La nueva convocatoria del Certamen de Canal Literatura me ha recordado algo que escribí en Junio de 2008, a los pocos días de volver de Murcia, donde asistí a la final, y una vez más regresé con las manos vacías, de premios, que no de buenos recuerdos.
Regresamos a Murcia, lo primero que reconozco es la placita florida que cubre el parking donde dejamos el coche el año pasado. Mi mala memoria me hace mezclar tanto las caras como las ciudades y eso me lleva a saludar a desconocidos o a perderme por las calles.
En el hotel nos encontramos con mi gente, la del Desván, nos miramos buscando en los ojos de cada uno las palabras que tanto nos gustan, esas que intercambiamos en nuestro foro particular. Los entes virtuales cobramos vida, las metáforas se recubren de carne y piel para configurar cuerpos reales. Nos besamos, nos tocamos, comprobamos que existimos, aunque eso sea lo de menos.
Subimos a la habitación, hay algo que recuerdo de la vez anterior, un objeto, un mueble que permanece en mi memoria, que distingue ese hotel de otros en los que me he alojado después: el sillón a cuadros. Lo miro y miles de sensaciones aprisionan mi pecho, los nervios contenidos afloran y tejen un nudo en mi garganta, se llevan mi aparente calma, la arrastran, la destrozan.
El resto del día trato de mostrarme tranquila, me río y disfruto de la comida con los buenos amigos, esos que tomaron cuerpo para mí, y con mi marido que siempre está ahí para apretar mi mano y transmitirme buenas vibraciones. En la plaza, una fachada con balcones floridos se hace cómplice de nuestras sonrisas, de nuestros anhelos.
Por la noche todo es como lo recordaba: bello y terrible. El inicio amable, distendido, Espido se acerca flotando entre sus plumas grises y nos ofrece palabras de ánimo. La comida y el vino nos dan una falsa tregua que se rompe cuando empieza la entrega de premios, el corazón se acelera, se dispara. Las emociones contenidas durante tantos días se abren paso como un ejército de soldados hambrientos que, con su paso feroz, secan la boca.
Después, cuando todo ha pasado, cuando el corazón vuelve a su sitio, cuando el hielo de la decepción se derrite, vuelvo a disfrutar y me siento feliz de compartir la alegría con mi amiga Dorotea, a fin de cuentas ganó el Desván de la Memoria, ganamos todos.
Por cierto, no sé si podré enfrentarme de nuevo a ese sillón a cuadros, aunque dicen que a la tercera va la vencida.
En el hotel nos encontramos con mi gente, la del Desván, nos miramos buscando en los ojos de cada uno las palabras que tanto nos gustan, esas que intercambiamos en nuestro foro particular. Los entes virtuales cobramos vida, las metáforas se recubren de carne y piel para configurar cuerpos reales. Nos besamos, nos tocamos, comprobamos que existimos, aunque eso sea lo de menos.
Subimos a la habitación, hay algo que recuerdo de la vez anterior, un objeto, un mueble que permanece en mi memoria, que distingue ese hotel de otros en los que me he alojado después: el sillón a cuadros. Lo miro y miles de sensaciones aprisionan mi pecho, los nervios contenidos afloran y tejen un nudo en mi garganta, se llevan mi aparente calma, la arrastran, la destrozan.
El resto del día trato de mostrarme tranquila, me río y disfruto de la comida con los buenos amigos, esos que tomaron cuerpo para mí, y con mi marido que siempre está ahí para apretar mi mano y transmitirme buenas vibraciones. En la plaza, una fachada con balcones floridos se hace cómplice de nuestras sonrisas, de nuestros anhelos.
Por la noche todo es como lo recordaba: bello y terrible. El inicio amable, distendido, Espido se acerca flotando entre sus plumas grises y nos ofrece palabras de ánimo. La comida y el vino nos dan una falsa tregua que se rompe cuando empieza la entrega de premios, el corazón se acelera, se dispara. Las emociones contenidas durante tantos días se abren paso como un ejército de soldados hambrientos que, con su paso feroz, secan la boca.
Después, cuando todo ha pasado, cuando el corazón vuelve a su sitio, cuando el hielo de la decepción se derrite, vuelvo a disfrutar y me siento feliz de compartir la alegría con mi amiga Dorotea, a fin de cuentas ganó el Desván de la Memoria, ganamos todos.
Por cierto, no sé si podré enfrentarme de nuevo a ese sillón a cuadros, aunque dicen que a la tercera va la vencida.
12 comentarios:
Hola, Felisa:
Recuerdo muy bien ese sillón a cuadros; había uno en mi habitación.
