaje.
Por fin llegó a su parada, se apeó apresuradamente, y miró a su alrededor, sólo vio unas escaleras mecánicas que bajaban hasta otro nivel, descendió por ellas y se encontró con algo parecido a un control policial delante de unas puertas de metal, un guardia le preguntó a qué iba y ella dijo que a visitar un amigo y le dio la dirección, tal como la recordaba. El hombre comprobó que existía aquella calle y la dejó pasar, sin más preguntas.
Nada más adentrarse tras aquellas enormes puertas miró con asombro lo que la rodeaba, una auténtica ciudad subterránea, de casas adosadas, bajas y oscuras, que parecían brotar de las entrañas de la tierra. El cielo artificial, construido de hormigón, estaba sembrado de lámparas halógenas que proporcionaban una claridad sucia y demacrada. La gente circulaba en unos extraños vehículos sin motor, parecían bicicletas de tres ruedas que se impulsaban pedaleando, casi todas llevaban una especie de maleta acoplada en la parte de atrás, que hacía las veces de portaequipajes. Algunos se volvían para mirarla, su traje blanco contrastaba con las ropas grises de la mayoría de los viandantes; con las prisas ni siquiera se preocupó de cambiarse de ropa, claro que ella no esperaba encontrarse con aquel paisaje tan desolador.
Preguntó por la dirección a algunas de aquellas criaturas pálidas, los rostros blanqueaban como huesos calcinados por el sol, unas profundas ojeras moradas daban la nota triste de color, los labios pálidos apenas se distinguían del resto de la cara. Una de ellas le indicó la dirección con una voz gutural que no se correspondía con su aspecto enclenque, Nova percibió lo limitado de su lenguaje, y el esfuerzo por articular ciertas palabras, como si no estuviera acostumbrado a hablar. Por un momento pensó que se trataba de un sueño, que nada de aquello estaba sucediendo y que aquellos seres cenicientos sólo existían en su imaginación. Fue esa sensación de irrealidad la que la llevó a tocar a su interlocutor, puso su mano sobre el brazo y el hombre dio un respingo y se alejó corriendo. Nova trató de disculparse al recordar que existía una ley que prohibía el contacto físico en público, pero en su mundo poca gente la respetaba.
“Su mundo”, sin duda se trataba de universos diferentes, no podía sospechar que existieran personas viviendo en esas condiciones, jamás las había visto en los documentales, en ellos la gente aparecía feliz, bien vestida y sonriente; incluso los obreros de las fábricas, siempre aseados y contentos, afanados en sus tareas.
Las calles de su barrio aparecían limpias, relucientes. Los jardines bien cuidados, siempre llenos de flores, que se abrían en todas las épocas del año. El tráfico se limitaba al aéreo, permitiendo que las personas pudieran caminar tranquilas contemplando los escaparates, luminosos y amplios, donde se exponían productos de lujo: bolsos que adaptaban su tamaño y color a la ropa que se llevara puesta, carísimos zapatos confeccionados con piel de animal, ramos de flores frescas que nunca se marchitaban, trajes que se aclimataban a las condiciones de humedad y calor, preciosos vestidos de noche inspirados en los diseñadores del siglo anterior pero que incorporaban los nuevos materiales que podían cambiar de color y textura, sofisticados robots-mayordomos que tenían los adelantos más novedosos...
Por fin llegó a su parada, se apeó apresuradamente, y miró a su alrededor, sólo vio unas escaleras mecánicas que bajaban hasta otro nivel, descendió por ellas y se encontró con algo parecido a un control policial delante de unas puertas de metal, un guardia le preguntó a qué iba y ella dijo que a visitar un amigo y le dio la dirección, tal como la recordaba. El hombre comprobó que existía aquella calle y la dejó pasar, sin más preguntas.
Nada más adentrarse tras aquellas enormes puertas miró con asombro lo que la rodeaba, una auténtica ciudad subterránea, de casas adosadas, bajas y oscuras, que parecían brotar de las entrañas de la tierra. El cielo artificial, construido de hormigón, estaba sembrado de lámparas halógenas que proporcionaban una claridad sucia y demacrada. La gente circulaba en unos extraños vehículos sin motor, parecían bicicletas de tres ruedas que se impulsaban pedaleando, casi todas llevaban una especie de maleta acoplada en la parte de atrás, que hacía las veces de portaequipajes. Algunos se volvían para mirarla, su traje blanco contrastaba con las ropas grises de la mayoría de los viandantes; con las prisas ni siquiera se preocupó de cambiarse de ropa, claro que ella no esperaba encontrarse con aquel paisaje tan desolador.
Preguntó por la dirección a algunas de aquellas criaturas pálidas, los rostros blanqueaban como huesos calcinados por el sol, unas profundas ojeras moradas daban la nota triste de color, los labios pálidos apenas se distinguían del resto de la cara. Una de ellas le indicó la dirección con una voz gutural que no se correspondía con su aspecto enclenque, Nova percibió lo limitado de su lenguaje, y el esfuerzo por articular ciertas palabras, como si no estuviera acostumbrado a hablar. Por un momento pensó que se trataba de un sueño, que nada de aquello estaba sucediendo y que aquellos seres cenicientos sólo existían en su imaginación. Fue esa sensación de irrealidad la que la llevó a tocar a su interlocutor, puso su mano sobre el brazo y el hombre dio un respingo y se alejó corriendo. Nova trató de disculparse al recordar que existía una ley que prohibía el contacto físico en público, pero en su mundo poca gente la respetaba.
