Hoy he hecho daño a una persona a la que quiero mucho. Siento que últimamente no doy una a derechas con ella. Es alguien muy importante para mí y quiero disculparme.
Al principio, cuando desembarcó en mi vida, los celos me comieron por dentro. Por fuera disimulaba, todo lo que se puede disimular cuando tienes cuatro años. La trajo una cigüeña. Para que no dudara de este hecho, mi madre me mostraba un cuadro recordatorio de su fecha de nacimiento, donde se veía al esbelto pájaro con un bebé rollizo colgando de su pico, envuelto en pañales. A pesar de que no conseguía encontrar el parecido entre aquel niño gordezuelo y ella, tan esmirriada la pobre, acabé por creerme que todo era cierto, el mundo entero no podía estar conspirando contra mí. Mis tías, mi abuela, todas insistían en que a la pequeña la había traído la cigüeña.
Durante años confirmó su propósito inicial de llamar la atención, negándose a comer y preocupando sobremanera a mis padres, que hasta ahora no habían tenido ningún problema de alimentación con sus otros cuatro hijos. Yogures, quesitos, chocolate, plátanos y la niña que no quería comer. Yo me lo hubiera tragado todo con gusto, aunque era una niña delgada, comía como una lima. Las vitaminas que le daban a ella me hacían efecto a mí.
Cuando creció un poco, la situación mejoró, ahora disponía de alguien con quien jugar a disfrazarnos de princesas en la hora de la siesta. Justo cuando mis padres insistían en que debíamos dormir. Mis hermanos mayores se escapaban por la ventana que daba al patio para irse al río y nosotras nos divertíamos de lo lindo saltando sobre las camas, envueltas en las sábanas. ¡Qué tiempos aquellos!
De esa época tengo una anécdota, de la que ahora nos reímos mucho. Un día estaba yo peinando su rubio cabello, tenía un pelito de princesa, suave y manejable, mientras ella se comía un plátano. Sin que se diera cuenta cogí un trocito de la fruta y lo pegué al peine. Luego se lo enseñé y le aseguré que eran sus sesos. Pobrecita, cómo lloraba. ¡Qué crueles podemos llegar a ser los niños!
Hay otros recuerdos, que guardo como tesoros, pues mi memoria cada vez es más mala, como aquella vez que jugábamos a no tener cuerpo, a imaginarnos que sólo éramos cabezas rodantes. O cuando confeccionábamos nuestros naipes (mi madre nos tenía prohibidas las cartas) con los cartones del bingo, dibujando las figuras por detrás. O inventábamos delirantes fotonovelas recortando personajes famosos del Pronto o la SuperPop
Para mí, por muchos años que cumpla, siempre será mi otra niña, a pesar de la poca diferencia de edad, durante años me he sentido responsable de ella, mi muñequita manchega. Siento que hoy la he defraudado, espero que sepa perdonarme. A ella, no me cuesta trabajo pedirle perdón.
Al principio, cuando desembarcó en mi vida, los celos me comieron por dentro. Por fuera disimulaba, todo lo que se puede disimular cuando tienes cuatro años. La trajo una cigüeña. Para que no dudara de este hecho, mi madre me mostraba un cuadro recordatorio de su fecha de nacimiento, donde se veía al esbelto pájaro con un bebé rollizo colgando de su pico, envuelto en pañales. A pesar de que no conseguía encontrar el parecido entre aquel niño gordezuelo y ella, tan esmirriada la pobre, acabé por creerme que todo era cierto, el mundo entero no podía estar conspirando contra mí. Mis tías, mi abuela, todas insistían en que a la pequeña la había traído la cigüeña.
Durante años confirmó su propósito inicial de llamar la atención, negándose a comer y preocupando sobremanera a mis padres, que hasta ahora no habían tenido ningún problema de alimentación con sus otros cuatro hijos. Yogures, quesitos, chocolate, plátanos y la niña que no quería comer. Yo me lo hubiera tragado todo con gusto, aunque era una niña delgada, comía como una lima. Las vitaminas que le daban a ella me hacían efecto a mí.
