jueves, 7 de enero de 2010

Alcaudete Imaginado: La rosaleda

Os dejo mi colaboración en la revista De par en par, es un publicación periódica, en papel, del Ayuntamiento de Alcaudete. Con este relato inicio una serie denominada "Alcaudete Imaginado", se trata de contar historias relacionadas o ubicadas en lugares emblemáticos del municipio. Espero que os guste.

LA ROSALEDA:

Cuando te sientas solo y triste, búscame en La Rosaleda.
Manuel no podía dar crédito a lo que había oído, en ese momento estaba solo en la habitación y después de pronunciar estas palabras Rosario dejó de respirar. Por mucho que insistió más tarde, sus hijos nunca le creyeron. Mamá llevaba en coma tres días, no podía hablar, ni sentir nada; no sigas con eso, papá.

Cuando todos se marcharon, Manuel se enfrentó al silencio; desorientado, perdido sin la voz de la mujer que había sido su esposa durante cuarenta años. Se sentó en una silla y permaneció allí horas sin hacer nada, sin pensar nada, sólo en las palabras que Rosario había pronunciado, o que él había imaginado después de dos noches soportando la agonía, los quejidos de un cuerpo que se niega a entregar su alma.

La Rosaleda. Era su lugar favorito en el Parque de la Fuensanta, paseaban entre los parterres de flores, protegidos por la pérgola blanca, saboreando la belleza colorista de las rosas. Los últimos meses, cuando ambos sabían que el fin se acercaba, prodigaron las visitas, era el único sitio donde Manuel veía sus ojos serenos, sin sombra de tristeza. Observaba como rejuvenecía, como el color de sus mejillas perdía el gris ceniza de la muerte y recuperaba el rosado de sus años de moza, cuando él la rondaba por las esquinas de la calle Llana.

Los días son oscuros y largos en la casa deshabitada. Han pasado más de tres meses y Manuel no ha salido a la calle desde la tarde del entierro. Sus hijos lo visitan y le llevan lo necesario para subsistir, pronuncian palabras de ánimo que el hombre no escucha; quizás perdió el oído además de la cordura, solían decir a sus espaldas.

Hoy se siente más sólo y triste que nunca, la angustia se enrosca en su garganta, aprieta con fuerza hasta hacerle derramar las lágrimas que tenía retenidas, atrapadas en su retina, las que no había vertido en el funeral. Se ha puesto la ropa nueva; no encontraré momento mejor, piensa, no podré estar más triste que hoy, el aniversario de nuestra boda. Los vecinos miran asombrados como abandona la casa, observan su paso torpe pero decidido. Recorre las calles sin la mano de Rosario enlazada en la suya, como un funambulista sin pértiga en la que refugiarse, temiendo a cada instante caer al vacío. Por fin llega al parque, sube hasta La Rosaleda, se sienta en el mismo banco tantas veces compartido y espera. Espera una señal, la prueba irrefutable de que ella le habló antes de morirse, que no fue un delirio suyo.
Cansado, ve como el sol agoniza en el horizonte, los párpados le pesan, las ganas de morir le pesan, cierra los ojos; cuando los abre algo ha cambiado. Una rosa roja ha crecido para él. La acaricia y nota el calor de la piel de Rosario en sus dedos, la huele y percibe el perfume de su cuello, le habla y siente que sus pétalos se abren para escucharlo. Horas más tarde, cuando la luna ya baña de plata las hojas cansadas de los rosales, Manuel se marcha feliz. Mientras se aleja fabricando sombras bajo las farolas del parque, la rosa, cumplida ya su misión, se marchita.

13 comentarios:

milagros dijo...

Es un relato precioso, Felisa.
Enhorabuena por esa colaboración en la revista, es una buena forma de llegar a más gente de tu municipio.
Un abrazo

Joe dijo...

Ternura y sensibilidad sin caer en la cursilería. Enhorabuena.

Felisa Moreno dijo...

Gracias Joe, gracias Milagros, me resistí un poco a la petición que me hizo el alcalde, pues me parecía complicado escribir sobre lugares sin caer en los tópicos pero finalmente me animé, además como es mi jefe no pude decirle que no, ahora estoy contenta, dándole vueltas a mi próximo relato.

Un abrazo.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Un bonito relato, Felisa, conciso y emotivo. Enhorabuena.

Mercedes Pinto dijo...

Un relato muy hermoso. Cuando alguien ha pasado muchos años en una buena compañía, al marcharse se siente como un niño huérfano, pero pasado el luto comienza a alimentarse de los bellos recuerdos y, de alguna manera, sigue acompañado por aquel amor.
Un saludo.

Mar Cano Montil dijo...

Un relato de amor precioso, Felisa, escrito con una pulcritud cercana a la lírica.

Felicidades por esa colaboración y por poner rosas en los sueños de tus vecinos ;=)

Empezaste bien el año, un abrazo.

Maribel Romero dijo...

Qué bonito y qué bien escrito. Me ha encantado. El relato te atrapa desde la primera línea y no defrauda en ninguna. Felicidades por esta colaboración, es un paso muy importante. Besos.

Man dijo...

Precioso el relato. Me has hecho un nudo en la garganta. Me gustan los detalles marginales que has usado “Mientras se aleja fabricando sombras bajo las farolas del parque…”.
Un abrazo

La sonrisa de Hiperion dijo...

Precioso el relato... Como siempre...

Saludos y un abrazo enorme.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Precioso el relato... Como siempre...

Saludos y un abrazo enorme.

Anónimo dijo...

Me encanta la belleza de lo que has escrito.

Rocío González dijo...

La buena compañía es entrañable...
lindo relato. Un abrazo
Ro

Blanca Miosi dijo...

Felicitaciones por la publicación de tus artículos, Felisa. El cuento es hermoso, y me imagino a muchas personas paseando por La Rosaleda después de leerlo. Escribes con el corazón.

Besos!
Blanca