Cuando se enfundaba el conjunto rojo pasión, yo sabía que iba a suceder algo. No hace falta ser abogado, ni dirigir el mejor bufete de Madrid, para adivinar lo que Judith quería esa noche. Se subía a su coche deportivo y bajaba la ventanilla, dejando que la ciudad entrara en forma de viento libidinoso. Yo ponía mil excusas, la cena con mis padres, el juicio de mañana… Ella acallaba mis protestas con un beso de esponja que absorbía mis palabras…, y mi voluntad. Recorríamos las calles a la velocidad del miedo, el que yo sentía cada vez que Judith pisaba el acelerador. Si por fin frenaba, varias horas después, siempre lo hacía delante de mi casa, pero nunca se bajaba.
Cuando se ponía el traje rojo pasión yo sabía que iba a suceder algo, y también sabía que ese algo no sucedería conmigo, Judith era la fiscal y estaba casada.
Cuando se ponía el traje rojo pasión yo sabía que iba a suceder algo, y también sabía que ese algo no sucedería conmigo, Judith era la fiscal y estaba casada.
(Otro de abogados)
4 comentarios:
¡Qué buen micro, Felisa! dices tanto en tan pocas palabras, me ha gustado eso de:
"Se subía a su coche deportivo y bajaba la ventanilla, dejando que la ciudad entrara en forma de viento libidinoso."
Qué bien escribes,
Besos!
Blanca
Me ha recordado a una película de Bette Davis, Jezabel, en la que con un traje rojo la lia...
Un micro que necesita dos lecturas,
Un saludo,
Juanma
Los trajes rojos tienen su punto. Lástima que no siempre se culminen las historias.
Buen relato. Un beso.
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