Nunca olvidaré ese día. El momento en que sonó el móvil y una voz de mujer me comunicó que había ganado el premio de Escritores Noveles de la Diputación de Jaén. Nos dirigíamos a Sevilla, recorríamos ya la campiña cordobesa pero los los olivos, fieles compañeros de nuestro viaje, aún no nos habían dicho adiós. No pude saltar con el cuerpo, el cinturón y la prudencia me lo impedían, pero sí creo recordar que di un grito y le planté un beso a mi marido, que iba conduciendo. Mis hijos sentados atrás, me preguntaron que pasaba. Yo traté de explicarselo lo mejor que pude, desbordada por la alegría. Hasta que intervino mi hija:
–¿Estas segura, mamá?
–Sí, claro, acaban de decírmelo, he ganado.
–¿El primer premio?– preguntó mi hija incrédula.
–Sí, Irene, el primer premio.
–Mira que tú siempre quedas segunda o tercera. A ver si se han equivocado–dijo con retintín.
En ese momento sentí deseos de estrangularla, vaya forma de echarme en cara que aún no había ganado nada.
–Que no, que me lo ha dicho muy clarito, que mamá ha ganado el premio y van a hacer un libro con su novela-replico yo un poco mosca.
–Pues yo no estaría tan contenta–continuó Irene–me esperaría un poco, no vaya a ser que te llamen para decirte que se han equivocado y que el premio es de otro.
Decidí ignorarla cuando caí en la cuenta de que mi niña maneja muy bien la ironía. Supongo que lo aprendió de mí, a veces la uso para tomarle el pelo; y ese día me estaba dando una dosis de mi propia medicina.
–¿Estas segura, mamá?
–Sí, claro, acaban de decírmelo, he ganado.
–¿El primer premio?– preguntó mi hija incrédula.
–Sí, Irene, el primer premio.
–Mira que tú siempre quedas segunda o tercera. A ver si se han equivocado–dijo con retintín.
En ese momento sentí deseos de estrangularla, vaya forma de echarme en cara que aún no había ganado nada.
–Que no, que me lo ha dicho muy clarito, que mamá ha ganado el premio y van a hacer un libro con su novela-replico yo un poco mosca.
–Pues yo no estaría tan contenta–continuó Irene–me esperaría un poco, no vaya a ser que te llamen para decirte que se han equivocado y que el premio es de otro.
Decidí ignorarla cuando caí en la cuenta de que mi niña maneja muy bien la ironía. Supongo que lo aprendió de mí, a veces la uso para tomarle el pelo; y ese día me estaba dando una dosis de mi propia medicina.
3 comentarios:
Es una maravilla darte cuenta de que tus hijos aprende, aprenden bien, incluso a veces cuando te someten a tu propia medicina.
Besitos y felicidades por los niños y por el premio.
Hola:
He leído algunas de tus entradas, prometo leerlas todas, pero por ahora el tiempo no me da mucha oportunidad, además reconozco que soy adicto a la lectura, mas si esa lectura atrapa mis sentidos como es el caso de tu blog, también pertenezco al CLUB DE ESCRITORES LIBRES, fue en esa pagina donde leí de ti. No voy a darte una bienvenida, ya la mayoría de los amigos lo han hecho, solo voy a darte un agradecimiento por compartir con nosotros tu vida y tu familia, espero leer publicaciones tuyas en el blog del club.
Recibe un abrazo desde México
Tu amigo
Octavio Ponzanelli
Los hijos son nuestros más feroces críticos. No me extraña que te respondiera así; pero bueno supongo que ya se habrá acostumbrado a que ganes más premios y estará orgullosa de tí.
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