martes, 9 de noviembre de 2010

Cifras editoriales


Como otras veces, aunque hace ya tiempo de la última entrada, os traigo un post extraído del blog Miserias Literarias, una página muy interesante para todos aquellos que queremos ser escritores.


Cifras editoriales
Suele darse una cierta controversia acerca del volumen a alcanzar para que un determinado lanzamiento pueda considerarse un «éxito de ventas» dentro del ámbito editorial. La controversia suele generarse porque dichas cifras, lejos de ceñirse a patrones objetivos, deben ser evaluadas mediante factores completamente arbitrarios. No se obtiene el mismo balance de resultados si la editorial Makario vende 3.000 ejemplares de la última edición del poeta taoísta Nikito Nipongo —lo que podría considerarse un clamoroso éxito de público y crítica— que el que el grupo Planeta venda 3.000 ejemplares de la última obra de Matilde Asensi —que sería considerado como un estrepitoso fracaso—. Aun siendo, a efectos objetivos, la misma cantidad de ejemplares vendidos, los criterios de su análisis serían muy diferentes.


Todo el mundo ha oído hablar del extendido tópico de que en España se edita mucho, demasiado quizá. Y no siempre bien. Se maneja la cifra de 70.000 ediciones anuales y si bien esta cifra es algo truculenta —esa cantidad incluye reediciones, folletos, revistas y asuntos varios—, lo cierto es que es una cifra realmente alta. La tirada media por lanzamiento de una editorial española media suele rondar los 2.000 ejemplares. Esto no quiere decir nada y mucho menos el que todo autor, por el hecho de publicar, contemple cómo 2.000 retoños suyos ven la luz. Hay que tener en cuenta que para que esa media se mantenga, cuando surge una tirada superior a los 25.000 ejemplares —más que habitual para un autor reconocido de una editorial de primera línea—, la media tiene que compensarse con 19 tiradas de 800 ejemplares. Y, por otro lado, el camino a recorrer para que una edición en concreto destaque de entre ese maremagnum de 70.000 lanzamientos es muy complejo si no se cuenta con la maquinaria del marketing detrás —y aún contando con ella, en muchas ocasiones, se convierte en un intento fallido—. Hoy en día, en España, vender por encima de los 10.000 ejemplares ya puede ser considerado éxito de ventas. Se le adjudica la etiqueta de best seller a todo lanzamiento que supere los 30.000 —50.000 según estiman otras fuentes— ejemplares vendidos. A título anecdótico, un autor suele embolsarse por un éxito de ventas estándar una fortuna que rondaría en torno a los 18.000 euros —10% de 10.000 ejemplares vendidos al precio medio de 18 Euros— de los que, además, hay que descontar impuestos. Teniendo en cuenta que se produce un éxito de ventas por cada 200 ediciones lanzadas al mercado y que aun produciéndose esa rocambolesca circunstancia, los beneficios obtenidos por parte del autor no superarían el sueldo medio de un año de trabajo en cualquier otra profesión entenderemos el motivo por el cual suelo aconsejar que, si lo que pretendemos es ganar dinero, lo mejor dedicarse a hacer reducciones de la Lotería Primitiva. No me cansaré de repetirlo: ser escritor es una carrera de fondo en la que la meta es, en primer lugar, escribir y después, publicar de forma regular. En dicha maratón, el hacerse rico es tan sólo la lejana y muy puntual recompensa a esa constancia dedicada durante años de trabajo. Y ese es el motivo por el cual no puedo evitar que se dibuje una cierta sonrisa benevolente —que no burlona, lo juro— en mis labios cuando converso con algún aspirante a escritor que sueña con escribir un libro, forrarse y retirarse del mundanal ruido. No tengo nada en contra de las ilusiones de los demás ni disfruto derrumbándolas cual castillo de naipes pero ni esto es Disney ni yo soy Bambi. Aquí hemos venido a conocer el terreno que pisamos. Y cuanto antes ocurra, mejor. Como contrapartida y para no exterminar por completo al ángel de la esperanza, si es cierto que en uno de cada 1000 casos se produce el efecto «Ildefonso Falcones» o «Pablo Tusset» y alguien se forra con un único libro. La circunstancia está ahí y darse, se da, pero yo les aconsejaría que, de querer hacerlo, viesen reflejadas sus aspiraciones en las otras 999 situaciones. Los casos en los que se consigue el éxito son muy conocidos, públicos y notorios y saltan a la palestra pero resulta complicado —precisamente porque ni es público ni notorio— hacerse una idea real de la cantidad de casos en los que eso no ocurre.