Cuando creció un poco, la situación mejoró, ahora disponía de alguien con quien jugar a disfrazarnos de princesas en la hora de la siesta. Justo cuando mis padres insistían en que debíamos dormir. Mis hermanos mayores se escapaban por la ventana que daba al patio para irse al río y nosotras nos divertíamos de lo lindo saltando sobre las camas, envueltas en las sábanas. ¡Qué tiempos aquellos!
De esa época tengo una anécdota, de la que ahora nos reímos mucho. Un día estaba yo peinando su rubio cabello, tenía un pelito de princesa, suave y manejable, mientras ella se comía un plátano. Sin que se diera cuenta cogí un trocito de la fruta y lo pegué al peine. Luego se lo enseñé y le aseguré que eran sus sesos. Pobrecita, cómo lloraba. ¡Qué crueles podemos llegar a ser los niños!
Hay otros recuerdos, que guardo como tesoros, pues mi memoria cada vez es más mala, como aquella vez que jugábamos a no tener cuerpo, a imaginarnos que sólo éramos cabezas rodantes. O cuando confeccionábamos nuestros naipes (mi madre nos tenía prohibidas las cartas) con los cartones del bingo, dibujando las figuras por detrás. O inventábamos delirantes fotonovelas recortando personajes famosos del Pronto o la SuperPop
Para mí, por muchos años que cumpla, siempre será mi otra niña, a pesar de la poca diferencia de edad, durante años me he sentido responsable de ella, mi muñequita manchega. Siento que hoy la he defraudado, espero que sepa perdonarme. A ella, no me cuesta trabajo pedirle perdón.
20 comentarios:
Felisa, ser capaz de reconocerlo y saber pedir perdón te honra, dice mucho del gran corazón que tienes. La relación entre hermanos es difícil y maravillosa, una mezcla de amor-odio imposible de equilibrar.
Me ha gustado mucho esta entrada. Por cierto, que estáis muy guapas en la foto. Un abrazo.
Seguro que ya te ha perdonado. Todos cometemos torpezas alguna vez.
Un beso
Bah! Seguro que si lo ha leído estará llorando de la emoción. Como no va a perdonarte,¡si es tu hermana!
Pues anda que no me hizo perrerías la mía siendo crías. Bueno y no tan crías porque a veces me estrenaba algún jersey y cuando yo salía con él, me decían - este es el jersey de tu hermana,¿verdad? ¡Me daba un coraje!
Precioso, Felisa. tienes una forma de contar las cosas que cautiva.
Un abrazo
Por cierto, muchas gracias por tu comentario en mi blog.
al final, me lio y no digo lo que quiero decir jajajaja. Decía que pese a todas las trastadas que me hizo, que no me la toque nadie. Ella es la mayor, pero el sentimiento es mutuo. Lo sé.
A veces, hacemos o decimos cosas, que sin ningún afán de dañar al que tenemos al lado, provocamos una situación desesperante para ambos, pudiendo haber hecho daño incluso moralmente, al que nos aprecia.
Espero que desde donde esté, pueda perdonarte, ya que tu sentido de culpa y tu buen hacer, lo dicen todo y más cuando hay "sangre familiar" de por medio.
Un beso Felisa, y arriba esos ánimos, que con el corazón que tienes, como no iba a perdonarte?
Yo ya lo he hecho.
Leyendo esto, no creo que ella sienta que hay algo por lo que perdonarte, se te ve a la legua que la quieres muchisimo.
Un besito.
Suele pasar, a veces a quien más queremos le hacemos sufrir; aunque lo principal es que lo reconozcamos y sepamos pedir perdón, ya que es lo que nos cuesta mas.
Un beso
En el el momento que has sido capaz de tener el valor de expresarlo en público, debes quedar perdonada.
Todos cometemos errores. Lo difícil es hacer lo que tu has hecho y eso te honra...