Los sillones a cuadros son así, unas veces nos acogen entre sus brazos y otras, sólo nos dejan estar. ¡Ánimo! Yo creo que todo el mundo envía su relato con la ilusión de ganar, e imagino que hay un trabajo detrás muy a tener en cuenta. Aunque si no hay premio, siempre nos quedará el sillón a cuadros.
Un guiño.
Merce.
Gracias Mercedes,
No estoy desanimada. Esto lo escribí hace muchos meses, y sólo quería reflejar lo que sentí ese día. De todas formas, es normal que a Espido Freire no le gustara mi relato, ella tampoco es mi escritora favorita. Sobre gustos, ya se sabe.
Besos, casamentera, hay que ver los líos que montas en tu blog.
El sillón a cuadros... Buen nombre para unanovela de intriga...
Saludos!
Felicidades por la foto, Felisa. Es muy buena. Y usted; usted, permítame que se lo diga, está muy guapa.
Besos.
Vaya Sonrisa de Hiperión, no lo había pensado, a ver una eterna finalista acaba asesinando a los miembros del jurado, puede ser un buen argumento ¿no? Saludos
Gracias Manuel, en realidad es mérito de la foto y del fotógrafo, mi marido, bueno y del maquillaje y los retoques en el photoshop... Un saludo para Mágina.
Ay ¡qué de recuerdos se acumulan en torno a esos sillones de cuadros!
Pero yo creo que el mero hecho de estar seleccionado como finalista de algún certamen, asistir a la entrega de premios, poner cara de poker cuando te quedas a las puertas y felicitar a los que han quedado un peldaño por encima de uno mismo, es otra forma de recompensa, de reconocimiento a este dificil oficio de escribir.
Espero que en esta nueva convocatoria tengas por fin el reconocimiento que tanto mereces y asciendas hasta lo más alto del podium, con permiso claro está del resto de participantes, entre los que probablemente me incluya yo también.
Saludos.
Felisa, chiquilla, a ver si te oye el jurado... ¡Qué sustooooo! jajajja
¡Ay! Cuántas ganas tengo de volver a ver ese sillón de cuadros!!! jajjaa
Felisa, eso de matar a gente se te dió muy bien en tu primera novela, Espero que no te hayan escuchado los del jurado. Mercedes, chissssss,que nuestra compi quizás no mate al jurado, sino a los participantes... quien sabe con la maña que tiene esta tía con el cuchillo... jajja
Besos Felisa,
Espero que no me mates a mí, que yo seguro que no gano,xD
Que suerte tengo Felisa, porque yo no tengo decepción por no ganar, ni siquiera por no quedar finalista. Para mi el premio está en haber sido capaz de escribir algo. Mi mejor regalo es yo mismo escribiendo. Y lo demás, todo es disfrutar de la compañía, de una mesa redonda, donde laten corazónes que disfrutan comunicando como y porque y para quien.
Algo me toca de Murcia, en la que vivo normalmente...espero que la próxima vez tengas más suerte...un abrazo de azpeitia
Hola Juan, tú ya tienes que asistir, no en vano eres finalista del certamen de poesía. Respecto a mí, no sé, supongo que enviaré algo, pero no me hago demasiadas ilusiones, la competencia es dura, ya sabes. Un abrazo.
Es broma Mercedes, ya sabes que soy muy pacífica...hasta que se mi hinchan las narices, jejeje.
Mari Carmen, gracias por tus palabras. Se pasan muchos nervios, no es sólo el deseo de ganar, más bien es la incertidumbre de la espera. Una vez se dio el fallo del jurado me quedé muy tranquila y contenta de estar entre los finalistas y aparecer en el libro que se publica después. Pero tengo que confesar que sólo me había puesto tan nerviosa en los exámenes de conducir, ni en los de la universidad. Un beso, guapa.
Juanma, eres un caso, ¿qué va a pensar la gente de mí? Desde luego mi marido anda preocupado con tantas muertes. Un beso, malagueño.
Jesús, qué bien lo pasamos esa noche. ¿Sabes lo que mejor recuerdo de nuestra conversación? Es una tontería, te vas a reir, el tema de la conserva de pescado en aceite de oliva. Será por las sardinas del menú. Besos.
Gracias Azpeita, Murcia es una ciudad acogedora, me gustaría regresar de nuevo. Un abrazo.
Enhorabuena por la próxima publicación de tu novela... Si te apetece, puedes contárnoslo en antena. "El bosque de las palabras".
Si quieres ponte en contacto conmigo. Un saludo
Francisco legaz
Publicar un comentario