Ayer mi hija Irene me trajo un folio informativo del colegio, donde se nos pedía colaboración a los padres para fomentar la lectura con actitudes como leer delante de los hijos, regalar libros en fechas señaladas, acompañarles en sus inicios como lectores y enseñarles a disfrutar con la lectura. Leí esta información delante de Irene y ella muy resuelta me dijo que todo eso ya lo hacíamos en casa y sin mayor preocupación siguió con sus juegos.
Es cierto que, desde que eran muy pequeños, he tratado de inculcarles mi amor por los libros. Si les compraba alguno lo anunciaba como algo extraordinario, una cosa maravillosa, lo más estupendo que te pueden regalar. Y ellos lo aceptaban emocionados, tan ilusionados como si se tratara del más sofisticado juguete. Les enseñé también a cuidarlos; si rompían un libro, montaba en cólera, me enfadaba tanto que muy pocos ejemplares han acabado dañados por otra cosa que no fuera por el uso diario en sus torpes manitas infantiles.
Me costó un poco más con Juanma, sentía un enorme placer arrancando hojas, destrozando el papel o pintarrajeándolos. Pero los esfuerzos han dado sus frutos de forma generosa. A sus cuatro años ya lee con cierta fluidez. Ahora en vez de contarle yo los cuentos se empeña en leérmelos él a mí.
Creo que los padres somos responsables de la educación de nuestros hijos, que no podemos ir delegando funciones aquí y allá, que debemos dejar de poner excusas y dedicarles un poco más de tiempo. Ese tiempo que les ofrecemos es el mejor regalo que les podemos hacer. Eso no quita que el sistema educativo tenga fallos, que debe tenerlos, las estadísticas sobre el nivel formativo de nuestros niños y jóvenes son deprimentes, todos recordamos el famoso informe PISA, que nos llenó de vergüenza a los españoles y aún más a los andaluces.
Todo este rollo era para contar una anécdota de mi hija, cuando empezaba a leer le llamaba mucho la atención verme a mí delante de un libro, en silencio. Se quedaba mirándome intrigada y me preguntaba cómo podía leer con los ojos.
- Mamá, mamá- decía- yo sólo se leer con la boca, es imposible que tú puedas leer con los ojos.
Ella llamaba leer con la boca al hecho de ir deletreando las palabras en voz alta. Unos meses más tarde llegó toda ilusionada y me dijo.
- Tenías razón mamá, también se puede leer con los ojos. Ya he aprendido. Mira como lo hago.
Y se quedó en silencio delante de un libro, luego levantó la cabeza y me miró con sus ojos verde-miel , brillantes de emoción. Yo, conmovida, entendí en ese momento que sería una gran lectora y pensé prueba superada.
- Tenías razón mamá, también se puede leer con los ojos. Ya he aprendido. Mira como lo hago.
Y se quedó en silencio delante de un libro, luego levantó la cabeza y me miró con sus ojos verde-miel , brillantes de emoción. Yo, conmovida, entendí en ese momento que sería una gran lectora y pensé prueba superada.
5 comentarios:
Hola Felisa.
Aunque sigo con mucho interés tus andanzas cibernéticas y no me pierdo ninguno de tus relatos, me cuesta trabajo animarme a escribirte algo; será porque yo soy lector y no escritor :D. Espero que no te canses de acercarnos tus pensamientos.
Me alegra que hayas podido inculcarles el placer de la lectura a tus hijos; yo no he sido capaz.
Aunque en mi casa los hay por cientos y mis hijos nos han visto con libros y revistas en las manos desde que nacieron y apenas sentados frente al televisor, no hay forma de hacerles ver que sentarse un ratito, tomar un libro y formar parte de su historia no es perder el tiempo. Ellos los miran con desdén y, si no hay más remedio que leer uno, pues que sea “chiquitito y con letra gorda”.
Me hace gracia recordar que yo de crío, con seis o siete años, me escondía debajo de las sábanas a leer con una linternita porque mi madre montaba en cólera si veía la luz encendida hasta altas horas, y los berrinches que cogía cada vez que terminaba una de aquellas colecciones de “los cinco”, “los siete secretos”, “Langelot, agente secreto”, o aquellos en los que tenías que saltar a la página que correspondía según lo que habías decidido que haría el protagonista. Parecía que al haberlas terminado había perdido algo.
Recuerdo que algo mayor, con doce o trece años, sacaba de la biblioteca pública un libro cada dos días con el carné “de adulto”, porque la infantil me la había pulido en un santiamén. Leía de todo: empecé con las colecciones de Julio Verne, y acabé con Unamuno, Moratín y Pérez Galdós. A mi maestra de literatura le di un gran disgusto cuando se enteró que lo mío eran las ciencias; todavía guardo con mucho cariño el ejemplar de 1984 que me regaló de La ciudad y los perros.
Bueno, me has hecho recordar cosas muy pasadas con este artículo. Me apena no poder compartir mis viejos libros con mis hijos, estoy seguro que hubiera disfrutado tanto como tú.
Saludos.
Paco.
Gracias Paco por tus palabras,
No suelo contestar a los comentarios porque no sé si la gente volverá de nuevo por aquí para leerlos, pero hoy quiero hacer una excepción.
Yo siempre he sido una lectora compulsiva, al describirte me has descrito. Leía a escondidas, a todas horas, lo que encontraba. En mi casa no había libros, sólo novelas del oeste, las que les gustaba a mi hermanos. En mi pueblo, Noguerones, ni siquiera sabían lo que era una biblioteca, así que hasta que empecé a estudiar en Alcaudete no tenía muchos libros a mi alcance.
Supongo que el ambiente familiar no lo es todo, que luego están los gustos de los niños, las amistades que hacen fuera de casa. Los míos aún son muy pequeños, quizás esté cantando victoria demasiado pronto.
Creo que leer nos ayuda a crecer como personas, a ser mejores, más tolerantes. En los libros podemos encontrar muchos puntos de vista, muchas versiones de los hechos que nos ayudan a hacernos una idea más "real" de la realidad.
Bueno, me sacan este tema y no puedo parar. Gracias de nuevo por pasarte por aquí, yo también suelo ver tus fotos, siempre tan impactantes.
Un saludo
Felisa
Felisa muy lindo blog, la felicito, le dejo el mio, kirelo, no es tan bueno como el suyo, pero creo q merece al menos 2' de su tiempo. ciao. Mi blog: http://bebiendotemprano.blogspot.com/
Felisa: no sabía que tenías un blog y hoy lo he visto por primera vez, al decírmelo Paco Ureña. Me parece una idea fantástica y te animo a seguir. Estoy de acuerdo, con Paco, la lectura no es imitativa, o por lo menos en mi caso, tampoco lo ha sido. Yo de siempre he leído mucho, y de mis dos hijos una lee, mucho y el otro no lee nada. De todas formas, me parece muy bonito el relato que haces de la experiencia con tus hijos.
Enhorabuena por el blog, es muy ameno y te da mucha información.
Si quieres puedes añadir los dos blog que hay en la biblioteca.
www.bibliotecadealcaudete.blogspot.com/
www.clublecturazaide.blogspot.com/
Un saludo.
José Antonio Ruiz
Gracias Jose Antonio por tu comentario, con mucho gusto agregaré las dos direcciones a mi sección de blogs de Alcaudete y estás invitado a pasarte por aquí cuando quieras, esta es tu casa.
Saludos
Felisa
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