Un abrazo
Menudas ideas!! Eso del trozo de fruta para que diese el pego como un trozo de cerebro... ay! yo no te hubiera perdonado en la vida jajaja.
En fin, reconer los errores es de sabios no?
Un beso
Bueno Felisa, si ahora es motivo de juerga lo del peine y el trocito de fruta, no me cabe duda que ya te habrá perdonado lo de hoy.
Es una virtud que pidas perdón y encima, que no te cueste hacerlo, ya que eso lleva implícito el saber reconocer un error. Y no es fácil.
Un abrazo.
Maat
Yo también lo siento mucho, perdoname tu a mi también. No entiendo como pueden pasar estas cosas. A lo mejor pasan para que nos demos cuenta lo importante que son para nosotros algunas personas. Para mi ya sabes que siempre has sido una de las personas más importantes en mi vida, además de mi mejor amiga y mi guía, por no decir mi madre. Recordando, se me ha venido a la cabeza, aquella vez que me hicistes creer que habías escrito el poema de Machado, aquel de "Caminante no hay camino..."Yo tan orgullosa lo dije en todos lados. Hasta que un profesor me hizo ver que no era así. Me tuvo que traer el libro de Machado de su casa para que me lo hiciera. Pues yo creía ciegamente que mi hermana era una gran escritora. Puede que sea cosas del destino, pero se ha hecho realidad. Mi hermana hoy es esa gran escritora, prueba de ello son todos los premios y este gran blog. Niña, lo dicho te quiero y perdona
un beso
tu hermana y admiradora
Gracias a todos por vuestros comentarios de ánimo y especialmente a ti, Lolilla, hay que ver que tontas nos ponemos a veces.
Creo que sobra decir que ya nos hemos reconciliado.
Un abrazo, gracias de nuevo.
Para mí es fácil entenderte. Soy el pequeño de muchos hermanos y el haber vivido en un espacio reducido produce demasiados roces; demasiadas palabras pronunciadas a destiempo y acompañadas de falso odio con la sola intención de hacer daño. Pero resulta que, quien sabe por qué, sin ser una relación elegida, siendo impuesta, el lazo que nos une no se pierde. Todo lo malo se olvida y solo recordamos lo bueno. Pedir perdón cuesta, pero a un hermano... merece la pena el esfuerzo.
Este tipo de entradas en las que se reflejan los recuerdos de niñez me encantan. Qué importantes en nuestras vidas los hermanos y cuántos momentos inolvidables hemos vivido juntos.
Bueno, seguro que tu hermana ya te ha perdonado después de este escrito tan cariñoso.
Un saludo a las dos desde Yecla!
Me ha encantado esta entrada... Si tu hermana la lee, entenderá también tus sentimientos. Y sí, pide perdón, no tengas miedo. Ella siempre te perdonará.
Hola, Felisa:
felicidades por ese gesto tuyo. A veces, ocurren cosillas como esta para que otros sepan lo mucho que les queremos y lo mucho que lo sentimos cuando nos equivocamos.
Muy buen post. Y muy digno de tener en cuenta.
besos
Lo cierto es que no sé si mereces el perdón, traviesilla si que eras, mira que convertir el platano en sus sesos. Quién lo diría con esa dulce mirada que nos muestras :))
Bikiños para las dos
Con esa manera de contar el cariño que os tenéis, al terminar de leer el post ya sabía yo que lo solucionarías. Me alegro.
Un abrazo
No sabes cuanto daria por volver a encontrarme con las personas a las que me gustaria pedirles perdón, unas se alejaron de mi entorno y nunca he sabido mas de ellas, otras se fueron para siempre. El pedir perdón es el mejor bálsamo para aliviar el alma y el concederlo la mas excelsa prueba de amor. Enhora buena a ambas.
por aca dejo un pequeño obsequio, leetelo
http://chirilo.blogspot.com/2009/03/gracias-nicte.html
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