Todo empezó cuando, a petición suya, fuimos a ver aquella película de cine independiente. Hasta entonces nuestras opiniones habían convergido, no solíamos discutir por nada, nuestro noviazgo transcurría con absoluta normalidad, casi todos los días nos encontrábamos en el estudio que ella compartía con una compañera de universidad, aprovechábamos las continuas salidas de la chica para hundirnos el destartalado sofá, mientras veíamos viejas películas en blanco y negro, una afición que nos gustaba compartir entre besos, caricias y palomitas.
Pero aquel día salí del cine con un extraño presentimiento, la noté huraña, reconozco que estuve todo el rato mofándome de los protagonistas, del guión, hasta critiqué la música, demasiado pretenciosa a mi parecer. Ella no hizo ningún comentario, se limitó a lanzarme miradas hoscas y amenazadoras. Yo la conocía lo suficiente como para saber que se avecinaba tormenta, pero no entendía muy bien por qué. Claro que las mujeres son tan imprevisibles que podía tratarse de cualquier cosa, quizás había olvidado alguno de los numerosos aniversarios que a ella tanto le gustaba celebrar. El día que nos conocimos, cuando nos dimos el primer beso, cuando me presentó a sus padres, cuando….. Yo tenía apuntadas todas las fechas en mi agenda, pero en aquel momento no la llevaba conmigo. Empezaba a ponerme nervioso, le propuse ir a cenar, aceptó con un monosílabo, casi sin mirarme.
Tardó semanas en revelarme lo que le pasaba, fueron días de abstinencia sexual y continuas broncas, que me llevaron a replantearme la relación y así se lo dije con toda la seriedad y gravedad que pude reunir para darle un ultimátum. Cuando me contó el motivo de su enfado estuve a punto de reírme, pero me mordí la lengua, la quería demasiado, ¡Cómo podía imaginar yo que aquel bodrio de película lo había dirigido su monitor del taller de teatro y que ella aparecía como extra, bajo una amplia túnica de monje benedictino!
Pero aquel día salí del cine con un extraño presentimiento, la noté huraña, reconozco que estuve todo el rato mofándome de los protagonistas, del guión, hasta critiqué la música, demasiado pretenciosa a mi parecer. Ella no hizo ningún comentario, se limitó a lanzarme miradas hoscas y amenazadoras. Yo la conocía lo suficiente como para saber que se avecinaba tormenta, pero no entendía muy bien por qué. Claro que las mujeres son tan imprevisibles que podía tratarse de cualquier cosa, quizás había olvidado alguno de los numerosos aniversarios que a ella tanto le gustaba celebrar. El día que nos conocimos, cuando nos dimos el primer beso, cuando me presentó a sus padres, cuando….. Yo tenía apuntadas todas las fechas en mi agenda, pero en aquel momento no la llevaba conmigo. Empezaba a ponerme nervioso, le propuse ir a cenar, aceptó con un monosílabo, casi sin mirarme.
Tardó semanas en revelarme lo que le pasaba, fueron días de abstinencia sexual y continuas broncas, que me llevaron a replantearme la relación y así se lo dije con toda la seriedad y gravedad que pude reunir para darle un ultimátum. Cuando me contó el motivo de su enfado estuve a punto de reírme, pero me mordí la lengua, la quería demasiado, ¡Cómo podía imaginar yo que aquel bodrio de película lo había dirigido su monitor del taller de teatro y que ella aparecía como extra, bajo una amplia túnica de monje benedictino!
10 comentarios:
jajaja qué bueno! pero qué pava. No esperaría ser reconocida con esas pintas jaja
Ay que mosqueos más tontos se lleva una a veces por no querer hablar.
lo he disfrutado, Felisa.
Un abrazo
¡Cómo ibas a saber quién era!. El problema es suyo, y no decir ni mú sobre su papel.
Buen texto.
Un abrazo.
Gracias Ardilla, Gracias Celia,
En realidad este texto es un ejercicio del taller, elegías 5 palabras al azar y tenías que escribir una historia con ellas. Como ando apuradilla de tiempo estoy echando mano a todo lo que tengo escrito.
Besos
Jajajajaja. Verdaderamente, menos mal que es corta la historia porque, mientras leía, no dejaba de preguntarme qué tendría que ver el monje con una pareja de novios.
Felicidades.
Bicos.
Un mosqueo muy típico de las mujeres, más bien de las chicas. jaja. Por cierto, si le importaba tanto su monitor del taller... no sería de verdad recomendable replantear la relación... (no quiero ser mal pensado, pero hija, lo has puesto a huevo,xD)
Un beso,
Juanma
Ella no acepta críticas. Ni siquiera se defiende, encuentra vergonzoso quitarse la túnica benedictina después de escuchar aquello. Ni siquiera con su pareja. Imperdonable.
Pero el ha tenido poco tacto al expresar críticas con mofa. Eso no se hace; la crítica debe ser siempre constructiva.
Bueno, quería ubicarte en este texto y me perdía. Me asaltaban muchas preguntas que me disponía a hacerte pero ya veo que las explicas aquí, en la trastienda.
Ahora lo entiendo todo!!
Eso pasa por la falta de comunicación entre la pareja.
Aunque si la película era mala, que querias que hiciera el pobre hombre sino criticarla.
Como siempre un buen texto Felisa.
Un abrazo y que pases un buen fin de semana
Tus relatos son directos y fluidos, con la naturalidad de las cosas simples que se asimilan con agrado. Estaré por aquí en adelante, luego de esta mi primera entrada a tu sitio. Mi afecto.
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