Domingo y hay que madrugar. La carita pintada de sueño se aferra a la almohada. Despierta, le digo; espera un poquito, responde. No hay protesta en su voz. Me lo como a besos y le pregunto al oído cuánto me quiere. Ocho, responde, un ocho tumbado, mami. Eso es infinito, le digo yo, y sigo devorándolo a besos. Más tarde, lo veo salir de la mano de su padre, vestido con su equipación de fútbol y la mochila cargada de ilusión, no es Messi, ni falta que hace, me quiere un ocho tumbado. Y yo, ¿cuánto lo quiero yo?
7 comentarios:
Yo también he madrugado en domingo pero por circunstancias diferentes, aunque la razón sean también mis hijos.
Un abrazo.
Como decía mi mami "el querer de una madre no se puede medir". Así que seguro que lo quieres "hasta el infinito y más allá".
Una bellísima entrada, en la que se sienten los besos de caramelo.
Un abrazo.
No lo puedes negar: Tienes una sensibilidad que muchos quisiéramos: Alma, corazón y sentimientos, a flor de piel: Alma, corazón y vida…, como decía la canción; pero tú eres real..., como la palabra.
Hace ya mucho tiempo, aún sin editar, hice una poesía ensalzando a la palabra.
Hoy, permíteme, te dedique algo que se parece a su final:
Benditas sean tus palabras
que tantas prosas refieren,
engrandeciendo el idioma
y el hablar de quien las lee.
Una preciosa entrada para tu niño. Solo por lo que cuentas valieron la pena el domingo y el madrugón.
Un abrazo.
esto es precioso, Felisa, sobre todo lo de que no es Messi, que te da igual, que te quiere un ocho tumbado... me lo como yo también.
Tú le quieres más allá de una espiral de infinitos, no puede ser de otra forma. :)
Qué delicia leerte, Felisa..
Un fuerte abrazo
¡Pero qué bonito! Y cómo te entiendo, Felisa :)
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