“Su mundo”, sin duda se trataba de universos diferentes, no podía sospechar que existieran personas viviendo en esas condiciones, jamás las había visto en los documentales, en ellos la gente aparecía feliz, bien vestida y sonriente; incluso los obreros de las fábricas, siempre aseados y contentos, afanados en sus tareas.
Las calles de su barrio aparecían limpias, relucientes. Los jardines bien cuidados, siempre llenos de flores, que se abrían en todas las épocas del año. El tráfico se limitaba al aéreo, permitiendo que las personas pudieran caminar tranquilas contemplando los escaparates, luminosos y amplios, donde se exponían productos de lujo: bolsos que adaptaban su tamaño y color a la ropa que se llevara puesta, carísimos zapatos confeccionados con piel de animal, ramos de flores frescas que nunca se marchitaban, trajes que se aclimataban a las condiciones de humedad y calor, preciosos vestidos de noche inspirados en los diseñadores del siglo anterior pero que incorporaban los nuevos materiales que podían cambiar de color y textura, sofisticados robots-mayordomos que tenían los adelantos más novedosos...
(Fragmento de mi futurista novela juvenil)
8 comentarios:
Hazme caso, Felisa, la he estado leyendo y no es mala, al contrario, a mí me ha gustado mucho. No debes fiarte de lo que te diga una editorial que se basa en unos "lectores" o en unas circunstancias coyunturales del momento. Lo mismo que tampoco podemos fiarnos de los elogios cuando tenemos éxito. Para escribir hay que estar centrado y disfrutar con ello, es lo único que cuenta. Ya verás como en otro momento te la cogen o ganas un certamen. Un beso.
Me gustan tus descripciones, la atmósfera que creas en todo momento, esos personajes tan interesantes en mundos distintos...
De mala, nada.
No entiendo lo que sucede en el mundo de las editoriales y desconozco que criterio usan a la hora de puntuar, pero a mí me gusta tu estilo y cómo lo cuentas.
Un abrazo
Ay Felia...
No te obsesiones con lo que te dijeron. Lo mismo ahora la presentas a cualquier certamen y te la publican en otra editorial.
Sin ser comparable, mi "Fea", fue despreciado en otros sitios y mira, ahora lo van a publicar.
¿Que no les gustó la novela? pues que les den dos duros. A otros les gustará. Recuerda lo que te dijo Ramón.
A mi lo que nos has puesto me ha gustado y hubiese leído más. No sé si te vale como respuesta :)
Un abrazo
Paseando por los blogs de jaén, me topo de bruces con el tuyo...y me quedo....narras genial...te leo y te sigo...invitada quedas a mi casa.
No creo que nade pueda decir después de leer ese párrafo (o cualquiera otro) que tu novela sea mala en absoluto, sino al contrario, a mi me enganchó y la lei casi de un tirón, lo cual por desgracia es algo que me sucede con muy poca frecuencia. En todo caso, ya hemos hablado de ella en más de una ocasión y conoces mi opinión al respecto.
A lo mejor el editor al que la mandaste ha considerado que la literatura fantástica no interesa, sin entrar en otra clase de valoraciones. Allá cada cual.
De todas formas, hasta los más grandes escritores han tenido sus resbalones, lo que sucede es que la mayoría de las veces es algo que no trasciende.
¿Os habeis preguntado cuantos novelistas se presentan cada año al premio Planeta? Y ¿alguien conoce un solo caso en que se haya reconocido por el propio autor que su novela no fue premiada?
Hola, Felisa:
Vengo a felicitarte estas fiestas y me encuentro con este regalo en forma de relato...Hummm...se me ha quedado corto...cuando un lector te dice que le gustaría seguir leyendo...¡eso es muy bueno!
Estoy con Paco, escribir es estar centrado y disfrutar con ello,eso es lo más importante... pero creo que ésto ya lo sabes hace mucho tiempo, no sólo por la motivación que le pones, sino por tu disciplina y trabajo constantes con tu escritura, aspecto que yo admiro.
Te deseo unas fiestas con mucha paz y alegría, muy cerquita de los tuyos, y que el año que entra salgan a pasear todos tus deseos y se metan en la cajita del "SE CUMPLEN...ESTA VEZ SÍ!!!"
Un abrazo de letras navideñas e ilusiones con las palabras ;=)
He leído las tres entradas en las que haces referencia a la contestación de esa editorial. Yo te diría que en esta vida hay que tener clase hasta para decir no. Está claro que quien ha escrito "eso" puede que sepa de literatura comercial, pero poco sabe de Literatura como arte. Yo no niego que al leer el fragmento que nos has posteado encuentre extraña tu forma de narrar. Me da la impresión de que has querido "juvenilizar" tu narrativa y eso ha provocado un cierto desajuste en ella. Yo te aconsejaría que esa misma novela la reescribas con tu personalísima forma de narrar, pues es esa forma la que atrae a tus lectores. Al intentar cambiarla, adecuándola a otro tipo de lectores, los jóvenes, pierdes el "gancho". Ya ves, de ahí a decir las sandeces que te han contestado merece la pena que borres esa editorial de tu lista. Hay muchas, casi tantas como escritores noveles.
¿Mi consejo? Como admirador tuyo que soy, te deseo que pases con tu familia unas entrañables Navidades y en Enero, cuando la vida nos devuelva a nuestra triste realidad en España, entonces pienses si merece la pena intentar hacer algo con tu nueva novela. Seguro que esa mente privilegiada acertará con su decisión. Un abrazo
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