Otro consejo a tener en cuenta. Un libro tiene su mayor pico de ventas durante los seis primeros meses de vida tras el lanzamiento y es durante ese periodo cuando la editorial —si es de cierta entidad y se encarga de la cuestión— o el autor —si es, a la postre, el mayor valedor— deben volcarse en la promoción de la obra. Una vez terminado ese periodo, el volumen de ventas de una obra decae hasta llegar —en el mejor de los casos y si no se trata de un ansiado long seller— a menos de una cuarta parte. Y recuerden lo comentado en otra entrada: nada permite obtener mejores resultados que la propia iniciativa.
A modo de coda a esta entrada me gustaría comentar el «truco de la quincuagésimo novena edición» que tan acostumbrados estamos a contemplar en fajas y pegatinas estratégicamente situadas en las cubiertas de los ejemplares que vemos en los grandes centros de venta. Cuando se firma un contrato editorial se reseña el número máximo de ediciones que se ceden en explotación y los ejemplares de los que debe constar cada edición. Es muy habitual que estas cifras sean muy amplias para conceder un gran margen de maniobra —a su favor, obviamente— al editor. No es extraordinario encontrar contratos en los que se especifica que los derechos cedidos comprendan, por ejemplo, 50 ediciones de 20.000 ejemplares cada una. La cuestión es que, por cada edición, el editor no imprime los 20.000 ejemplares de una sola vez sino que, con el fin de ahorrar en costes de edición y almacenaje, tan sólo imprime aquellos que en principio estima que van a distribuirse —que, en circunstancias normales, best sellers aparte, pueden oscilar entre los 1.000 y los 10.000—. Cuando un libro obtiene un relativo éxito, el editor ordena imprimir más ejemplares con el fin de cubrir las necesidades de distribución. Y lo que, bajo el prisma de la cruda realidad, no es más que una o varias reimpresiones de una misma edición, se convierte, por obra y gracia de la magia del marketing editorial, en una nueva edición. Por este motivo podemos encontrar libros que lucen pomposamente en su cubierta el rótulo de «duodécima edición» cuando, en el mejor de los casos, ha distribuido, como mucho y tirando por lo alto, 10.000 ejemplares. Pero claro, el marketing no conoce de matemáticas. Y, en ocasiones, de vergüenza torera tampoco.


Para leer los comentarios al post:

http://miseriasliterarias.blogspot.com/2006/10/cifras-editoriales.html


4 comentarios:

Máximo Cano dijo...

Un articulo muy interesante. Muchas gracias por compartirlo.

Saludos.

Sergio G.Ros dijo...

Un artículo la mar de interesante, y realista, que coloca cada cosa en su sitio, y lo mejor, nos da una perspectiva de cómo está el patio. En fin, ya me lo dijo alguien hace tiempo, el mercado español, comparado con el anglosajón es una minucia de tiradas paupérrimas, lo cual, sigue siendo, para mí, una gran incógnita si tenemos en cuenta el tremendo mercado hispano al que podríamos optar y que, aún no sé por qué razón, se desecha completamente.
Un abrazo y gracias por el artículo.

Francesc Cornadó dijo...

Quien piense que puede ganar algún dinero haciendo de escritor, más le vale que abandone la literatura y se dedique a la cosa mediática, estos personajes mediáticos (periodistas de campanillas, deportistas dados a la pluma, políticos que planean un palmo por encima de los demás, personajillos de la víscera rosada...) venden libros como churros y sus ediciones también se contabilizan en aquella equívoca cifra de los 70.000 libros editados.
El editor, el librero y el autor son los explotados y las distribuidoras son los explotadores. Otra cosa, de risa también, es el control de los derechos de autor, irrisorio, desalentador. La infraestructura de la SGAE solo sirve para mantener la propia infraestructura, para que sus dirigentes cobren dietas y pecunios, pero al autor, ni cinco. Ante este panorama reivindico la copia descarada, y que no me digan que la copia perjudica a los autores, a quien perjudica es a las grandes distribuidoras.

Salud

Francesc Cornadó

Anónimo dijo...

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